Como casi todos los lectores de EL MANIFIESTO, sigo con atención lo que se publica respecto de la guerra de Ucrania, el conflicto extranjero que nos es menos ajeno desde que acabó la Segunda Guerra Mundial.
Ésta es la historia de dos tipos requetefinos, dos tipos casi divinos, dos tipos desbarataos que se encontraron en una esquina con una distribuidora de revistas pueril y acomplejada.
Con poca o mucha fortuna, hemos tenido la suerte de vivir lo que algunos consideraron “el fin de la historia”. Una perogrullada egocéntrica que sólo se le podía ocurrir (y tolerar) a un profesor y asesor del gobierno norteamericano con pinta de japonés.