Viva el rey de Italia

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Continuamos nuestro paseo por el paisaje de las dinastías no reinantes de Europa Precedentemente nos hemos ocupado de dos de las monarquías de la Italia anterior al Risorgimento: el Reino de las Dos Sicilias y el Ducado de Parma y Piacenza, cuyos derechos dinásticos ostentan sendas ramas del árbol augusto de los Borbones. Otros dos estados pre-unitarios –esta vez bajo el cetro de los Habsburgo– son dignos de mención: el Gran Ducado de Toscana y el Ducado de Módena y Reggio, a los cuales nos referiremos brevemente antes de abordar la cuestión del Reino de Italia.
 
Toscana y Módena
 
El Gran Ducado de Toscana data de 1569, cuando por fue creado el papa San Pío V a favor de Cosme I de Médicis. Su posteridad gobernó en Florencia hasta 1737, a la muerte del equívoco gran duque Juan Gastón, que fue sucedido por Francisco Esteban de Lorena, esposo de la archiduquesa María Teresa de Austria. El hijo de ambos, Pedro Leopoldo, heredó la Toscana, que, al convertirse en sacro emperador, dejó a su segundogénito Fernando. De aquí proviene la casa de Habsburgo-Toscana, reinante hasta 1860, año de la incorporación forzosa del gran ducado al reino sardo-piamontés. De Fernando IV desciende el actual titular de los derechos granducales: el príncipe Segismundo de Habsburgo-Toscana. Una rama de su casa entroncó con la familia real carlista, al casarse el archiduque Leopoldo Salvador con la infanta doña Blanca de Castilla de Borbón y Borbón-Parma, primogénita de don Carlos VII, duque de Madrid. De esta unión nacieron varios hijos, que han ido reivindicando la legitimidad del carlismo basándose en el carácter semisálico del auto acordado de 1713. El más famoso fue el archiduque Carlos Pío, que se hizo llamar Carlos VIII por sus partidarios.
 
En 1452, Borso de Este, descendiente de una antigua estirpe alemana emparentada con los carolingios (los Welfen o Güelfos), recibió del emperador Federico III el título de duque de Módena y Reggio (donde ya gobernaba su familia desde hacía tiempo), que fue enriquecido en 1471 con el de duque de Ferrara (de donde ya era marqués), por investidura del papa Pablo II. Los Este perdieron Ferrara en 1598, pero vieron incrementados sus dominios con el ducado de la Mirándola, el principado de Correggio y el condado de Novellara. La Revolución arrebató a Hércules III de Este sus estados, que fueron devueltos por el Congreso de Viena a su nieto Francisco IV, primer duque de la casa de Habsburgo-Este (o Austria-Este, como se la conoce en España). Era hijo del archiduque Fernando Carlos de Habsburgo-Lorena (hermano de la reina María Antonieta) y María Beatriz de Este, hija única de Hércules III y –por su madre– duquesa de Massa y princesa de Carrara, estados que transmitió al morir a Francisco IV.
 
El hijo y sucesor de éste, Francisco V, aún tuvo tiempo de incrementar sus estados con el ducado de Guastalla en 1847, antes de verlos expoliados por el Risorgimento y anexionados al Reino de Cerdeña en el fatídico año 1860. El depuesto duque no tenía herederos, por lo cual sus derechos pasaron a disposición de la Casa Imperial de Austria, que los atribuyó sucesivamente al archiduque Francisco Fernando y, a la muerte de éste en Sarajevo, al archiduque Carlos. Convertido en emperador a la muerte de Francisco José I, Carlos I los cedió a su segundogénito Roberto (hermano del archiduque Otto), que los transmitió a su hijo el archiduque Lorenzo de Austria-Este, Príncipe de Bélgica por su matrimonio con la princesa Astrid, hija del actual rey de los Belgas, con la que ha formado una familia respetada y ejemplar.
 
Los Saboya
 
Pasemos ahora a considerar a la Casa de Saboya, titular de los derechos al trono (de origen más que discutible) del Reino de Italia. Fue éste fundado oficialmente en 1861 a partir del Reino de Cerdeña, que se había anexionado por aquella época la mayoría de los otros estados soberanos de la Península Itálica. En 1870, con la toma de Roma tras la Brecha de la Puerta Pía (Jornada del 20 de Septiembre), se consumó el expolio de los Estados Pontificios –últimos en caer ante la rapacidad sardo-piamontesa– y se completó el objetivo de la unificación italiana, primer gran triunfo en Europa de las doctrinas nacionalistas inspiradas en el jacobinismo y el liberalismo (referentes políticos del llamado Risorgimento, de innegable filiación masónica a través del carbonarismo). El beato Pío IX, último Papa-Rey, se declaró prisionero en el Vaticano (situación conocida como la Cuestión Romana, que duró hasta la Conciliación de 1929), mientras Víctor Manuel II de Saboya era proclamado Rey de Italia y se aposentaba en el Palacio del Quirinal, residencia estival de los Papas. Si el Reino de Italia, como vemos, era de novísima factura, la Casa de Saboya se remontaba a muchos siglos atrás.
 
Enrique el de las Blancas Manos, personaje activo a principios del siglo XI, es considerado cabeza de la estirpe, como primer conde de Saboya, Bellay, Sion y Aosta, feudos desprendidos de la disgregación del reino borgoñón de Arles. Sus descendientes lograron formar un importante estado con la incorporación sucesiva de territorios tanto en la vertiente franco-helvética como itálica de los Alpes. A principios del siglo XV, Amadeo VIII reunió definitivamente el Piamonte a su condado y asumió el título de duque (acabaría siendo incluso antipapa con el nombre de Félix V). La capitalidad del estado sabaudo fue transferida en 1536 de Chambéry a Turín y con ella la más preciosa reliquia de sus duques: la Sábana Santa, traída a Europa por los cruzados y adquirida por los Saboya a mediados del siglo XV (Humberto II de Italia la dejaría en herencia al Papa en 1983).
 
Por su situación sumamente estratégica, el ducado desempeñó un importante papel en el juego político y diplomático de las grandes potencias europeas, particularmente en el enfrentamiento entre Francia y los Habsburgo (los de España y los del Imperio). Como fruto de la Guerra de Sucesión Española, el duque Víctor Amadeo II obtuvo la Sicilia y el título de rey, aunque su gobierno en la isla fue efímero e irrelevante (a menos que tomemos en serio la llamada Guerra de los Garbanzos, episodio rigurosamente histórico narrado por el ameno Padre Apeles en sus Historias de los Papas). En 1720, Sicilia fue permutada por Cerdeña, constituyéndose entonces el Reino Sardo-Piamontés, con capital en Turín, que se convirtió en una de las cortes más esplendorosas y magníficas de Europa. La Revolución y Bonaparte hicieron pasar a la corona sabauda por muchas vicisitudes, de las cuales salió más o menos indemne, pero el germen revolucionario ya estaba en acción y dio no pocos quebraderos de cabeza al rey Carlos Félix, que no dejó posteridad y abdicó en su primo lejano Carlos Alberto, de la rama de los Saboya-Cariñán, que es recordado como el autor del Estatuto Albertino, de inspiración liberal y que sería adoptado por el Reino de Italia, permaneciendo en vigor hasta 1948 (cuando fue sustituido por la constitución republicana).
 
El último rey
 
Como hemos visto, Víctor Manuel II (hijo de Carlos Alberto) fue el gran beneficiario del Risorgimento. No disfrutó muchos años de su flamante Reino de Italia, pues murió en 1878. Fue sucedido por Humberto I, asesinado en 1900 en Monza. El hijo de éste, Víctor Manuel III, no estuvo a la altura (y no es ninguna ironía a costa de su exigua estatura) de las difíciles circunstancias que le tocaron vivir (la ascensión del fascismo, la Segunda Guerra Mundial, la Ocupación, el estado de guerra civil promovido por los partisanos en la Emilia-Romaña en la inmediata posguerra). Su impopularidad arrastró a la dinastía al desastre y ni su abdicación el 9 de mayo de 1946 pudo evitar la caída de la monarquía un mes más tarde. Su efímero sucesor Humberto II, llamado el Rey de Mayo, estaba casado con la carismática y nada convencional María José de Bélgica, a quien se apodó la Reina Roja por sus simpatías izquierdistas. Sometida a plebiscito la continuidad del régimen, los socialistas llevaron a cabo una intensa campaña contra el trono (en el curso de la cual, por cierto, su líder Pietro Nenni utilizó indignamente la presunta homosexualidad de Humberto como arma a favor de la propaganda republicana). El resultado, favorable a la abolición de la monarquía, fue controvertido, lo cual no deja de ser irónico tratándose de una dinastía que impuso la unificación a Italia a base precisamente de consultas populares de más que dudosa pulcritud. Y es que donde las dan las toman…
 
En la actualidad, los derechos al Reino de Italia son materia de una disputa dinástica entre los Saboya de la rama primogénita y sus primos los Aosta (cuyo ancestro Amadeo I, segundogénito de Víctor Manuel II, reinó brevemente en España). La notoria inconducta del príncipe Víctor Manuel, único vástago varón del ex rey Humberto II, y su implicación en recientes escándalos de corrupción así como la boda –poco ortodoxa desde el punto de vista dinástico– de su hijo Manuel Filiberto, motivaron la intervención de la Consulta de los Senadores del Reino (alto organismo de los monárquicos italianos), que emitió en 2006 un comunicado de prensa en el que declaraban a ambos excluidos de todo rol dinástico, invocando que el matrimonio de Víctor Manuel de Saboya con Marina Doria había sido contraído sin autorización de Humberto II, en contravención, por lo tanto, de la ley dinástica. Con ello se habría convertido el duque Amadeo de Aosta, bisnieto del rey Amadeo, en el actual jefe de la Casa de Saboya, con los derechos inherentes al desaparecido trono de Italia.

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