Una de las obsesiones de nuestros mandamases woke es la negación de la realidad. No se trata de un ocultamiento o de una tergiversación, sino de negar lo real, de proclamar su inexistencia.
Dentro del plan gubernamental de crear una masa coral que les aplauda sin fin, la educación es, junto a la cultura, el enemigo a batir.
Recuerda Sánchez Dragó en sus memorias que en su comunista juventud los dirigentes del partido advertían a sus militantes de que "un buen comunista no se masturba".
La culpa la tienen los pedos de las vacas porque calientan el planeta.
Los grandes banqueros y los caciques del IBEX-35 no tienen el menor empacho en compadrear con los supuestos “rojos” de este Gobierno, que es el más sumiso que jamás haya existido frente a las exigencias de la plutocracia planetaria.
Siempre las vanguardias, más allá de la fuerza imperativa con la que irrumpen en la escena del arte o de la política, llevan incoada la semilla de su propia defunción.
