El tango, esa añoranza en el fondo del alma

¿Qué buscan esas personas? ¿Qué buscamos todos los que en determinado momento somos captados por el tango? Creo que buscamos algo perdido, y esa nostalgia la expresa el tango con una profundidad y matices asombrosos. Por alguna grieta se filtra el tango, y va directo al alma cuando no está totalmente adormecida.

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El tango es sin duda una de las músicas llamadas “populares” de mayores posibilidades expresivas. También es una danza. Pero esto es decir muy poco sobre él.

La supervivencia del tango es algo que suele analizarse menos que su origen. La inmigración europea, los gauchos, Buenos Aires, el suburbio, el puerto, la llanura interminable chocando contra el río más ancho del mundo, la nostalgia, los conventillos… De la relación de esos múltiples elementos y de algunos otros nace el tango y su complejidad. Existen variados estudios y puntos de vista sobre el tema, como para intentar develar el misterio. En general hay que remitirse a la música criolla como secuencia de la española y a la vigüela, a la música popular italiana y centroeuropea propia del aluvión inmigratorio de fines del siglo XIX. A mí, muchos fados portugueses me remiten al tango, aunque en ellos la protagonista es siempre la voz, y en el tango sólo a veces.

Esas confluencias interminables y misteriosas terminan siendo expresadas del mejor modo posible, por un instrumento alemán que nació para reemplazar al órgano en las ceremonias religiosas de lugares alejados, donde no lo había.

Pero menos riguroso que una investigación histórica sobre su origen, es arriesgar opiniones sobre los porqués de la supervivencia y la vigencia del tango hasta la actualidad.
 
Suelen verse en Buenos Aires personas de distintas nacionalidades, predominantemente europeas, buscando relacionarse o profundizar su relación con el tango. Muchas de esas personas lo bailan o son músicos. Otros sólo tienen interés en disfrutarlo y comprenderlo más. También está el tango turístico, que es tan falso como casi todo lo que se prefabrica por un interés comercial.
 
¿Qué buscan esas personas? ¿Qué buscamos todos los que en determinado momento somos captados por el tango? Creo que buscamos algo perdido, y esa nostalgia la expresa el tango con una profundidad y matices asombrosos. Por alguna grieta se filtra el tango, y va directo al alma cuando no está totalmente adormecida.
 
Hay arte que crece y arte que decrece. El tango parece estar moribundo a veces, pero luego resucita de un modo extraño, tradicional, porque lo que expresa no figura siempre en las partituras, y necesita una traditio, un traspaso de persona a persona, una presencia efectiva para poder seguir siendo.
 
El tango es un modo de añorar lo que hemos sido. Un modo de llorar, más productivo que el llorar mismo. Su carácter es afín a determinados pueblos. Mi opinión es que para comprenderlo se necesita una determinada característica espiritual. No busquemos el tango si pretendemos una música alegre, aunque personalmente no lo considero necesariamente triste.
 
A los japoneses, por ejemplo, les gusta mucho el tango. Va con su carácter sofisticado y silencioso. Porque para el tango se necesita la cadencia del silencio. Algunos dicen que el tango tiene influencia negra –siempre es más fácil decir eso y generalmente queda bien. Si tanto así fuera, tendría seguramente percusión y no la tiene. En todo caso, no es eso lo que ha prevalecido en él, sino el bandoneón y las cuerdas (aunque las cuerdas fueron lo primero). Muchos cantan tango, pero pocos lo interpretan. Y aquí escribiré el único nombre propio de este texto; es de un cantor, el que todavía suena en la marcha peronista: Hugo del Carril.
 
El tango expresa lo mejor que hemos perdido. Una ciudad, una mujer, un tiempo, a los padres, a los amigos, la justicia, las ilusiones. Es una herida puesta fuera del tiempo, una música popular colocada en el instrumento que mejor capta su espíritu: el bandoneón. Un instrumento que ya no se fabrica, y que fue ideado en Europa central para interpretar la música de Bach en las ceremonias religiosas populares. Quizá no haya tanta diferencia, entre la iniciativa original de su creador y el espíritu del tango.
 
 
Todo fue un sueño, un sueño que perdimos,
como perdimos los pájaros y el mar,
un sueño breve y antiguo como el tiempo
que los espejos no pueden reflejar.

("Los pájaros perdidos", de M. Trejo y Piazzolla)

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