Promesas con cuentagotas

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Los analistas, asesores, buscaideas y lameculos de los líderes están que echan humo escarbando en sus cerebros para parir propuestas atractivas. Y eso depende. De la leche de los cerebritos. Porque si son gente sencilla, de la España que madruga y tira de bonobús, de la que hace ingeniería financiera para llegar a fin de mes o ve que, si trabaja más y gana más, el Estado le da la mordida en el sueldo, le retiene su calidad de vida y la de sus hijos y le desmotiva, entonces, si son tipos que sienten los sentires y laten con los latires de la ciudadanía normal, normal es que paran buenas ideas. Porque quieren remediar, a pie de calle y de nómina, sus cuitas particulares. Pero si los sénecas a sueldo pertenecen al clan de los privilegiados, desconfío.
 
Eso sí, a los lideres les suele encantar rodearse de palmeros distinguidos y de renombre, de “gente bien” que dé lustro y esplendor y proporcione buena imagen. La derecha, mucho pijín y mucho “hijo de”, apellidos rimbombantes, estética de mechas en las damas, un aspecto entre altivo y relamido en los caballeros y a pescar con caña a asesores superchic, como Costa, ese señor tan elegante que va a la vera de Rajoy. (Muy bueno lo de Rajoy de fotografiarse en la escalera del metro; ahora, que le pregunten si el o sus palmeros usan o abusan del abono) ¿Ahora qué carajo están murmurando? ¿Que los metros suelen ser bastante deprimentes, que hay mendigos en los pasillos, algunos tipos con malas pintas y muchísimo público con expresión fatigada o directamente derrotada? Vale. Sí. Esos son los asesores que yo quiero y pretendo a la vera de los mandaninis, los “reventáos”, los que saben lo que cuesta levantar un duro y lo que vale un peine.
 
¿Que si el guapo y distinguido Costa utiliza el metro a primera hora de la mañana para ir al tajo? Para mí que no. ¿Que si yo, que tanto pontifico, lo utilizo? Jódanse. No lo hago porque en Málaga aún no hay metro, pero me hielo en la parada del autobús del Palo, que es el número 11, y considero un privilegio que haya asiento libre, y luego agarro otro autobús para llegar hasta esa inmensa y carísima porquería que han montado en Málaga y a la que llaman pomposamente “Ciudad de la Justicia”. ¡Valiente desastre! Eso parece un dispensario alemán de la Seguridad Social de los que atendían a los refugiados bosnios cuando la guerra de Kosovo. Yo sí madrugo y uso transporte público. ¿Que podría ir en coche o coger un taxi? No tengo coche, el de casa lo usa mi chiquitillo para ir a la escuela y soy una cristiana esenia que trata de renunciar a privilegios y de existir la existencia convencional de la gente sencilla, con sus dificultades, pero también con sus satisfacciones. Que las tiene. Muchas y entrañables.
 
Pero dentro de las propuestas que unos y otros hacen con cuentagotas, no encuentro nada que me satisfaga. Los socialistas hablaban de contratar a una manadilla de sabios “progres” que defecaran mentalmente ideas luminosas y atractivas. Servidora ni es sabia, ni es progre, pero si me untan convenientemente con un buen jornal, soy capaz de regurgitar cualquier iniciativa sorprendente. Mejor que el propósito de hacer un Ministerio de la Familia, para ayudar y proteger a las familias. ¡Coño, qué cursi! Primero, proteger a los mileuristas y subir los salarios mínimos para que la juventud pueda casarse o arrejuntarse y posean una economía lo bastante saludable como para lanzarse a procrear, y que los niños no reciban una limosna por nacer, sino que vengan con el pan y la guardería gratuita bilingüe bajo el brazo.
 
Y que quien trabaje más y se deje el pellejo, gane más y lo pueda disfrutar plenamente, sin retenciones mierdosas de Hacienda. ¡Qué poca vergüenza quitarle los dineros y la sangre a los trabajadores! Y luego tienen el descaro hijoputa de hacer caridades lacrimosas con nuestros pobres dineros, diciendo que van a regalar lo que nosotros sudamos, en forma de 0,7 % a los tercermundistas, cuando tercermundismo tenemos en nuestra España para dar y repartir. ¿Cómo se llaman si no los agujeros llamados “apartamentos” en los que se amontonan las criaturas? ¿Y los pisos patera? Y los jóvenes, desmotivados, asqueados, que se manifiestan al grito de “¡Queremos un pisito, como el del principito!”? Es, sí, para atraer caridades hacia sus dificultades; bien harían los económicamente débiles en salir con faldas de paja y maquillados con algún color exótico al son de tambores, algo sorprendentemente étnico y multicultural que atraiga la solidaridad y la tolerancia. Turbantes, barbas, burkas… ¿O es que los económicamente desfavorecidos carecen de imaginación? Rajoy, Zetapé, Costa, Fernández de la Vega: ¿Tiramos un poquito de bonobús y de VPO? Y luego hablamos. Pero en serio y con vergüenza.

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