por
Anna Grau
Yo diría que lo que ha sucedido de verdad, y lo que más peligro tiene, es que es justo al revés de lo que nos temíamos: no es que el campo haya embrutecido la ciudad. Es que lo peor y más fútil más arribista de la ciudad ha atontado el campo, despojándole de su antigua nobleza y de su instinto.