La niña climatérica

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En la edad en la que se escuchan canciones de Laura Menopausini, una chica nórdica es manipulada para ser la nueva de Juana de Arco de la meteorología.

La agenda está clara: al parecer, el cambio climático ese sucede en África, Asia y Latinoamérica, pero no sucede ni en Norteamérica ni en Australia ni en Europa; por tanto los llamados "refugiados climáticos" han de venir en masse a la cristiandad para que les cuidemos.

Cuando sean cientos y cientos de millones, la "lucha de razas" será instigada sobre ellos para que degüellen al malvado hombre blanco. Cría cuervos...

Cuando no quede rastro del rostro pálido, y menos aún en las hiperbóreas comarcas de las que procede la icónica adolescente, el refugiado climático tendrá que hacerse con las riendas de la civilización que quede, y ahí sí que van a tener un problema, porque ya se vio lo que sucedió en África con las infraestructuras coloniales: los raíles del ferrocarril fueron arrancados para hacer chatarra, la administración de justicia, basada en el código napoleónico, la Common Law, o el derecho romano, fue arrasada para reponer la vía hutu-tutsi de resolver problemas; los campos cultivados se convirtieron en tierra baldíamustio collado; las fuentes fueron desecadas, y las misiones fueron martirizadas.

Sabemos perfectamente que las mismas oenegetas que colectan dinero en Europa para combatir la ablación clitórica en el centro de África son las que traen a nuestros lares a los mismos practicantes de tal mutilación. Esto es lo que tiene seguir las andanzas de top models como Heidi Klum o Dutzen Kroes en las revistas de moda y de chismorreo, y querer imitarlas.

El mundo que viene se parece cada vez más al calcinado país de Mordor de El señor de los anillos, pero no debido al cambio climático, sino al caballo de Atila de las hordas oscuras. Y, encima, la antigua Iglesia de Roma, liderada por un antipapa, fomenta la invasión.

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