Bulimia moral, Anorexia ética o, simplemente, Cabronería

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No me pregunten el por qué del uso de mayúsculas mientras me observan con ojos de piraña libidinosa. Mis razones tengo y se las explicaré, aunque me encuentro en baja forma física por culpa de un nuevo virus importado, al igual que nos importan con esplendidez y dadivosidad no ayudas económicas para paliar las fatigas de nuestros ocho millones de pobres, sino tuberculosis, sífilis, sida, gonorrea, sarampión y una amplia gama de enfermedades que, aquí, ya teníamos erradicadas. Aunque “de eso” hay órdenes expresas de no hablar ni de soslayo, porque no resulta “políticamente correcto” ni solidario, ni invita a la sana tolerancia.
 
Así que seamos solidarios y tolerantes y en aras del buenismo nos resignaremos, felices y con nuestros egos sublimados por la compasión y la caridad, a contagiarnos y enfermar, mientras cultivamos con esmero las virtudes lacrimosas. ¡Valiente mierda! Y así, dentro de la línea de las defecaciones, contaré que empleo las mayúsculas en términos como Bulimia Moral y Anorexia Ética, porque son términos tan importantes que adquieren naturaleza propia en el patético espectro social que padecemos. Mi marido, el viejo Erik, socialista de la quinta de Puerto Hurraco, dice que Felipe nunca hubiera consentido linchamientos mediáticos. Y tiene razón. No me puede el sectarismo a la hora de opinar que los linchamientos político-mediáticos que comenzaron a emerger, en su intrínseca ponzoña, cuando un puñado de cretinos ambiciosillos se conjuró para cargarse el felipismo y sacaron el Gal y machacaron honras con largueza, ese estilo sin estilo fue profusamente utilizado en la batalla anti-Gil.
 
¿No lo recuerdan? Sí, me refiero a cuando aquel gordo populista, aullando lo que le salía de las pelotas, ponía en pie a los polideportivos en Ceuta y en Melilla, ganaba votos en plan multiplicación de los panes y los peces, mayormente porque el personal estaba hasta la ingle de la altivez y la lejanía de los políticos peperos y fueron a por el Gordo y al Gordo le costó la vida de tantos disgustos y tantas causas judiciales. Aznar hoy, con el Master aprobado tras gobernar ocho años, puede considerarse un estadista. Pero en 1999 era un relamido rencoroso que, lo recuerdo como si fuera hoy, en una entrevista en televisión, cuando le preguntaban que como se definía, contestaba “somos el centro”, y el entrevistador insistía: “¿Y quien está entonces a su derecha?”, y Aznar le miró con aborrecimiento y contestó con voz de ultratumba: “¡Nadie!”.
 
Esa entrevista me acojonó, porque entraba susto por ser y sentirse de derechas. Felipe nos dejaba vivir y no nos negaba el pan ni la sal. Pero el reinado del peperismo, con su eficacia en la gestión, pero brutalmente gélido y lejano, fue el punto de partida, fueron las lluvias que trajeron estos lodos. Lodos y mierda. Así, dando arcadas de repugnancia he vuelto a asistir en televisión, en un programa de por la tarde, a la Bulimia Moral de supuestos “informadores” que cogen la noticia, la revuelcan en jugos gástricos y la vomitan tras meterse los micrófonos hasta la campanilla. Esta vez los muy miserables, metidos a fiscales del pan pringao, “denunciaban” que el desdichado Julián Muñoz había salido de prisión para hacerse un cateterismo, porque la cárcel le ha roído las arterias. “Trato de favor”, clamaban los abyectos hijoputas, con esas bocas de ignorantes lumiascas. ¿Qué trato de favor es sacar a un interno enfermo a un hospital o a una clínica? Eso se ha permitido desde que la democracia existe. Lo que no permiten los directores, y menos con la Directora General de la que disfrutamos, esa Mercedes Gallizo a quien los presos adoran y que vale su peso en monedas de dos reales, lo que no se permite en un país de la UE es que un preso se muera como un perro en la cárcel.
 
Aunque bien es cierto que la muerte en prisión, por ahorcamiento, hara kiri o repente, de los malayos encarcelados, es decir del desventurado Julián Muñoz o del masacrado Juan Antonio Roca, cuyo futuro parece depender de lo que les salga de las pelotas a los rencorosos peperos, “esas” muertes, serían puro refocile para las víctimas de la Bulimia Moral y de la Anorexia Ética. ¿Se imaginan a los programas del corazón atendiendo las salidas de los féretros de la prisión? Horas y horas de programación. Intervenciones especiales y algún golferas del tercer grado, aprovechando la coyuntura para sacarse mil eurillos, dando detalles siniestros del deceso: “Habla el interno que encontró a Roca degollado tras practicarse una decapitación con un bolígrafo Pilot”. La cabronería siempre será cabronería. Y los chusmones siempre se deleitarán con la desgracia ajena, aunque existan mil maneras distintas y todas ellas más dignas, de levantarse un jornal.
 
Mi viejo marido, que se asusta ante la infamia, porque es muy de Felipe y de Alfonso, muy hombre de bien, me oye explicar la Malaya y se aterroriza. Pero, como católica de misa y de comunión diarias, obligado me es positivizar: rezo por la Gran Víctima de la Gran Trama, Juan Antonio Roca, que, de lo que le acusan, ha llegado tal vez a ser capaz de hacer el 1%, y al que le toca, entre tanto cuerno, hacer la vez de “El bombero torero”, chiquitillo pero con casta. ¿Qué si es ser positivo el declarar en negro sobre blanco que Juan Antonio Roca es víctima de la más sucia injusticia del siglo? No. Eso es una realidad. Lo positivo en la era de la cobardía, de la hipocresía, de la Bulimia Moral, de la Anorexia Ética y de la Colitis del Bajunerío, es comprobar que existen tipos valerosos y arrojados en el combate, como los del Grupo de Blanqueo, que tienen a la cabeza a un tal Olivera, que es un lanzado, ataca, decapita, acosa, derriba, arrincona, aterroriza y siembra el pánico entre empresarios, promotores, niñas como María Roca o ángeles como la preciosa Gigi Román. ¡Qué cojones tiene el tío! ¡Como se arriesgan los de Blanqueo! La vida se juegan las criaturas en cada intervención. Novios de la Muerte les vamos a llamar. Todo positivo. Lo que pasa es que, con Felipe o con Guerra, estos lanzados kamikazes, en lugar de perseguir a promotores y asustar a mujeres y a niñas, lo mismo se estaban jugando las pelotas persiguiendo a células integristas pakistaníes o árabes, camuflándose en las mezquitas sospechosas y acosando a elementos criminales. ¿Qué dicen, y lo que es más raro, lo dicen con pena? ¿Que los integristas islámicos y los terroristas son fieras y matan y la delicada María Roca, ignominiosamente esposada ante sus compañeros de colegio y la linda Gigi Román no matan a nadie?
 
Con Felipe y con Guerra, nada de esto hubiera pasado. Jamás lo hubieran permitido. Por aquello del respeto a la Constitución, a la democracia, a la dignidad, a los derechos y a la Justicia. La cabronería fue posterior, la trajeron los peperos, la consagraron “jueces” de pacotilla, la proclamó el BOE judicial y policial, es decir, el Tomate. Y la sufrimos, con oprobio y con vergüenza, todos los españoles. Es decir, los españoles que quedamos.

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