Se supone que hoy tengo que dar gracias a Dios, porque ayer, en el Burger King de la Gran Vía madrileña, le robaron a mi hijo pequeño la cartera con toda la documentación y los menguados ahorrillos que había acumulado haciendo trabajos basura para poder ir a visitar a su novieta que estudia Periodismo en la Autónoma. Dar gracias a Dios porque fue un robo al descuido. Peor hubiera sido que le pusieran una navaja en el cuello, o que le dieran un palizón para robarle, porque ninguno de mis dos niños son de los que se dejan robar por las buenas. De hecho, a mi mayor, hace un par de años, en el metro, le atacaron tres morillos para quitarle la mochila y se estuvo dando de puñetazos con ellos hasta que llegó un segurata. Los “menores víctimas del hambre y de la pobreza” que dirían los amariconados buenistas, salieron huyendo, eso sí, calientes y a mi hijo, no menos caliente y echando sangre, le felicitó el segurata por la suerte que había tenido de que no le clavaran una navaja en la barriga.
Escribo esto en plena campaña electoral y con un profundo hastío. Porque ninguno de los líderes que van por España llenando plazas de toros, ninguno de ellos, ha prometido devolver la calle a los españoles honrados.
Lógico es que reconocer el fracaso absoluto de la seguridad ciudadana escuece. Pero el fiasco debe ser equitativamente compartido por el PP y el PSOE, pues ambos, tiempo han tenido para poner frenos, medios, cotos y barreras. Y no han sabido hacerlo, por melifluos, irreales, ignorantes y más duchos en andar sobre moquetas que en hacerlo, de noche, por los pasillos del metro. El pueblo soberano oye las sandeces que sueltan y piensa y vomita “¡Claro, como ellos no lo padecen!” Porque no lo padecen. Los padres que tratan de llevar a sus hijos a pasear con sus bicicletas a lugares como la Casa de Campo u otros espacios verdes invadidos por las putas despelotadas y por los macarras, tragan saliva y piensan que ni el Froilancito, ni las infantitas, ni las niñas de Zapatero, ni los de Rajoy, correrán jamás el riesgo de ver sus lugares de ocios y juegos tomados por las pilinguis gritándole obscenidades a los que pasan en coche. Esas escenas macabras son para “nuestros” hijos. Nunca para los Hijos de Ellos. Y el pueblo rabia, porque nunca antes las desigualdades habían sido tan terribles y abismales.
Una minoría elitista de españoles blindados, custodiados y protegidos. El resto a verlas venir, a resignarnos que las calles sean propiedad exclusiva de los delincuentes y encima con miedo a responder a cualquier agresión porque, en esta Expaña, que nos hiela el corazón, no existe la legítima defensa. Eso sí, el PP ha perorado con que reformará el Código Penal para aumentar las penas por un manojillo de delitos de última moda, entre ellos y para quedar bien y dar imagen solidaria, aumentarán las penas por “racismo y xenofobia” lo que nos beneficia y mucho a los españoles ya que, cuando un delincuente extranjero nos ataque, amén de castigarle por el delito en sí, le meterán encima la agravante de “ataque racista y xenófobo” porque nos ha hecho víctimas de una acción delictiva por ser españoles y por lo tanto arrastrar una fama internacional de blandengues y gilipollas. ¿Qué dicen soltando babas como caracoles al son de la fanfarria de “Paquito el Chocolatero”? ¿Qué si un español, por cualquier motivo, le tiene que meter una castaña a un negro o a un moro eso es “racismo y xenofobia” mientras que si son el negro o el moro los que nos roban o majan a palos es sencillamente “mira tú, que un negro te ha robado o un moro te ha pegado un tajo” y de racismo nada? ¡Acabáramos! A los españoles se nos niega el derecho a ser víctimas de ataques racistas o de actos xenófobos. ¿Y el artículo 14 de la Constitución que consagra el Principio de Igualdad? ¿Qué mascullan ahora con expresiones de engendros diabólicos? ¿Qué absolutamente “todo” es mentira y pamplinería para quedar bien y dar buena imagen, que ni hay presunción de inocencia, ni igualdad, ni derecho al trabajo, ni a la vivienda, ni a opinar con libertad sobre los Poderosos, si a pensar, ni a sentir y expresarlo, sino que malvivimos férreamente oprimidos? ¡Mierda, mierda y mierda!
Ustedes hablan con bocas de sabios que no con bocas de putas. ¿Qué le diga a ZP y al Barbas lo que necesitamos? Sí, se lo digo, necesitamos cien mil policías más y que, el que menos, gane tres mil euros más incentivos. Necesitamos expulsión automática de inmigrantes delincuentes junto a sus familias. Necesitamos a los de Justicia motivados con sueldazos pero que, si un juez mete a un tipo en la cárcel que luego es absuelto, que se les expulsen a él y al fiscal de la carrera judicial. Necesitamos que se erradique el mamoneo de “los aforados” que conculca la igualdad y que a un juez o a un fiscal se les pueda denunciar en una comisaría o en un juzgado de guardia, nada de corporativismos. Necesitamos que los udycos y los edoas ganen los seis mil euros más incentivos. Y necesitamos justamente la mitad de parlamentarios, altos cargos, cargos de confianza y burócratas de estómagos agradecidos. ¿Para que tanta gente cobrando?. Necesitamos que el baboserío de la Cooperación Internacional se recicle de inmediato en Cooperación Nacional, porque, con ocho millones de pobres censados ya nos vale de ir de mentecatos por el mundo. Y necesitamos un derecho sin límites a la legítima defensa, a la americana. ¿Qué escupen con infinito desprecio? ¿Qué jamás ningún político dirá cosas “tan” sensatas, que la sensatez es privilegio del pueblo llano? Pues yo digo ¡Mierda, mierda y mierda!