Ediciones Fides acaba de lanzar el número 25 de la revista Nihil Obstat, un número especial con artículos de temáticas variadas y un dossier central titulado “Anatomía de la Nueva Derecha en el siglo XXI”, que efectúa un diagnóstico sobre la situación actual de esta escuela de pensamiento.
En la primera parte, multitemática, destacamos, por ejemplo, dos entrevistas inéditas realizadas a Jean Thiriart; el artículo sobre el Heráclito de Spengler, de Horacio Cagni; el falangismo en la obra de Mainer Baqué, de Pedro Carlos González Cuevas; un artículo sobre el decrecimiento, de Fernando Rivero; un texto crítico con la figura de Alexander Dugin, de Lucian Tudor, una visión del polémico Le Corbusier, de Christian Bouchet; y el ensayo Metaética y Metapolítica, de Alberto Buela.
En la segunda parte, relativa a la Nueva Derecha, encontramos textos de Alain de Benoist (la ND –casi– medio siglo después), Jesús Sebastián Lorente (sobre el frustrante itinerario de la ND en España), Carlos J. Blanco Martín (sobre la estrategia metapolítica) y un polémico artículo del neoderechista francés Pierre Le Vigan sobre el “comunitarismo” de la Nueva Derecha (¿estamos ante una nueva escisión de la ND?). El dossier culmina con una serie de entrevistas, cuyo cuestionario de preguntas recorre los grandes relatos de la Nueva Derecha a partir de las diferentes sensibilidades de los entrevistados: Alain de Benoist, José Javier Esparza, Alberto Buela, José Alsina Calvés, Jordi Garriga, Carlos J. Blanco Martín, Javier R. Portella y Jesús Sebastián Lorente. Las respuestas de sus protagonistas nos deparan varias sorpresas y, desde luego, dejan constancia de una libertad y una diversidad discursivas en la Nueva Derecha a la que no nos tienen acostumbrados otros movimientos ideológicos.
A continuación, publicamos, por gentileza de Fides y Nihil Obstat, un extracto de la entrevista realizada a Alain de Benoist.
¿Sigue siendo el liberalismo –y su forma-capital (el capitalismo)–, en la dinámica de su fase de expansión mundialista, el principal enemigo? ¿Designaría a los Estados Unidos de América como la encarnación imperialista de ese enemigo principal?
En el plano ideológico, el capitalismo liberal es, sin duda, el principal enemigo, y especialmente ahora que se despliega a escala planetaria. La ideología dominante se basa en la retórica de los derechos humanos y el monoteísmo del mercado. Además, es siempre la ideología de la clase dominante, que hoy es una "superclase" transnacional adepta a la lógica de la ganancia y a la axiomática del interés, y que se prospera en detrimento de los pueblos. Pero debemos entender que el capitalismo no sólo es un sistema económico, ni se reduce a los "bancos" o a la "alta finanza". Se trata de un "hecho social total" (Marcel Mauss), históricamente asociado al ascenso de la clase burguesa, y que tiene una dimensión antropológica (Homo economicus) extremadamente fuerte. El individualismo, la des-vinculación social, la colonización de las mentes por los valores mercantiles son correlatos evidentes. Los Estados Unidos sólo son el principal enemigo desde un punto de vista geopolítico: se corresponden con la potencia del Mar, en oposición a la de la Tierra, representada por el gran continente euroasiático. Desde el punto de vista económico, no se identifican con la Forma-Capital, que actualmente está totalmente desterritorializada. Lo que significa que la americanización no es exactamente la misma cosa que la globalización, incluso si tanto una como la otra ahora van juntas.
En una primera época parecía que el comunismo era la “bestia negra” de la Nueva Derecha, pero después de la caída de los regímenes soviéticos, ¿qué queda realmente del marxismo? Y en este sentido, ¿resulta fructífero un diálogo con los neomarxistas de la Nueva Izquierda, desafectos ya de las experiencias del socialismo real?
El comunismo nunca fue la "bestia negra" de la ND. Nunca creí tampoco que, frente al sistema soviético, fuera necesario solidarizarse con un "mundo libre" americanocentrado. La caída del sistema soviético tuvo el gran mérito de revelar que el "mundo libre" era también un lugar de numerosas restricciones y alienaciones, y que podía segregar formas de totalitarismos inéditos. También se descubrió que la URSS nunca fue otra cosa más que un capitalismo de Estado, que soñaba con hacerlo mejor que América, pero sin cuestionar nunca el ideal productivista del crecimiento y el desarrollo. A ello se le añadía una dimensión dictatorial- totalitaria, pero también una dimensión nacionalista-"imperial". Por otra parte, es evidente que la caída de la URSS es lo que ha permitido la globalización. En cuanto al "anticomunismo" americano, también enmascaraba un anti-rusismo que está más presente que nunca, como lo demuestra la hostilidad radical de Washington hacia Putin. ¡La Guerra Fría nunca terminó!
Contrariamente a lo que siempre creyeron la derecha y la extrema derecha, el vínculo entre el marxismo y el comunismo soviético es extremadamente problemático. Marx ciertamente no se hubiera reconocido en Lenin o Stalin. Es hora de volver a leer su obra de manera desapasionada. En ella encontramos grandes errores (principalmente su filosofía de la historia), pero también una crítica de la esencia del capital que en muchos aspectos no se ha superado. Pienso muy concretamente en lo que Marx escribió sobre la tendencia a la ilimitación de la Forma-Capital, sobre el fetichismo de la mercancía y la reificación de las relaciones sociales que resulta de ello, sobre la ideología de los derechos humanos, etc. Es, en este sentido, que un diálogo con algunos neomarxistas (Costanzo Preve, Denis Collin, etc.) puede resultar fructífero. También tengo mucho interés en la escuela neomarxista de la teoría crítica del valor (Robert Kurz, Anselm Jappe, Moishe Postone).
Y ya que hablábamos antes del Islam, resulta inevitable plantear el problema de la inmigración en Europa y la cuestión de la identidad. ¿Sirven todavía las propuestas multiculturalistas o comunitaristas, a pesar de las críticas recibidas por los llamados grupos identitarios?
La inmigración masiva a la que estamos asistiendo actualmente, entraña patologías sociales bien conocidas, de las cuales las clases populares son sus primeras víctimas. En las actuales circunstancias, este fenómeno está llamado evidentemente a agravarse. Sin embargo, sería posible, si no eliminar la inmigración, al menos ralentizarla considerablemente, pero esto requiere una autoridad y una voluntad políticas que faltan. Aquí nos encontramos con el rol de la Forma-Capital, ya que (como hemos visto de nuevo recientemente en Alemania) es la patronal la que se muestra más favorable a la inmigración. La inmigración constituye el ejército de reserva del Capital para ejercer presión a la baja sobre los salarios. La patronal la justifica por el "beneficio económico" al que daría lugar, en términos de crecimiento y empleo, una llegada de inmigrantes cada vez más masiva. Los aspectos extra-económicos (culturales, sociales, religiosos, etc.) no se tienen en cuenta, pues desde el punto de vista económico, los hombres son intercambiables (un millón de polacos o un millón de malienses, es siempre un millón). En realidad, la inmigración aporta mucho al sector privado, pero es ruinosa para el sector público.
La presencia en Europa de varios millones o decenas de millones de hombres y mujeres de origen inmigrante es un problema muy diferente. Observo que los adversarios de la inmigración se dividen en tres categorías: los que piensan que los inmigrantes no se pueden integrar ("son asimilables"), los que piensan que pueden pero no quieren ("ellos prefieren constituir comunidades separadas") y los que piensan que quieren pero que no deben ("desnaturalizarían nuestra identidad"). Estas tres posiciones son obviamente contradictorias. Mi preferencia personal es hacia un comunitarismo moderado, que no excluye el derecho común, pero que no hace pagar la integración al precio del olvido de los orígenes. Soy muy consciente, dicho esto, de la dificultad del problema. Sólo sé que no lo vamos a resolver ni mediante el angelismo, ni mediante la xenofobia.
El cristianismo, desde luego, se encuentra en crisis, precisamente en la Europa que lo vio nacer, pero ¿puede ser sustituido por un neopaganismo, un regreso a los orígenes indoeuropeos, como la auténtica religión de Europa?
No es solamente el cristianismo lo que está en crisis, sino todas las formas religiosas de espiritualidad. El cristianismo fue muy acertadamente definido por Marcel Gauchet como la "religión de la salida de la religión". Decir que los cultos antiguos fueron sustituidos por el culto a la democracia liberal y el consumo queda un poco corto. El hecho esencial es el hecho de la secularización, que debe entenderse dialécticamente: por un lado, la religión ha dejado de determinar y controlar los valores de la sociedad global (en el mundo occidental actual, la creencia religiosa no tiene más que el estatus de una opinión entre otras); por el otro, como bien lo vieron Carl Schmitt, Karl Löwith y algunos otros, todos los grandes conceptos políticos de la modernidad son antiguos conceptos teológicos que han sido derivados hacia la esfera profana. La teoría de los derechos humanos se basa en la concepción cristiana del derecho natural, la ideología del progreso reformula la concepción bíblica de la historia vectorial, el futuro ha sustituido a la salvación, etc. Chesterton hablaba con mucha razón de las "verdades cristianas enloquecidas" en los tiempos modernos. Antes de convertirse en "locas", eran cristianas.
Imaginarse que el cristianismo podría eventualmente ser reemplazado por un "neo-paganismo" es una ingenuidad, poco realista también - sobre todo porque el paganismo tiene sentido sólo si es una religión de la ciudad. La misma ND nunca ha abogado por una "vuelta a los orígenes indoeuropeos." Nunca se vuelve a los orígenes: Nietzsche decía muy acertadamente que "no nos acordamos de los griegos." En cambio se puede recurrir a ellos. Podemos usarlos para obtener un buen conocimiento de las religiones de la Antigüedad con el fin de descubrir los valores éticos, modelos espirituales y sociales, formas de ver el mundo en las que todavía es posible inspirarse. Se puede, igualmente, abandonar el imperativo prometeico del dominio y el control de la naturaleza que la modernidad ha generalizado desde Descartes, para sustituirlo por el sentimiento de una copertenencia armoniosa con la naturaleza y los otros seres vivos.
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