“La poesía es el fundamento que soporta la historia.”
Martin Heidegger
¿Cuántas veces se ha hablado de poesía y revolución? Las izquierdas repiten una y otra vez que los poetas deben escribirle a la revolución. Es extraño que una ideología materialista como el marxismo, por ejemplo, pida a los poetas que le canten a su dogma para imprimirle algún tipo de espíritu. Pero la revolución es voluntad, por lo tanto se necesita contar con el favor de los espíritus.
Si no tomamos la palabra revolución en sentido progresista y le damos un contenido más amplio, como el de un cambio respecto al orden establecido, podemos encontramos con otro tipo de revolución. Una Revolución Conservadora (como la que en los años veinte y treinta hubo en Alemania), por ejemplo. Una revolución que quiere justamente invertir el orden impuesto por el progresismo. Entonces tenemos más libertad, con respecto al reconocimiento de factores no materiales en la historia humana, y cierta coherencia respecto al papel de la poesía en la revolución.
El tipo de hombre que pretende producir cambios revolucionarios, si es sincero, busca mejorar una sociedad que considera injusta. Una idea bastante poética sin duda, aunque se trate de un revolucionario de concepciones que consideremos equivocadas y poéticamente contradictorias.
Sabemos que, en ocasiones, los revolucionarios siguen alternativas falsas y van hacia un sacrificio inútil. Muchos sinceros revolucionarios soviéticos, por ejemplo, se sorprenderían de los resultados a los que llegó una revolución en la que poéticamente creyeron. Si es que les quedó algo de poesía, después de contar los millones de muertos que originara.
Eso sí, lo que nunca voy a entender, es cómo alguien que se considera poeta puede inflamar su espíritu con doctrinas antiespirituales. Y pese a que nunca desentrañaré el misterio, no dejaré por eso de admirar ciertos poetas que, al parecer, desconocen la importancia histórica del mismo principio que les otorgó el don de escribir, y que su propia ideología materialista pretende desconocer.
Pero un poeta revolucionario sólo se justifica por su obra. Si su obra es buena, aún en el error político el poeta sigue siendo poeta, de lo contrario, sólo es un revolucionario equivocado, algo que ciertamente puede terminar muy mal, como hemos visto tantas veces a lo largo de la historia.
El plano político no es el plano poético, aunque no haya movimiento político completo sin su costado poético.
Los que sostienen una exaltación poética revolucionaria en base a ideologías materialistas deben resignarse a algo bastante obvio: es el espíritu y no la materia el fundamento de la poesía. De todos modos, ya tendrán ellos, seguramente, alguna forma ideológica de superar las contradicciones.