Con camisa azul o con mono de miliciano, pero todos con pistola al cinto, paseaban por los cafés de retaguardia con listas de nombres en el bolsillo, cebando con su rencor y su vileza paredones, cunetas y fosas comunes: tumbas de la infamia que el bando vencedor desenterró en la posguerra y los hijos y nietos de los vencidos intentan, legítimamente, desenterrar ahora.
Los latinos que residen legalmente en Estados Unidos pueden ver con buenos ojos cualquier restricción que se haga a la inmigración ilegal porque eso puede ir en beneficio de su situación laboral al desaparecer la competencia de los ilegales. Por otra parte, es patente que Clinton no ha sido capaz de despertar en los latinos el entusiasmo que éstos mostraron por Obama.