El escándalo de los 5.000 millones de euros que la UE derrama sobre África

Desembolsarse, esos millones se han desembolsado; pero... ¿a quién?

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La gestión europea de la inmigración se parece cada día más a una novela negra. Cada página que se levanta abre un capítulo inexplorado, más atroz que el anterior. Una buena mañana, los franceses se dieron cuenta de lo que ahora saben de memoria: los OQTF [los obligados a abandonar el país], esos extranjeros, a veces delincuentes, mantenidos a costa de Francia cuando deberían estar lejos de sus fronteras. Descubrieron los acuerdos con Argelia, tan favorables a los emigrantes argelinos, la primera nacionalidad extranjera en nuestras cárceles. Ahora han descubierto que es posible pagar dinero a una familia en el extranjero y deducirlo de los impuestos, «en el marco de la obligación de alimentos». La lista continúa.

Una nueva revelación: cada año, los franceses y sus vecinos europeos aportan la modesta suma de 5.000 millones de euros al Fondo Fiduciario de Emergencia (FEF) creado en 2015 «para promover la estabilidad y luchar contra las causas profundas de la migración irregular y el fenómeno de los desplazados en África», con resultados sorprendentes. La mayor parte de esta cantidad (4.400 millones de euros, es decir, el 88% del total de las contribuciones) procede de transferencias de los Fondos Europeos de Desarrollo (FED) y del presupuesto de la UE. Los Estados miembros de la UE, el Reino Unido, Noruega y Suiza aportan los 623 millones de euros restantes. Destinado, por supuesto, a los pobres. ¡Dormid en paz, generosos contribuyentes!

El pastel


Todo iría bien en el mejor de los mundos si el Tribunal de Cuentas Europeo no hubiera decidido de repente elaborar un informe sobre este gigantesco despilfarro y descubrir el pastel. «El Fondo Fiduciario de Emergencia para África tiene como objetivo responder a las situaciones de crisis que afectan a tres regiones de África: el Sahel y el lago Chad, el Cuerno de África y el Norte de África», afirma el informe. «Promueve la estabilidad y contribuye a una mejor gestión de la migración y a la lucha contra las causas profundas de la desestabilización, los desplazamientos forzosos y la migración irregular en 27 países». ¿Eficaz? Al mismo tiempo que se elaboraba este amplísimo informe, «los flujos migratorios de África a la UE, que fluctúan de año en año, alcanzaron su punto máximo entre 2014 y 2016, siendo la ruta del Mediterráneo central, que atraviesa el norte de África, la principal ruta migratoria hacia Europa, seguida de la ruta del Mediterráneo occidental desde los países del Sahel»

No cabe duda de que los fondos se han desembolsado: un 40% para el Sahel y el lago Chad, un 40% para el Cuerno de África y un 20% para el norte de África. Desembolsarse, esos millones se han desembolsado; pero... ¿a quién? Sobre el uso preciso que se ha dado a estos fondos existe una extraordinaria falta de claridad que ya se señaló en un primer informe de 2018. ¿Qué ha pasado con el dinero? Parte de él podría haber acabado «en manos de organizaciones delictivas», dicen los ponentes, y se quedan tan panchos. De esta forma, lo que se habría fomantado es la inmigración ilegal, el tráfico ilícito de inmigrantes o la apropiación indebida de dinero o equipos. Inversiones innecesarias o malversadas, actividades interrumpidas pero subvencionadas: es una antología del tipo de «gestión» (llamémoslo así) de la que es capaz una gran organización mundial como ésta, destinada a captar dinero en los países desarrollados, donde la pobreza, por lo demás, va en aumento, con el fin de redistribuirlo ampliamente entre los delincuentes de todo el mundo.

La pesadilla globalista


Mala gestión, malos controles: «Ni la constitución, ni el documento de orientación estratégica, ni el marco operativo especifican cómo debe distribuirse la financiación entre zonas geográficas, países o prioridades», acusa el informe.

Una vez más encontramos esa inimitable mezcla de orgullo —Europa salvará África, el planeta, quizá incluso el cosmos— y de irenismo —distribuir el dinero de los contribuyentes bastará para crear felicidad— característica de la pesadilla globalista.

Las gentes de las ciudades y del campo, que ahorran drásticamente para llenar sus carritos de la compra el fin de semana, pueden ver cada día los gigantescos déficits, despilfarros y otras ayudas deducidas a base de los impuestos que se ven obligados a pagar. Ayudas que se distribuyen sin que sus dirigentes les informen lo más mínimo, bajo cielos exóticos que nos las devuelven en forma de emigrantes. Cuando el pueblo vea que sus facturas de impuestos son cada vez más pesadas y que su inseguridad cotidiana empeora; cuando despierte, los responsables de este robo a gran escala, de este bandidaje nacional, podrían pasar un mal rato.

© Boulevard Voltaire

 


Y como consecuencia de tales escándalos  y de tal inmigración, la situación de "preguerra civil" que conoce Europa


 

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