La cooperación internacional consiste en quitarles los dineros a los pobres de los países ricos, para dárselos a los ricos de los países pobres.
La inmigración ilegal vuelve a ser tema candente y los trágicos acontecimientos de Ceuta, con la muerte de inmigrantes africanos al intentar acceder a la ciudad autónoma, puede que hasta hagan reparar a las lumbreras que nos gobiernan en aquel Convenio suscrito con Marruecos el 13 de febrero de 1992 de “readmisión automática” por parte de Marruecos de todos aquellos extranjeros que lleguen ilegalmente a España procedentes de dicho país.
Esto viene a significar que las “devoluciones en caliente” no existen: es tan sólo la estricta aplicación de aquel acuerdo que jamás nuestros gobernantes, han logrado que se respete. Me pregunto cuántos millones nos costaría en su momento la firma del papelajo con el país vecino, ese Convenio que, a fuerza de incumplirse, supongo que ha acabado por olvidarse.
Jamás nuestros analistas han brillado por su eficacia y hay que ser tontos de baba para no saber, como lo sabemos todos los que hemos viajado por Marruecos y atendemos a lo que allí se cuece, que el problema de la entrada masiva de africanos no está en el reino alauita sino en Argelia.
Es desde Argelia y por la permeable frontera con la ciudad de Oujda por donde entran, sin que los cientos de millones que la Unión Europea paga a Marruecos para que se ocupe de sus fronteras hayan logrado que se alce un perímetro de seguridad entre ambos países, enemistados desde la noche de los tiempos. Este hecho conlleva que la policía marroquí no devuelva los inmigrantes a Argelia, ya que, esencialmente, “no se hablan”. Tampoco Marruecos quiere “levantar la liebre” y confesar que es Argelia la que tiene capacidad para frenar la inmigración, porque ello conllevaría que las suculentas ayudas se desplazaran a aquel país y concretamente a sus inexistentes fronteras con el desierto y con el resto de países vecinos. Hasta a un párvulo se le ocurriría que tal vez las fronteras argelinas son el quid de la cuestión y que la ayuda europea ha de centrarse en reforzar las fronteras y construir centros de internamiento, financiando la devolución de los africanos desde Argel hasta sus países de origen, haciendo desaparecer el problema de los supuestos indocumentados, ya que el truco de ocultar su origen puede dar resultado en Europa, pero jamás ante una policía seria como lo es la argelina. Tampoco existen riesgos de motines en los aviones de retorno, como los acontecidos en vuelos españoles en los que tienen que viajar más policías que inmigrantes, con el consiguiente gasto para las arcas públicas.
Lo evidente es que ni España ni Europa tienen la capacidad de absorber toda la pobreza de otro continente, y el sobado discurso de los demagogos que hablan de “ayudas en el país de origen” resulta tan sangrante como extremadamente lerdo, ya que con los cientos de millones de euros en “ayuda y cooperación” gastados en Africa es como para que aquellos países fueran económicamente más competitivos que China. El problema es que ya se sabe que “la cooperación internacional consiste en quitarles los dineros a los pobres de los países ricos, para dárselos a los ricos de los países pobres”. Y cualquier dinero aportado será un dispendio inútil hasta que Occidente no supere sus complejos y su paternalismo grimoso exigiendo el control absoluto del dinero de la cooperación en el propio país receptor, así como la estricta gestión de los fondos, sin atender a las interesadas acusaciones de “injerencia” o de “neocolonialismo” por parte de los corruptos gobiernos agraciados con el tránsito de millones Occidente-Africa-cuentas Suizas y pertrecho para los ejércitos,. Doscientos millones de ayuda a Haití “se perdieron” por el camino mientras los españoles hacíamos colas en los comedores sociales; hace un par de años se equipó a la policía palestina con los equipos más modernos mientras nuestra policía andaba con raídos chalecos antibalas. En la llamada “cooperación internacional” hay mucha poca vergüenza, pero no porque nuestros gobernantes sean gastosos y trajinosos, sino porque son ignorantes e irreales.
Llegados a este punto diré que el problema de Ceuta y Melilla y las avalanchas de inmigrantes no existe con la aplicación del Convenio de 1992. El problema es Argelia y hacia ese país al que compramos el gas es hacia donde han de ir encaminados los esfuerzos. Y esto es tan evidente que se le ocurre hasta a un alumno de primaria metido a analista.