Si el primer ministro francés, el socialista Manuel Valls, no llega a los niveles de la cadena catarí Al Jazeera, que explica en un artículo en su página web que la victoria de Le Pen es una amenaza mayor que el ISIS, ha reaccionado al menos con un nivel de alarma que parece impropio de un líder democrático, como si en vez de avanzar el Frente Nacional con los votos de los franceses lo hiciera con los Panzer de la Wehrmacht.
´Tous contre elle´, "Todos contra ella", es el titular con que abre el diario Nice-Matin con una foto de la nieta y candidata, Marion Le Pen, saludando con el brazo en revelador postura, y el venerable órgano de la derecha, Le Figaro, y el de la izquierda alternativa, Liberation, coinciden esta mañana titulando en primera con una misma palabra que no precisa traducción: ´Choc´.
La idea surrealista de que el Frente Nacional es un ejército invasor que amenaza nuestro modo de vida, sin relación alguna con ese 28% de votantes franceses, es casi palpable. Se siente el pánico y se extiende el mensaje de que Le Pen, simplemente, no puede ganar. Sin necesidad -aún- de un partido islamista, se cumple la profecía de Michel Houellebecq en su última novela, Soumission, en la que todas las fuerzas políticas, derechas e izquierdas, se unen para impedir la amenaza al consenso moderno.
Al otro lado del Atlántico, quien está enfureciendo al establishment es un peculiar millonario, Donald Trump, que tiene aterrada a la clase política al poner en evidencia sus ritos y manejos y enloquecido de furia al estamento mediático al negarse a transigir con la tiranía de lo políticamente correcto e ignorar sus advertencias.
Son incontables los artículos y reportajes, análisis y portadas de medios norteamericanos que han dado por muertas y enterradas sus aspiraciones políticas después de un comentario juzgado impensable o desastroso, solo para reaparecer más fuerte en las encuestas. Va destruyendo los tabúes de la vida política, atreviéndose con lo intocable.
Lo último ha sido dirigirse a la Republican Jewish Coalition, los poderosos donantes judíos a los que cortejan con entusiasmo y extremando la cortesía todos los demás aspirantes, y decirles en la cara que ya sabe que no van a apoyarle "porque no les necesita".
Su actitud desconcierta tanto a los tradicionales respaldos empresariales del Partido Republicano que algunos tradicionales donantes prefieren alinearse con el peor enemigo: Hillary Clinton. Es el caso Mike Fernandez, magnate del sector sanitario en Miami y donante de Jeb Bush donor, que ha contratado una página entera en el dominical del Miami Herald y publicará la misma en Des Moines y Las Vegas poniendo a Trump como no digan dueñas y pidiendo a los votantes "que vean a este "hater" como lo que es: un MATONillonario inseguro y narcisista con hambre de ser adorado".
La cadena norteamericana Fox News obtuvo en exclusiva el anuncio, en el que Fernández compara a Trump con "líderes despóticos" como Mussolini, Hitler y Perón.
No hace falta ser demasiado observador para advertir que nuestras élites mediáticas y culturales son de izquierdas, pero las reacciones a la reciente victorial del Frente Nacional de Marine Le Pen en las elecciones regionales francesas, donde se han consolidado como el partido más votado del país vecino, o a la marcha triunfal de Donald Trump en las encuestas para convertirse en el candidato republicano sorprenden por un toque de auténtica desesperación en los medios y la clase política al uso.
La proximidad al poder en Estados Unidos y Francia de estos dos líderes ´impensables´ a contrapelo de los dogmas del consenso político de posguerra hace pensar en una quiebra de las posiciones ideológicas hasta ahora en uso, así como de una rebelión de los votantes al seguro ´pastoreo´ que han ejercido hasta ahora sin problemas los grandes grupos de comunicación con las bendiciones de la clase política, cultural y académica.
Su popularidad también llama la atención sobre el hecho de que la atención del público occidental ya no se centra en exclusiva en los argumentarios al uso. Económicamente, por ejemplo, los liberales han llamado frecuentemente la atención sobre el hecho de que el Frente Nacional defiende políticas estatalistas y proteccionistas no muy diferentes de las de sus rivales socialistas, mientras que nada hace pensar que el programa económico de Trump se aleje mucho del capitalismo de Estado mínimo que defienden sus correligionarios.
Pero no es la economía, estúpido. Lo que acerca a dos personajes tan diferentes como Trump y Le Pen es el odio de la prensa convencional y todo el mandarinato cultural y una identidad nacional diluida, vergonzante y, ahora, seriamente amenazada por la inmigración masiva.
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