China y la salud mundial

Al menos desde el siglo XIX China ha sido el principal foco de graves enfermedades que han dejado muchos millones de muertos por todo el planeta.

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Como nos cae muy lejos en el tiempo, vamos a olvidarnos de la Peste Negra, aquella apocalíptica pandemia que mató a un tercio de la población mundial en el siglo XIV y cuya única consecuencia positiva fue el Decamerón de Bocaccio. Ya que siete siglos después los científicos siguen sin ponerse de acuerdo sobre si hay que rastrear su origen en África, en China o en Mongolia, descartémosla.

Pero al menos desde el siglo XIX China ha sido el principal foco de graves enfermedades que han dejado muchos millones de muertos por todo el planeta. La que en los anales se conoce como la Tercera Plaga o la Peste de China fue la última pandemia de peste bubónica sufrida por la Humanidad. Durante el siglo largo transcurrido desde su aparición, en 1855, hasta que se la dio por definitivamente concluida, en 1960, provocó doce millones de víctimas. En 1910 llegó la Plaga de Manchuria, surgida en dicha región china por contagio a los humanos de un virus portado por la marmota siberiana. Duró un año y dejó tras de sí 60.000 muertos. Aunque la opinión científica mayoritaria sitúa en los Estados Unidos el origen de la Gripe Española de 1918, que mató a más de cincuenta millones de personas en tres años, en las últimas décadas han ido apareciendo estudios que apuntan a la posibilidad de que naciera en China y ganara virulencia tras alcanzar las costas americanas. En 1957-58 le tocó el turno a la Gripe Asiática, que mató a más de un millón de personas, sobre todo en su lugar de origen, China. Una década más tarde, en 1968-70, llegó la Gripe de Hong Kong, con otro millón de víctimas en todo el mundo, la mitad de ellas en dicha ciudad. Con el nuevo milenio llegaron, a través de civetas y murciélagos, el SARS-CoV en 2002-04 (800 muertos en China); la Gripe Aviar (subtipo H7N9), que ha causado 619 fallecimientos desde 2013; y en 2019 el SARS-CoV-2, con el que todo el planeta está lidiando en estos momentos.

Paralelamente, China también se ha destacado por la larga lista de escándalos alimentarios debidos tanto a las costumbres locales como a una legislación ineficaz o inexistente: alta concentración de pesticidas, aditivos prohibidos, aguas fecales y todo tipo de sustancias venenosas en productos cárnicos y vegetales, leches infantiles, pescados de piscifactoría, aceites, bebidas, pastas, salsas, sopas, etc. Algunos casos llaman la atención por el desprecio a la vida de los consumidores: pollo marinado en orina de oveja o cabra para hacerlo pasar por carne de estas últimas; tapioca fabricada con sustancias plásticas; fideos elaborados con tintas, colorantes industriales y parafina; hamburguesas y embutidos conteniendo carne de rata, zorro y vivérridos; carnes caducadas tratadas con productos químicos y colorantes para volver a ponerlas en circulación, a menudo vendidas a grandes cadenas como McDonald’s, KFC, Pizza Hut, Starbucks y Burger King; aceites para freír fabricados con grasas, vísceras y otros despojos animales; y, por supuesto, el clásico gato por liebre.

 

Piezas claves en toda esta cuestión son los mercados callejeros, también denominados ‘mercados mojados’ (wet markets) por el continuo riego de la mercancía y el suelo que los caracteriza. En ellos se vende carne, pescado y otros productos perecederos, así como animales vivos, tanto domésticos como salvajes, con los problemas de higiene que ello implica. No por casualidad el SARS-CoV de 2002 surgió vinculado a los mercados mojados y las primeras hipótesis sobre el actual SARS-Cov-2 apuntan a lo mismo. Por todo ello, China, como desde hace años reclaman científicos y Gobiernos de todo el mundo, debería adoptar medidas drásticas para regular o cerrar este tipo de mercados antes de que vuelvan a surgir problemas sanitarios de alcance imprevisible.

Tanto la OMS como la mayoría de los científicos defienden el origen natural de la mutación del SARS-CoV que habría desembocado en este nuevo SARS-CoV-2. ¿Se debe a convicción, a prudencia para no disentir de la opinión mayoritaria o a miedo a salirse de la fila? Porque el origen de la actual pandemia coronavírica sigue lejos de estar claro, ya que otra posibilidad es la fuga accidental de alguna sustancia manipulada en el importante laboratorio virológico de Wuhan. ¿No es demasiada casualidad que el foco haya sido precisamente esa ciudad y no otra? Y en el caso de que así sea, ¿con qué fin se estaba manipulando?

Algunas voces, y no de las menos autorizadas, se atreven a discrepar: por ejemplo, al eminente virólogo francés Luc Montagnier, descubridor del VIH y premio Nobel de Medicina 2008, le parece evidente que se trata de un virus diseñado en laboratorio. Otros científicos de varios países han señalado sospechas similares a las de Montagnier, pero sin gran eco ni científico ni mediático por el momento. Por otra parte, cuando el primer ministro de Australia propuso hace unos días abrir una investigación internacional para determinar el origen del coronavirus con el fin de conseguir un remedio de forma más rápida y eficaz, el Gobierno chino se apresuró a amenazar con un boicot a los productos australianos si dicha investigación se lleva a cabo, lo que no ayuda precisamente a apuntalar la inocencia china. Y Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Alemania han ido sumándose a las dudas, al menos sobre la gestión del comienzo de la crisis sanitaria a principios de año. Porque la opacidad congénita del régimen comunista ha podido empeorar una situación que quizá hubiera sido más fácilmente resuelta con información libre e inmediata. No en vano se ha empezado a denominar esta crisis ‘el Chernóbil chino’. Lo que parece claro es que China tendrá que dar muchas explicaciones y corregir en sus leyes y su gobierno los fallos que pueden haber conducido a estos problemas.

Finalmente, no hay que olvidar que a favor de China, en la hipótesis de manipulación del virus con fines bélicos, se encuentra el hecho de que apareciese en su territorio, lo que más bien apuntaría a sus posibles enemigos. Por eso desde el Gobierno chino se han lanzado acusaciones más o menos veladas contra unos Estados Unidos supuestamente interesados en minar el creciente poderío chino mediante la dispersión del virus en Wuhan para cargarle el mochuelo al Gobierno de Pekín.

Demasiadas preguntas sin respuestas. ¿Las conoceremos algún día, si el coronavirus nos lo permite?

© Libertad Digital

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