Pérez-Reverte, primero de nuestros novelistas, en plena promoción de su último que quizás sea el penúltimo libro ha entrado de lleno en el candente asunto del feminismo: «La mujer es más compleja porque tuvo que sobrevivir a los hijos de puta de los hombres». Lo primero aquí es advertir el elegante rechazo de la primera persona del plural. Se coloca en una curiosa distancia gramatical, como si no fuera con él.
Lo segundo, y hay que aplaudirlo, es que Pérez Reverte, pudiendo hacerlo, no usa el término hideputa. Por ejemplo: «Los hombres son muy hideputas». Si alguien puede usarlo es él, ¿por qué no ejerce ese privilegio? Eso le honra.
Su frase podría servir para explicar por qué, para tantos, las mujeres son siempre «muy maduras para su edad». Porque son complejas, ya lo dice él. Más complejas. Parece entonces una fórmula propicia al halago predatorio, pero a la vez, y esta es su magia, de aceptación profeminista, digamos que de vocación aliada. Un aliado que no renuncia a la vieja masculinidad, que prefiere llamar hijo de puta al cromosoma XY antes que deconstruirse y hablar de patriarcado.
La suya es una frase que podría usar el que las entra y el que las defiende. Pérez-Reverte puede estar siguiendo aquí el mismo método de sus novelas: crear un héroe español mientras asume, a la vez, la leyenda negra. Su españolazo negrolegendario sería una joya paradójica y esta salida suya la continuación de lo mismo en la guerra de sexos: el tipo duro (corresponsal de guerra, lobo de mar, novelista infatigable, académico intrépido…) que reconoce que los hombres nos equivocamos de Dios en Trento y salimos así, hijos de puta.
Reverte suena a la vez duro con los hombres (implacable) y condescendiente con las mujeres. No lo hace cualquiera esto. ¡Síntesis de aliadez machirula! «Te descifro, mujer». Flaubert hablando a las Bovary.
La mujer no viene de la costilla de Adán, vendría de la hijoputez de Adán.
La cosa solo podría mejorar si añadiese que somos «hijos de mala madre», dándole así a su improperio una circularidad tremenda, perfecta: fuimos malos porque malas eran ellas, las progenitoras, que llevaría implícito un «todes putes» (¿el misógino no suena a veces como en bable, como si rechazara instintivamente la letra a por femenina?). Don Arturo, usted siempre tan certero, dirían sus lectores, ¡pudiendo llamar hideputa a alguien concreto, se lo llama al orbe entero!
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