"No les une el amor, sino el espanto", decía Borges

Aberrantes alianzas políticas

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Hitler y Stalin en determinado momento fueron aliados, lo que demuestra lo frágil que resultan las ideologías ante los intereses políticos. Sin embargo, el poder y sus alianzas ocasionales, tienen ciertos objetivos que van más allá del poder mismo y su acumulación: son las metas que los pueblos procuran alcanzar para cumplir su destino.

En el caso histórico al que me refería es evidente que al final no resultó la alianza, y todo terminó en la brutal carnicería que todos conocemos.

Esta reflexión de Perogrullo viene a cuento, porque a veces vemos cómo algunos suman y restan un poder, que si lo analizamos en profundidad, se construye arrimando proyectos e identidades que en el fondo nada tienen que ver entre sí. Son alianzas de momento como la de Hitler y Stalin, y que pueden terminar igual.
 
Son alianzas que se fabrican contra un supuesto enemigo común, son “anti determinada cosa”, pero más allá de eso no hay mucho más que pueda unir a sus componentes. En esto también hay que citar a Borges, no como político –que no lo era–, sino por su sutileza en la forma de decir las cosas: “No los une el amor, sino el espanto” decía el escritor con la ironía propia de su inteligencia.
 
Y yendo hacia lo más cercano, vemos como hoy también se construyen extrañas alianzas.
 
Gente de la llamada peyorativamente “ultraderecha europea” se pone a hablar bien de Chávez, que se proclama trotskista, antieuropeo, socialista, guevarista e indigenista, según le venga a la boca en su caribeño léxico verborrágico.
 
A su vez, ciertos marxistas pretendidamente ortodoxos en su materialismo filosófico, hablan bien de la revolución iraní, que hasta donde yo sé se basa en principios religiosos que, si son coherentes –y no tengo porqué pensar que no lo son– no siguen precisamente la lógica dura y científica de Marx, sino el Corán y su profeta, según la creencia en un Dios que no puede por definición ser marxista.
 
A veces vemos unirse en protestas a burgueses progresistas con personas que los colgarían de una cuerda a la primera oportunidad.
 
En Sudamérica hay indios que rechazan la conquista europea y son marxistas ¿No era acaso Marx un europeo que armó su andamiaje filosófico en el pensamiento occidental? ¿No fue el idolatrado Che Guevara un descendiente de conquistadores españoles, formado en el pensamiento filosófico revolucionario europeo?
 
Los muy revolucionarios chavistas reciben dólares norteamericanos por el petróleo para hacer su revolución del “socialismo del siglo XXI”, y los super comunistas chinos mejoran el sistema capitalista con un comisario político detrás de cada obrero en las líneas de producción.
 
Los indigenistas sudamericanos tienen como artífice de unificación de sus diversas comunidades el idioma español, que según dicen les enseñó el más horrendo opresor de sus culturas.
 
Los neonazis escuchan una música derivada de ritmos negros, como es en su gran mayoría el rock, y los descendientes incaicos del Perú recuerdan la grandeza de la “raza cobriza” que los agrupa políticamente según precisamente su “raza”.
 
Los eslavos, la escoria de la raza blanca, según el comisariato político nacionalsocialista, se convierten en la salvación para cierto identitarismo blanco posmoderno.
 
Los abanderados del amor libre se tiran de los pelos porque las amigas de Berluscon toman sol desnudas en una residencia privada, y luego salen igual de desnudos para apoyar a los gays en sus marchas públicas, a los besos por las calles de Roma.
 
Queridos amigos, si por una cuestión de poder debemos celebrar las más diversas alianzas, por lo menos tengamos el buen gusto de hacerlo con la moderación propia de personas inteligentes, y no arrojando sobre el rostro de nuestros eventuales interlocutores agobiantes discursos y soberbias justificaciones ideológicas, del todo innecesarias para nuestro castigado intento de razonar un poco, dentro de unos parámetros medianamente aceptables.
 

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