La increíble historia de los 'anarcocapitalistas' que fueron expulsados por los osos

Ojalá no ocurra nada parecido en Argentina si gana las próximas elecciones quien parece que las puede ganar.

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En 2004, doscientos anarcocapitalistas se mudaron a un pueblo de New Hampshire, en EE. UU., para transformarlo en su utopía: abolición de impuestos, de ordenamiento urbano, de recogida de basuras, etcétera.

Diez años después, el sueño terminó destruido por unos osos mutantes y sin duda fascistas.

Ésta es la verídica historia (figura, para más amplios detalles, en el libro de Matthew Hongoltz-Hetling, A Libertarian Walks Into A Bear). Grafton es un pueblito tranquilo entre los bosques de Nueva Inglaterra. En realidad, "era" un pueblito tranquilo hasta que, en 2004, un grupo de "libertarianos" que se habían conocido en foros de internet (en su mayoría anarcocapitalistas) decidieron que era el lugar ideal para poner en práctica un experimento que demostrase que las ideas de máxima libertad y mínima intervención pública son el estado perfecto para el desarrollo del ser humano. Lo llamaron Free Town Project.

Unos doscientos de ellos se mudaron a Grafton y, en poco tiempo, consiguieron reducir el ya exiguo presupuesto municipal en un 30%, y ello a costa de servicios públicos que consideraban innecesarios: mantenimiento de carreteras, planeamiento urbano o recogida de basuras.

Las cosas fueron más o menos bien durante un tiempo: se abrieron socavones que nadie reparaba, se declararon incendios que nadie apagaba y se cometió el primer asesinato en la historia del pueblo (por una disputa vecinal). Pero nada que no resolviesen una camionetas gigantes y un buen montón de armas. Supongo que es el precio que se paga por vivir en... “la arcadia de la libertad absoluta”.

Pero entonces llegaron los osos

Alrededor de 2010, unos cuantos osos negros, que teóricamente no son agresivos con los humanos, comenzaron a internarse en los terrenos de los graftonitas. En realidad, es posible que, al haber eliminado el planeamiento urbano, fuesen los graftonitas quienes ampliaron sus parcelas hasta el territorio de los osos, pero ése no era el verdadero problema. El verdadero problema era que la basura de los humanos huele… extraordinariamente bien.

El anarquismo (sea capitalista o no) requiere un fuerte compromiso con la responsabilidad individual. Sin embargo, parece que muchos de estos anarcocapitalistas pasaban de lo de la responsabilidad y estaban allí sólo por lo de no pagar impuestos. Se ve que no conocían al oso Yogui porque, como habían eliminado el servicio de recogida de basuras e incluso la obligación de meter la basura en cubos a prueba de osos (sí, eso existe), los entonces osos se dijeron “Mmmm, qué deliciosos emparedados de excursionistas”. Y allá que se fueron en manada.

Resulta que los restos de comida humana tienen un montón de sal y azúcar, así que son mucho más sabrosos y mucho más calóricos que las bayas y los salmones de los bosques, de modo que fueron empezando a llegar más y más osos, los cuales dormían menos, hibernaban también menos y estaban cada vez más nerviosos y agresivos. Se convirtieron en una especie de osos mutantes y drogadictos (pero sin cocaína).

Además, los plantígrados recibían mensajes confusos de los anarcocapitalistas, pues unos les lanzaban petardos, otros les disparaban, pero otros, en cambio, les ofrecían tartas y pasteles.

Con la cosa un poco descontrolada, los hperliberales vecinos tuvieron que acabar pidiendo ayuda al Servicio de Caza y Pesca de New Hampshire, el cual les dijo algo así como: “Chavales, éste es el estado del ‘Live Free or Die’, ¿no?. Apañáoslas vosotros solos”.

Al final, en 2014, y con el pueblo hecho una pena, los anarcocaps dieron por terminado el Free Town Project. Unos cuantos se fueron y otros se quedaron, pero entre todos acordaron que el presupuesto municipal aumentase hasta 1,5 millones de dólares: un 50% más que el que había antes de que llegaran.

 

 

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