Alerta roja en Hispanoamérica

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En los últimos tiempos se ha venido manifestando una corriente política en Hispanoamérica que podríamos llamar "neo-autoctonismo" y que ha alcanzado el poder en países como Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, creando una suerte de eje populista de izquierdas, de ideología algo confusa pero clara en su antiyankismo visceral y su rechazo de la civilización tradicional occidental y del capitalismo. Un maníaco megalómano de nombre Hugo Chávez se ha erigido en caudillo de esta nueva "revolución" americana, estrechando lazos con veteranos como Fidel Castro, el tirano de Cuba, y el antiguo combatiente sandinista nicaragüense Daniel Ortega, y aupando a nuevos líderes como el boliviano Evo Morales, el ecuatoriano Rafael Correa y el peruano Ollanta Humala, indigenista fanático y siniestro este último, que salió derrotado en la últimas elecciones en la república andina, siendo el único de sus congéneres que no ha alcanzado el poder. 

Se trata de una nueva edición, corregida y aumentada, de aquella conjunción de naciones bajo el signo izquierdista, revolucionario y antioccidental que reunió, allá por los años setenta, a personajes como el dictador peruano Juan Velasco Alvarado, el boliviano José Luis Torres, y el comunista chileno Salvador Allende Gossens, financiados y apoyados por Fidel Castro (¡cómo no!) y el socialista venezolano Carlos Andrés Pérez. Como bien se sabe, estos experimentos fracasaron en medio del hundimiento económico y moral de los países respectivos. ¿Qué es lo que ha propiciado la vuelta, al cabo de treinta años, de semejante tendencia política en el subcontinente americano?

Creemos que existen, por lo menos, tres factores importantes. El primero consiste en el desprestigio de la clase política tradicional en los países hispanoamericanos, hundida –salvo raras excepciones– en la ineficacia, el egoísmo y la corrupción, y de la cual ya no han vuelto a salir estadistas de la talla de Belaunde o Bordaberry, sino politicastros y demagogos. Otro factor es el de la aplicación de esquemas y soluciones inadecuados a una realidad peculiar como es la hispanoamericana, especialmente el sistema de democracia formal liberal con su dogma "un hombre, un voto", impuesto en sociedades con un alto índice de ignorancia e incluso analfabetismo, lo que las hace especialmente vulnerables a la politiquería barata e irresponsable, así como proclives a las más insensatas aventuras. Tampoco se puede olvidar la inadaptación de las modernas teorías económicas químicamente puras a realidades complejas en las que perviven estructuras y modos de vida ancestrales. Un tercer factor, en fin, y relacionado con España, es  su política –relativamente reciente, por lo demás– de descuidar las relaciones con Iberoamérica, política que ha hecho perder a España la gran oportunidad de liderar una especie de Commonwealth, con todas las posibilidades que hubiera supuesto en todos los órdenes. 

Por supuesto, hay más en juego: por ejemplo, la pérdida de influjo de la otrora poderosa Iglesia Católica, debida, entre otras cosas, al proceso de secularización, a la desviación marxista de la Teología de la Liberación (de hechura genuinamente sudamericana) y al avance y popularidad de las sectas de tipo pentecostal importadas a Hispanoamérica desde los Estados Unidos.

La actual situación en Hispanoamérica, con esta nueva izquierda populista emergente es tanto más preocupante cuanto que, ante el descalabro de una Europa amnésica –que ya no sabe quién es y cuáles son sus raíces– y la universal contestación del antiguo liderazgo de los Estados Unidos, sólo se avizoraba la esperanza en el nuevo mundo que España y Portugal civilizaron.

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