Digo yo que debo de haberme equivocado al escuchar la noticia. O encontrarme extremadamente colocada por la producción masiva de la hormona del estrés que me provocan mi anciano esposo y sus crisis pictórico-existencialistas. Pero “he creído oír” que Sanidad va a denunciar a mi admirado y adorado Fernando Sánchez Dragó, el maestro Ciruela que enseñó a hablar español al viejo Erik el Belga por el didáctico método de memorizar “Gárgoris y Habidis. Una historia mágica de España”, cuando el pobrecito se encontraba preso en la Modelo de Barcelona, allá por el principio de los ochenta. ¿Qué por qué estaba preso? Bueno, en sus tiempos fue un perlilla, pero, antes que nada, es que le tenían manía y la gente es muy mala y hay mucha envidia en el mundo.
Y por eso, por envidia, parece que han empitonado a Sanchez Dragó, el hombre más culto de España, al que desaprovechan lastimosamente para el Ministerio del ramo, prefiriendo poner a ex comunistas, como Pilar del Castillo, porque los peperos, como arrastran complejos, priman mucho un pasado de marxismo rabioso; se creen que “eso” es algo muy “moderno” ¡Serán mindundis!
Pero lo cierto es que quienes mandan ahora son los progres, que, si han sido capaces de ponerle los puntos al filósofo por recomendar vivamente el empleo de la melatonina, entonces es que son más ñoños, más melindrosos y más cursis que un plato de cocido feng shui y que, encima, son unos retrógrados y unos cavernícolas. E ignorantes como la mierda. ¿Que si yo consumo melatonina? No. Hasta ahora no. Para tumbarme por la noche y sumirme en un sueño reparador tiro de Stilnox 10, cuyas recetas se dispensan alegremente y que es un mejunje que te jode la memoria y te obliga a empapuzarte de ginko biloba, De memory y Omega 3 y 6 para que el desastre sea menor, y achucho el compuesto químico con media pastilleja de Alapril. Para que me tumbe más aún. Porque el tute diario que llevo me obliga a que mi sueño, sea de siete horas absolutamente reparadoras. Porque estoy estragaíta. Pero Sanchez Dragó me ha abierto los ojos para abandonar la química asquerosa y empeñarme en remedios mágicos que miman la glándula pineal y son capaces de hacerme dormir como un angelito, que es lo que yo soy. No obstante, este control sanitario, esta falta absoluta de libertades a la hora de poder decidir con qué arrullar nuestro sistema neuronal o nuestras glándulas o nuestros cojones, me irrita hasta el paroxismo. ¿Quién carajo son cuatro listillos del Ministerio de Sanidad para prohibirme “a mí” o a ustedes nada? ¿Es que los españoles somos para los gobernantes eternos menores de edad? Eso sí: la droga del alcohol, el más nefasto pudridero de las neuronas, está permitida y los botellones hacen tanta gracia y son tan de la progresía que el alcalde de Málaga ha llegado a acotar un precioso paseo llamado “Paseo de los Curas” para que la juventud coja cogorzas supremas, en manada, entre vallados, como borregos borrachuzos, meones y vomitones. Y no hay campañas televisivas, en este caso truculentas y agresivas como las de Tráfico, para prevenir a los jóvenes de las consecuencias horrorosas del alcohol. ¿Qué dicen con gestos de galápagos empachados de empanada gallega? ¿Que el Gobierno trinca muy buenos dineros con los impuestos del alcohol? Claro. Y de la melatonina y de los remedios maravillosos que lanzan los americaninis al mercado, para dar a la gente calidad de vida, salud y felicidad, no trincan un puto duro porque se compran por internet.
Y encima, como los nuestros son unos paletos, nunca están a la última ni en plan innovaciones, y la pobre gente que sufre una enfermedad mala sueña con arruinarse en Houston. Para servidora que la Sanidad española está a años luz de lo nuevo novísimo y, encima, el Ministerio agarra el cabreo si la gente va por libre, decide adelantarse, saltarse la represión, la dictadura sanitaria de los catetos, la sanidad-policial y los controles rigurosos sobre qué “nos permiten” o “no nos permiten”. A nosotros nos pueden prohibir matar, robar, traficar, estafar y en una palabra, delinquir y hacer daño al prójimo. Pero, siendo mayores de edad y en pleno uso de nuestras facultades mentales, ¿quién nos puede, legítimamente, impedir que nos automediquemos o busquemos la medicina alternativa que nos salga de nuestra españolísima ingle?
Voy a probar con la melatonina, porque lo que hay de química para dormir en el mercado no es bueno, es puramente artificial, es incluso malvado, necesario para muchos pero nocivo. Así que ya pueden denunciarme, porque ha bastado un simple anuncio de denuncia hacia un filósofo de la libertad como Sánchez Dragó para que los espíritus libres de este Estado, que es una pura prohibición con multa o cárcel, nos lancemos a comprar por internet el ali-oli de brujas que arrulla la glándula pineal cantándole dulces nanas. Por cierto, un mensaje para el maestro de español de mi achacoso marido: si tienes problemas aquí estamos. Me autodenuncio. Pero tíos, ¡qué amarguito es y que miedo da vivir así!