Torquemadillas e Inquisidorzuelos

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“Algunos jueces son incorruptibles, nadie puede inducirles a hacer justicia”
Bertold Brech
 
 
¿Qué me preguntan dando arcadas a causa de la repugnancia letal? ¿Si voy a darme de baja en el PP tras los últimos Autos de Fe pepero-marbelleros?. No. Que se jodan y que se tomen la molestia de expulsarme. Y que mañana amortajen a mis hijos si me importa una mierda la degrada y denigrada opinión peperil. Pero yo he seguido en vivo y en directo el gran linchamiento a Juan Antonio Roca, causa directa de todos los males patrios y, según se rumorea, capitán de los piratas que secuestraron en el Indico al atunero. Y a quienes, el avezado y aguerrido Gobierno Español, en lugar de mandar dos fragatas cargadas de legionarios, para aniquilarles, ha permitido que se les pague un rescate multimillonario. Vamos, igual reacción que la de los samuelitos prepucio descapotado, del Estado de Israel, cuando alguien se atreve a porculear a uno de sus abrahamcitos. Leves diferencias. Y en nuestro Imperio no se ponía el sol. Aunque es también verdad que, por el canal internacional se puede ver en todo el planeta el programa de María del Monte en el Canal Sur.
 
Pero, indigencia moral aparte, como española y rifeña, odio, desprecio y me asquean los Torquemada pueblerinos y más aún cuando exaltan a los ciudadanos, en plan ordalía y les invitan a linchar a un ser humano. Igualito que ha hecho la alcaldesa marbellera, Ángeles Muñoz, alias la Titi, chupando cámara y alcachofas sobre las costillas del único español que no tiene derecho a la presunción de inocencia, que es Juan Antonio Roca.
 
¿Para qué la hipócrita pamplina de un coñazo de juicio, con los abogados dando cabezadas, el fiscal hasta los cojones de tanta palabrería y los Ilustrísimos Magistrados haciendo prácticas de abstracción y meditación zen? Juan Antonio Roca ya ha sido juzgado y condenado. Eso sí, por la genuina Justicia del Aquí hay Tomate y por la pluma zafia de cuatro mentecatos, estragaítos de pasar fatiga por los ínfimos jornales y que, de forma solidaria, boquean de pura envidia ante los “presuntos” excesos de los dineros del “Criminal-Asesino- y –Todolopeor-Roca”.
 
Y, si el hombre, tenía una lámina de Miró, modestamente enmarcada encima de la bañera, los ignorantuelos de mierda, que saben de arte lo que servidora de nanotecnología, se hacen cruces por los centenares de millones que debe de valer el papelucho. Porque mola. Mola hacer sangre a quien, desde detrás de unos barrotes, no se puede defender y al que le intervienen hasta los diarios carceleros, por si contienen secretos de Estado. Digo yo que, a ese raro ejemplo de dignidad y hombría que es Mario Conde, nunca le intervinieron sus escritos, ni sus artículos, ni las expresiones en negro sobre blanco y letra redondilla de sus pensares y sentires. Y eso que Mario Conde era más peligroso que un talibán con una mochila, porque lo tenía todo: belleza, carisma, una inteligencia espectacular y la admiración incondicional de la juventud española. Por eso, cuando quiso hacerse el listo y meterse en politiquería, los mediocres oficiales del invento, con las pestañas quemadas de mirar al banquero, le hicieron la encerrona para quitárselo de en medio. Y se ensañaron. Bastante. Pero ningún integrista de la moralina convocó manifestaciones populares en su contra, ni se atrevió, sin haber sido ni juzgado ni condenado, a montar el circo repulsivo, bananero y vomitivo, de declararle “non grato”, como han hecho los mamarrachos del pleno del Ayuntamiento de Marbella con el empresario. ¿Qué si la Titi se pasa el derecho a la presunción de inocencia por su ingle teñida a mechas? Por supuesto.
 
Pero supongo que no lo hará por iniciativa propia y sin previa consulta con el Arenas. Es el típico talante inquisidorzuelo peperil. ¿No recuerdan la saña con la que machacaron al héroe de Intxaurrondo, mi padre espiritual, el general Enrique Rodríguez Galindo, aquel que desarticulara con un puñado de valientes a ciento dos comandos de ETA? Yo estuve allí y puedo hablar de las mañas y de las maneras del PP para quienes no les agitan el botafumeiro. De la prisión de Alcalá, tras la firma de un mandril a quien no le tembló la mano ni se murió de vergüenza al rubricar la expulsión del soldado de “su” Guardia Civil, así se le pudran las tripas al tiparraco que firmó, tras el pretendido deshonor, el traslado al solitario y gélido infierno de Ocaña. Pensarían balanceándose en las mullidas moquetas anti-ácaros “¡No reviente el mamón!” Y mi General de la ceca a la meca, de la cárcel al hospital, perdiendo la vida a chorros y del hospital, donde no le querían dejar ingresado por “seguridad”, al chabolo. Un millón de firmas no le valieron el indulto. Con cien mil Aznar indultó a Gomez de Liaño por “clamor popular”.
 
Nada me extrañan las bajezas peperas. Pero sí la hipocresía. ¿Propuso el PP por un casual declarar “non gratos” en un pleno a los pakistaníes detenidos en Barcelona cuando se preparaban para volar el metro? ¿Ha propuesto el PP declarar “non grato” al asesino de Mari Luz? ¿Apaña plenos para declarar “non gratos” a los etarras?. Bueno también los terroristas matan y Roca, María Rosa y sus niños, no. Por cierto, los del pleno peperil del perejil ¿Se han interesado por “las cuentas” del primer interventor del patrimonio de Roca, el nombrado por el juez Torres? Jo-der. ¡Que ejemplo de amor a la democracia y a los derechos constitucionales se gastan estos torquemadillas de pacotilla! Dicen y cuentan que, a las tres y media de la tarde de “aquel día”, cuando tantos nos planteamos quemar la toga, en la Taberna Marinera de Marbella se celebraba con jolgorio el que Roca entrara de nuevo en prisión. El problemilla fue que, el juez garantista y legalista, firmó la prisión cuarenta y cinco minutos más tarde.
 
 
Dedico este artículo a aquellos que, como yo, escupen sobre los procesos inquisitoriales. A quienes dedican sonoras ventosidades a la hipocresía de los “salvadores”. Dedico este artículo a Maria Rosa Salvador y a sus hijos. Y a los españoles que estamos hasta los cojones de mentiras y de cortinas de humo, de montajes oportunistas y de jueces de Bertold Brech.

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