Menores y melindres

Compartir en:

¿Por qué, en la mayoría de las tertulias radiofónicas, los tertulianos hablarán con un tono tan afectado? En su mayoría. Y encima se suelen reír, profundamente complacidos de su palabrería, con risotadas de falsete, para dar idea de muchísima naturalidad y de que “dominan el medio”. ¡Valiente coñazo! Y lo digo porque he escuchado en la radio de un taxi algo parecido a un intercambio de opiniones sobre las novedosas reformas “a la francesa” que propone el Rajoykozy, en lo referente a la bucólica e irreal Ley del Menor. Norma ideal para reformar a gamberretes y a trajinosillos, pero ineficaz, perjudicial y absurda si de lo que se trata es de neutralizar a auténticos delincuentes, potencialmente peligrosos para la sociedad.
 
Desde un principio fuimos muchos los que alertamos sobre la inmensa parida que representaba esta Ley. De hecho, el propio Esteban Ibarra, del que nadie puede sospechar que sea conservador ni de derechas, con su “Plataforma contra la Intolerancia” y sus ñoñerías onegetistas, el propio Ibarra presidió la Plataforma para la Reforma de la Ley del Menor y se recogieron miles de firmas. Porque este tal Ibarra puede que vaya de buenista por la vida, pero no va de gilipollas ni de tonto del culo.
 
El desacierto de la Ley, ya anunciado y pregonado, tan sólo dio a los jóvenes delincuentes una sensación de absoluta impunidad. Ni por atroces que fueran sus hazañas, acabarían en un Módulo de Menores del genuino hotel La Reja, con unos funcionarios que saben imponer disciplina y hacerse respetar, con una disciplina férrea y con unas auténticas posibilidades de reinserción y reeducación que hay que aprovechar por cojones y de manera fructífera para conseguir ser clasificado en un grado superior o disfrutar de permisos y de beneficios penitenciarios; encerrados y advertidos de que de ahí se sale, porque nadie ha nacido en una cárcel, pero que ahí también se entra si te escantillas y reincides. Nada de “centritos” donde se pueden protagonizar fugas, los muchachos se enchulan con los “educadores” y predomina la moral de los profesionales de la buena conciencia. Lo digo como penalista (la que de pasar fatiguitas perdió la vista), con la experiencia que da el haber pasado veintiocho años de mi vida, que no ha sido precisamente un jardín de rosas, bregando con jóvenes delincuentes. Jóvenes, que no “menores”. Tan sólo ya la denominación me parece melindrosa y pamplinera. Para hablar con propiedad tendría que llamarse “La Ley del Joven”, porque lo de “menores” hace pensar en niños y en criaturitas, que no en pandilleros ni en individuos capaces de llevar a cabo unas conductas antisociales del carajo. Y al carajo es adonde se encamina directamente Europa si no endurece las leyes de forma prioritaria, atendiendo al clamor ciudadano y apreciando un auténtico estado de necesidad por parte del pueblo.
 
En Francia, el Sarkozy ha dado tal apretón que los chorizos, los gamberros, los maleantes y los delincuentes, andan jiñados. Y por cierto, nada de decir genéricamente que se trata, en muchas ocasiones, de “víctimas de la exclusión social”, sino que son unos golfos incapaces de aprovechar las oportunidades, gratis total, que ofrecen todas las sociedades occidentales de adquirir cultura, conocimientos, formación profesional, preparación y más tarde, tras poner en movimiento la voluntad, la disciplina, el esfuerzo y el “ser persona”, incorporarse al mercado laboral. El que no estudia es porque no le sale de las pelotas; el que, caso de no servir para estudiar, no opta por una buena FP, es porque se trata de un vago. Trabajo hay. Oportunidades para esas presuntas “víctimas de no-sé-qué rollo” existen todas. El que roba o delinque no es para comer, tipo yogures en el Mercadona, pobrecito, no es tema de hurtos famélicos, sino de pillaje, gamberrismo, vandalismo y delincuencia pura y dura.
 
Rebajar la edad penal a los doce años favorecerá el control de nuevos tipos delictivos, como son los de las bandas de muchachillos que roban a los turistas y que no suelen ser (¡encima!) españoles y que, como se dice coloquialmente, “entran por una puerta y salen por otra”. Reincidencia y, en caso de extranjeros, repatriación junto a sus familias, con los mayores garantismos, Derechos Humanos y demás. Y, como en los viejos tiempos, a los dieciséis años, a un Módulo carcelero de Menores, porque la amenaza de la cárcel es en sí auténticamente disuasoria, y es en la disciplina penitenciaria donde estos chicos pueden encontrar oportunidades auténticas de reeducación y de salir, tras duros esfuerzos, con las ideas claras y mucho más serenos. Reforma de la Ley del Joven y cientos de asistentes sociales capaces de rescatar a cualquier menor que se encuentre en auténtica situación de riesgo. Rajoykozy acierta; como se diría aquí, “tiene un altar en la cabeza”. Menos melindres y más rajoykozyjones poniendo los cojones. ¡Eso! Y, por cierto, ¡Viva España! Ele.

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar