Portada de 'Libération': "Extrema derecha en Eureopa: el contagio"

LOS PAÍSES BAJOS SE HACEN ALTOS

Un fantasma recorre Europa. Tiemblan los rojos (los rosas, en fin)

Por primera vez en la historia un Gobierno (el holandés) va a aplicar las medidas más extraordinarias contra la invasión que sufre Europa.

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Un nuevo fantasma recorre Europa, podríamos decir parafraseando el inicio de El  Manifiesto comunista, de unos ciertos Marx y Engels: el fantasma, en este caso, de la expansión de las fuerzas derehistas e identitarias. Como se aprecia en la imagen que preside nuestro artículo, este fantasma está haciendo temblar a mucha gente. A los liberales (los muy taimados prefieren llamarse "demócratas"), por supuesto, y junto con ellos al conjunto del Sistema, del Establishment, del Régimen, llámenlo como prefieran. Pero aquí nos estamos refiriendo más en concreto a los "zurdos de mierda" (pero subvencionados a mansalva por el Estado capitalista) del periódico Libération de París; esos zurdos que, convertidos en "pijoprogres" o en rosacea "izquierda caviar", ya nada tienen siquiera de los viejos rojos.

A raíz de la victoria del líder derechista Geert Wilders en los Países Bajos, Libération titulaba en primera página: "Extrema derecha en Europa: el contagio". Figuran en dicha portada desde el último derechista patriota en alcanzar el poder (el holandés Geert Wilders) hasta el eslovaco Robert Fico, pasando por el húngaro Viktor Orbán, la italiana Georgia Meloni y la francesa Marine Le Pen, que sigue superando en todos los sondeos al presidente Emmanuel Macron. Sin contar, por supuesto, a todos los que faltan: desde nuestro Santiago Abascal hasta el argentino que se sacó lo de los "zurdos de mierda", pasando por los que, a escala internacional, tienen la importancia más decisiva: los alemanes de la AfD (ya segunda fuerza electoral en el país) y el estadounidense Donald Trump. (El día en que se liberen, así sea parcialmente, Alemania y Estados Unidos, ¡ah, ese día!...)

¿Identitarios patriotas de derechas, toda esa gente? Sí y no. Entre ellos hay obviamente mil diferencias; pero también se da una clara convergencia en cuanto a cuestiones importantes, la cual resulta suficiente cuando de lo que se trata es de la necesaria, indispensable transversalidad.

El caso holandés

 La reciente y extraordinaria victoria de la derecha patriótica en los Países Bajos, comandada por Geert Wilders, ha sacudido los cimientos del engendro burocrático denominado Unión "Europea" en un momento clave para la misma. Quedan poco más de seis meses para las elecciones al Parlamento Europeo y en los próximos meses la UE está llamada a tomar decisiones decisivas para su presente y futuro, como son la entrada de Ucrania (¡sí, todavía piensan en hacerla entrar!), la reforma de los tratados o la revisión de sus presupuestos. Y el líder del Partido de la Libertad (PVV) ya marca su camino en Ámsterdam: un referéndum sobre

Salida de la UE, fin de la inmigración y ninguna ayuda a Ucrania

la​ salida de Países Bajos de la UE, tolerancia cero con la inmigración y fin de la ayuda a Ucrania.

 “La Unión Europea está en peligro de muerte interna y externa. Putin está ganado su apuesta”, clamaba el eurodiputado Raphael Glucksmann, de los socialdemócratas, en la televisión francesa. Así de temerosos estaba ante la posibilidad, nada remota, de que la derecha identitaria pueda llegar a convertirse en la segunda fuerza en el Hemiciclo europeo y contar, de tal modo, con capacidad de bloqueo.

Las medidas de Wilders contra la invasión étnica

Pero si grave es lo que todo ello significa para la Europa de mentirijillas de Bruselas, donde la aprobación del Netflix representaría algo como el comienzo del fin, aún de mayor calado son las implicaciones que la política de Wilders en materia inmigratoria tiene tanto para Holanda como para el conjunto de la Europa de verdad.

Si, como es de esperar, Geert Wilders acaba formando gobierno y cumpliendo las medidas por las que ha sido elegido, será la primera vez en toda la historia en que un Gobierno europeo aplique medidas tan categóricas como éstas, que nada, absolutamente nada tienen que ver con las blandengues políticas que, sometida a la UE y a la OTAN, está siguiendo en Italia la Georgia Meloni de nuestras traicionadas esperanzas:

  • Inmigración cero. Ni un solo inmigrante más: ni “legal” ni “ilegal”. (¿Se atreverá también a emprender la llamada “reemigración” a los países de origen o a los que sea? De momento todavía no se habla de ello: todo dependerá probablemente de cómo evolucione la situación.)
  • Cierre de las mezquitas y escuelas coránicas. Es decir, no sólo prohibición de abrir otras nuevas, sino cierre de las ya existentes.
  • Prohibición del velo islámico en los espacios públicos.
  • Prohibición del Corán.

Cómo se comprenderá, el hombre que defiende tales medidas sería ya hombre muerto de no contar con la más estricta protección policial. Desde hace dieciocho años, seis agentes, en efecto, velan día y noche por él, un chaleco antibalas, del que no se separa, lo protege en toda circunstancia, viaja en coche blindado, vive en una casa de alta seguridad montada por el Estado, etc.

Ante tales muestras de valentía y entrega al bien común, uno no puede, francamente, sino quitarse el sombrero y desear que los dioses velen tanto por la vida como por la suerte y el éxito de Geert Wilders, de Holanda y de Europa toda.

 

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