Es muy poco probable que el oportunista insignificante que ocupa el cargo de jefe de Estado, así como el retardado congénito que aparenta ser primer ministro, por no hablar de los "tenores de la oposición" (LOL), salgan con honor de esta revisión y exigencia de responsabilidades.
A raíz de los atentados del 7 de enero, pasé dos días pegado a los noticiarios, sin poder apartar la mirada del televisor. A raíz de los atentados del 13 de noviembre, no recuerdo haber encendido el televisor. Todo lo que hice fue llamar a los amigos y conocidos que viven en los barrios afectados (y es un montón de gente). Uno se acostumbra a todo, incluso a los ataques.
En 1986, París se vio afectada por una serie de atentados con bombas en diversos lugares públicos (obra de la Hezbolá libanesa, creo, quien se atribuyó la responsabilidad en aquellos momentos). Había cuatro o cinco ataques en períodos de pocos días, a la semana, no me acuerdo muy bien. Pero recuerdo a la perfección el ambiente que se respiraba en el metro, en los siguientes días. El silencio en los pasillos subterráneos era total, y los pasajeros cruzaban sus miradas con desconfianza. Eso fue durante la primera semana. Luego, muy rápidamente, las conversaciones se fueron reanudado y el ambiente volvió a la normalidad. La amenaza de una inesperada explosión se mantuvo en el aire, pesando en la mente de todos, pero esta tensión ya había pasado a un segundo plano. Nos acostumbramos a todo, incluso a los atentados. Francia va a resistir. Los franceses resistirán, incluso sin hacer alarde de un heroísmo excepcional, sin siquiera necesitar un "clic" de orgullo nacional colectivo.
Resistiremos porque no se puede hacer otra cosa y porque uno se acostumbra a todo. Y ninguna emoción humana, incluso el miedo, es tan fuerte como la costumbre.
Mantenga la calma y continúe. Mantenga la calma y siga adelante. Muy bien, vamos a hacer precisamente eso (aunque - por desgracia - no tenemos un Churchill para dirigir el país). Contrariamente a la creencia popular, los franceses son más bien dóciles y se dejan gobernar fácilmente, pero eso no quiere decir que seamos completamente imbéciles. Nuestro principal defecto podría definirse como una especie de superficialidad propensa a la falta de memoria, lo que significa que necesitamos refrescarla periódicamente. La lamentable situación en la que nos encontramos ha generado responsabilidades políticas específicas; y estas responsabilidades políticas deben ser señaladas tarde o temprano. Es muy poco probable que el oportunista insignificante que ocupa el cargo de jefe de Estado, así como el retardado congénito que aparenta ser primer ministro, por no hablar de los "tenores de la oposición" (LOL), salgan con honor de esta revisión y exigencia de responsabilidades.
¿Quién ha decretado los recortes en el cuerpo de policía, para reducir su presupuesto hasta la exasperación, condenándolo a ser casi incapaz de cumplir con sus obligaciones?
¿Quién ha enseñado durante muchos años que las fronteras son tonterías pasadas de moda, un símbolo del nacionalismo anticuado y nauseabundo? Es evidente que la responsabilidad por estos hechos ha sido ampliamente compartida.
¿Qué líderes políticos han involucrado a Francia en operaciones absurdas y costosas, cuyo principal resultado ha sido la de sumir en el caos primero a Irak y después a Libia? Tales gobernantes estaban dispuestos, hasta hace poco, a hacer lo mismo en Siria. (Se me olvidaba, es cierto que no fuimos a Irak en la segunda guerra, pero estuvimos cerca; y parece obvio que Dominique de Villepin pasará a la historia sólo por eso, que no es poca cosa: impedir que Francia, por un una vez, la primera y única vez en su historia reciente, participara en una intervención militar, criminal además de idiota).
La conclusión ineludible es por desgracia muy grave: los gobiernos que han ejercido el poder durante la última década (¿o veinte, treinta años?) han fracasado miserablemente, de manera sistemática, en su misión fundamental: proteger al pueblo francés, quien confiaba en su responsabilidad.
La población, por su parte, no ha fallado en nada. Después de todo, nadie sabe exactamente lo que piensa la población, ya que los sucesivos gobiernos han salido bien parados de distintos referendos (excepto uno, en el año 2005, pero optaron por no tener en cuenta el resultado). Las encuestas de opinión, sin embargo, siempre parecen autorizadas y fiables. Considerando su valor real, revelan más o menos las siguientes cosas: la población francesa siempre ha mantenido su confianza y solidaridad con las fuerzas del ejército y de la policía; se acogió con desdén el sermón de "Izquierda Moral" (¿moral?) para la acogida de los refugiados y los migrantes; y nunca se han aceptado sin reticencia y sospecha las aventuras militares extranjeras a las que nuestros gobernantes nos han arrastrado.
Se podrían multiplicar indefinidamente ejemplos de la escisión, hoy abismal, que ha surgido entre los ciudadanos y quienes deberían representarlos.
El descrédito que ahora golpea en Francia a la totalidad de la clase política no sólo es generalizado, sino también legítimo. Me parece que la única solución que nos queda sería ir lentamente a la única forma de democracia real, y con esto quiero decir la democracia directa.
Michel Houellebecq
Corriere della Sera, 19/11/15