Esto es siniestro. Esto es patético. Esto es una mierda.

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A la España que madruga y que vuelve derrengada a su casa, no se le puede tomar el pelo con frivolidades. Porque es cruel. Porque es malvado. Porque es de tener muchísima mala leche. Y aquí pillan rasca los dos grandes partidos.
 
Por una parte la Vicepresidenta del Gobierno y las ministras, haciendo caridades en plan Día del Domun de toda la vida, con los negritos de Níger, visitando una plantación de chufas de un valenciano que tiene un capataz polígamo y prometiendo, perdónenme si me equivoco, “millones de euros” por la cara.
 
Sin consultar al pueblo español sobre si prefiere regalar los millones a los negritos, pese a su encanto étnico y el entusiasmo inocente que muestran en las fotos oficiales (¡quedan de bien! ¡quedan de elegantemente solidarias!) o, por el contrario, prefieren que, esos millones vayan a paliar la hambruna de nuestros “pobres del 26” de esos dignísimos jubilados y pensionistas que, como no tienen para comer la última semana del mes con sus pensiones de mierda, se lanzan a la calle, mudos de angustia y piden limosna mientras se les cae la cara de vergüenza.
 
De esa misma vergüenza que no tienen ni la Vicepresidente ni su corte mujeril a la hora de ir regalando dineros, como si fueran sus propios ahorros que sacaran de su propia hucha y no representaran el sudor, el esfuerzo y el sacrificio de un pueblo español donde se multiplican los parados y la pobreza sube como la espuma.
 
La aventurita caritativa de Níger hace sangre. Y hay que tener muy poca sensibilidad y mucha poca vergüenza para ir desparramando millones a los ajenos, a quienes muy bien puede socorrer la ONU, mientras, que ningún ministro caritativo extranjero, se alarga a nuestras barriadas marginales, ni a nuestros núcleos chabolistas, ni a esas colas nocturnas de cada día a la puerta de los contenedores de los supermercados, donde acuden los viejos a escarbar ansiosos en busca de una fruta pocha de un yogur que no esté “muy” caducado. Por favor.
 
Que venga un ministro yanki a las puertas de los restaurantes donde, los pobres, se pelean por los desperdicios y que se alargue a las Barranquillas a hacerse fotos con los enganchados y contemple los “coches calientes” hasta los topes de cadáveres andantes que van en busca de las paquetillas.
 
O que se alargue la elegantísima y Muy Caritativa Vicepresidenta a la ciudad de Nerja y se llegue al par de habitaciones a la vera de la ermita donde viven malamente las Hermanas del Buen Samaritano, cuatro santas mujeres que se arremangan al alba y van por las casas cuidando viejos y quitándole la mierda a los enfermos. Y sueñan con un hospitalito para sus viejecillos y allí llega de cuando en cuando mi marido, el viejo pintor, como la semana pasada y les lleva un cuadro para que lo subasten por Internet y se saquen unas pesetas.
 
Y que conste que, por no decir que mi familia es pobre como las ratas, tiramos de finura y de teología y nos declaramos “esenios”, vamos, que no estamos para dar sino para que nos den. Pero el viejo pintor gratis da lo que de Dios gratis recibe: su arte. Yo digo “Ave Santa María que pariste Mesías” pienso en los lirios del valle y sé que yo me visto por los pies cada mañana. Como Dios manda.
 
¿Qué coño está susurrando con muecas de odio, imitando las paranoias de la alcaldesa de Marbella cuando se le va la olla y pide la hoguera para “los malayos”? ¿Qué si mi enfrentamiento con la alcaldesa se debe a que, su desdichado ex marido, el maravilloso doctor Terroba es el médico de mis niños? No. Se debe a que no trago excesos. Ni necedades. Ni fanatismos de ningún tipo. Ni de la majarona de la alcaldesa ni de las caritativas damiselas socialistas.
  
Eso sí, ustedes tienen razón. Ir a hacer caridades y a regalar millones al culo del Universo y retratarse con indígenas tiene un toque muy chic, siempre hay un negrito al que arrullar y una negrita vestida de típica a la que mirar con infinito amor. Y, para que nos vamos a engañar. Ni la exquisita Vicepresidenta, ni las agraviadas cursis del PP, tienen el mínimo interés en hacerse una foto mirando con arrobo a un yonki asqueroso, todo lleno de sarcoma de Kaporsi y a pique de que les pegue una enfermedad. Ni fotografiarse por la comitiva de fotógrafos lavándole el culo a una vieja apestosa, ni a la vera de un enfermo babeante y hediondo, eso lo dejamos para las monjitas y para el viejo pintor que está más p´allá que p´acá y entrega lo poco que tiene.
 
La verdad es que, a las de la solidaridad y las limosnas millonarias, nuestros pobres nacionales, nuestros drogadictos, nuestros locos que andan atolondrados por las calles y nuestros mendigos, les parecen, sencillamente, feísimos y en las fotos dan fatal. Queda el tema nada bucólico, sino más bien repugnante. ¡Nunca, jamás, saldría en la tele o en el Hola la política solidaria andurreando entre enganchados y chapoteando en miseria! Es tan poco estético que estremece de horror.
 
Ni lo hicieron las peperinas, ellas tan finas, en sus buenos tiempos. Ni en estos tiempos malos donde, a las cursis de la mecha todo se les va en rencores y venganzas, que no en denunciar esa cooperación internacional que consiste en quitarle los dineros a los obres de los países ricos, para regalárselos a los ricos de los países pobres. Nada. Pasan. El abuelo apestoso español no vende en plan marketing. Y estas, las “progres”, se pirran por limosneo exótico y minorías étnicas, les parece que, los ajenos, muestran más agradecimiento y se ponen como locos de contentos si les dan chucherías a los de abajo y millones a sus corruptos gobernantes. ¡Hacen de fiestas las criaturitas! Nuestros pobres no hacen fiestas. Ni bailan danzas típicas. Parecen amargados y tristes, los muy capullos y así se quitan las ganas de hacer caridad.
 
Tíos, esto es patético, esto es siniestro, esto es una mierda.

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