Dos tópicos y un aviso de futuro

La ultraderecha europea

Varios meses después de las elecciones al Parlamento europeo persisten dos tópicos que se han revelado erróneos sobre los resultados de la derecha radical. Simplificando, nos referimos a que los medios de comunicación han subrayado que su gran avance lo ha estimulado el impacto de la crisis económica y que este sector ideológico ahora será más fuerte en Estrasburgo al tener un grupo parlamentario. ¿Ello es realmente así? La respuesta es afirmativa, pero con matices importantes.

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 1. ¿La crisis ha estimulado el ascenso de la extrema derecha?

Los comicios de mayo demostraron que el tópico que asocia el ascenso de la extrema derecha a los efectos de la crisis económica no se refleja en las urnas en los términos que cabía esperar.
 
Lo afirmamos en la medida que solo uno de los países “rescatados”, Grecia, ha mostrado un ascenso llamativo de un partido de este signo, Amanecer Dorado [AD], con un 9.3% de los sufragios.
 
Esta cifra es importante y modesta a la vez, ante los devastadores efectos de la crisis en el país. Pero ni España, Portugal, Irlanda y Chipre han asistido a la emergencia de fuerzas de este signo y en este último país el partido hermanado con AD, el Frente Nacional Popular [ELAM], solo ha cosechado un 2.6% de los votos. En cambio, los mejores resultados de este espectro los han obtenido formaciones de los países “ricos”, como el Partido de la Independencia del Reino Unido [UKIP] (26.7%), el Partido Popular de Dinamarca [DF] (26.6%), el Frente Nacional [FN] francés (24.8%) o el partido de la Libertad de Austria [FPÖ] (19.7%).
 
Por tanto, el tópico que asocia de forma mecánica auge de la crisis económica y aumento en las urnas de la derecha populista no explica sus cambios internos y está en contradicción aparente con sus resultados electorales.
2. ¿La ultraderecha será más fuerte por tener un grupo propio?
 
La formación de un grupo parlamentario de este espectro en Estrasburgo, llamado Europa de la libertad y de la democracia directa, no es una novedad ni otorga per se más capacidad de maniobra al conjunto de fuerzas de este ámbito.
 
Pese al ruido mediático que acompañó la gestación del grupo por la pugna que generó su liderazgo entre la francesa Marine Le Pen (FN) y el británico Nigel Farage (UKIP), saldada con la victoria del último, su formación no supone ninguna novedad y responde a un viejo afán. Es importante recordar al respecto que en 1984 la extrema derecha ya formó entonces un primer grupo, el Grupo Técnico de Derechas Europeas, más conocido como Grupo de Derechas Europeas [GDE]. Lo lideró Jean-Marie Le Pen (padre de Marine), que en los comicios europeos de ese año hizo su desembarco estelar en la política francesa con 10 escaños. Reunió representantes galos, italianos, helenos y del Ulster.
 
No obstante, los resultados de las elecciones europeas de 1989 alteraron su composición. Los eurodiputados alemanes de los Republicanos [Die Rep] chocaron con los italianos por el contencioso histórico sobre Tirol del Sur. Entonces Le Pen eligió a los germanos como socios (en detrimento de los italianos), pero sufrieron una crisis interna que los dividió y acabó hundiendo al GDE.
 
Asimismo, tras proyectarse diferentes diseños de alianzas europeas sin resultados (como Euronat), en el 2007 se articuló un nuevo grupo de este ámbito ideológico en Estrasburgo: Identidad, Tradición y Soberanía [ITS]. ITS unió a una veintena de parlamentarios al ingresar aquel año en el hemiciclo ultraderechistas búlgaros y rumanos que se sumaron -entre otros diputados- a la italiana Alessandra Mussolini (nieta del  Duce). Sin embargo, la agrupación solo duró de enero a noviembre y acabó con estrépito. Ello se debió a que la  nietísima criticó a los rumanos a raíz de un crimen cometido en Italia, ya que afirmó que para ellos “romper la ley” se había convertido en “un modo de vida”. Entonces los cinco eurodiputados de esta nacionalidad abandonaron ITS, que fue inviable al perder escaños. Así pues, en el 2014 la extrema derecha simplemente ha recuperado el grupo parlamentario que dejó de tener en 1994 e intentó recomponer sin fortuna en el 2007.
 
Esta poca consistencia de la extrema derecha para actuar de forma coordinada se ha puesto de manifiesto con la disolución del grupo liderado por Farage el pasado 15 de octubre, al abandonarlo la eurodiputada letona Iveta Grigule por motivos que no han trascendido.
 
Por consiguiente, hasta que se produjera la adición de un nuevo eurodiputado que permitiera reconstruir el grupo, se daba la paradoja de que, pese a que el contingente de eurodiputados eurófobos y de derecha populista en el Parlamento Europeo era el mayor hasta la fecha, no habían logrado tan siquiera tener un grupo estable.
 
Posteriormente, tuvo lugar la reconstitución del grupo, que tuvo lugar el día 20 de octubre, al sumar al diputado polaco Jaroslaw Iwaszkiewicz, del Congreso de la Nueva Derecha. No obstante, la continuidad del grupo, que depende de una única deserción o abandono, puede ser precaria a lo largo de la legislatura].
 
3. Un aviso sobre tendencias futuras
 
Desde nuestro punto de vista, los últimos comicios europeos han testimoniado que la extrema derecha ya forma parte del paisaje político continental, pues su ascenso se ha producido de forma ininterrumpida (aunque con altibajos) desde 1984, cuando el FN francés alcanzó un 10’9% de sufragios. Los buenos resultados de diversas fuerzas de este ámbito “normalizan” su presencia en la escena política, al ser capaz de erigirse sus opciones en primeras fuerzas estatales (como acaece en Francia, Gran Bretaña o Dinamarca), además de que también participen en coaliciones de gobierno o brinden apoyo parlamentario a ejecutivos.
 
A la vez, la dificultad de unir los esfuerzos de sus siglas más importantes en Estrasburgo para formar un único gran grupo acredita las debilidades inherentes a todo intento de articular lo que podemos designar como una “internacional de ultranacionalistas” (dados los numerosos elementos de fricción interna entre sus partidos). Este hecho indica que este segmento político difícilmente podrá obstaculizar decisiones del hemiciclo.
 
Llegados aquí, consideramos que los últimos comicios europeos han aportado una novedad llamativa y que ha pasado desapercibida: la denominación del grupo parlamentario que ha asumido la derecha populista, recién disuelto.  El nuevo colectivo ha tomado el nombre del grupo que Farage lideraba desde el 2009, “Europa de la libertad y la democracia” (con diputados euroescépticos), pero –atención- añadiéndole un calificativo final: ahora es “Europa de la libertad y la democracia directa” (al cambiar la mayoría de socios y ampliar sus diputados).
 
Ello indicaría un hipotético cambio de tendencia de su mensaje. ¿En qué dirección? Si observamos las anteriores denominaciones de los grupos parlamentarios de derecha populista en Estrasburgo, el rótulo testimonia un deslizamiento hacia un anti-elitismo libertario: no pone el acento en términos como “derecha”, “patria”, “identidad” o “tradición” (consubstanciales al discurso de la ultraderecha), sino en la falta de representatividad, aludiendo a la “libertad” y a la “democracia directa”. Su  declaración de principios explicita que el grupo se adhiere al concepto “al entender que se trata del mecanismo de control último de las élites políticas”.
 
Ciertamente, el nombre no determina el objeto, pero indica que el último puede experimentar –o experimenta ya- cambios importantes: ¿Asistimos a la eclosión de “ciber-indignados” de derecha populista? La presencia en el grupo del Movimiento 5 Estrellas [M5S], orquestado por Beppe Grillo (que obtuvo en mayo un 21’1% de los votos y 17 escaños), puede ser significativo de nuevos anhelos y metas que palpiten en este ámbito y deberemos seguir atentos su evolución.
 
© xaviercasals.wordpress.com

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