¿Y tú? ¿Has elegido ya?

Yo ya elegí

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Elegí la verdad, la belleza y la bondad para no hacer de Dios un fantasma, para habitar así la cuesta terrible y sublime de la vecindad de lo divino.
 
Elegí coronar con disciplina mis hábitos para amputar las ramificaciones burguesas que pudieran hacer de mi alma un esclavo de la felicidad, un ser desposeído de si mismo. Para permanecer en las trincheras inhóspitas y desiertas de los que libramos guerra abierta y franca a una vida hedonista. 365 días al año y 24 horas al día.
 
Elegí un cuerpo fuerte para no traicionar a mi carácter, para recordar las asperezas que como precio nos exige una vida de ser humano, de compromiso, de combate, de tensión irreemplazable. Un templo de fuerza para gestar en él lo mejor de mi.
 
Elegí la lealtad para honrar la amistad que brindo, y así tener una boca limpia y un corazón noble. Nada tiene que ofrecer un hombre incapaz de lealtades y vínculos, pues nada ha comprendido acerca de su hominidad y del carácter de eslabón contingente y humilde que constituye la ontología de si mismo.
 
Elegí escuchar a los poetas, fotógrafos del lenguaje de Dios, siervos de la eternidad, soldados de la belleza. El recuerdo de un verso ante los envites ruidosos de la plaza, los graznidos de los débiles y el invasivo ronroneo de lo prescindible.
 
Elegí amar, derramar mi alma, abrasar de fe e incendiar todo aquello que de atomizado y miserablemente corriente latía en mi, para alumbrar un horizonte de hijos, sacrificio, de vida, de sentido. Ser un medio y vivir el sueño… Arriesgar.
 
Elegí unos valores eternos para ser un hombre, renunciando a la monstruosidad líquida, informe e insulsa de una errática vida moderna, soberbia, mecánica, mezquina e inauténtica.
 
Elegí la Muerte como compañera, para haber una sonrisa sobria, hincar en la aventura de mi existencia un centro de gravedad hilvanado de verdad, conciencia de mí mismo y trascendencia.
 
Elegí el honor, porque somos lo que hacemos. Porque en la gravedad de los acontecimientos se desenmascaran las mediocridades, las imitaciones y la grotesca impostura que acostumbra a ser la representación de tantas vidas a medias, de felicidad descafeinada y de pánico a la propia exposición. El honor me obliga a respirar lejos de la mediocridad.
 
Elegí la autoridad que no emerge del capricho ni del emotivismo, porque me quiero hombre libre con seriedad y sin malabarismos intelectuales ni autocomplacientes, porque respondo de mi mismo.
 
Elegí…. y lo hice porque en mi espejo no figura ni permitiré que lo haga jamás un puro agregado de química, volición, de sentimentalismo desamparado, ni un miedo que mendiga narcóticos y utopías.
 
Yo elegí Ser.

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