Carta abierta de un profesor de Historia revisionista

Los alumnos suelen menospreciar a sus ancestros. Suelen verlos como gente tosca, crédula...

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Soy un profesor de Historia revisionista, es decir, que a la hora de dar clase a mis alumnos trato de explicarles la Historia y no los cuentos morales de nuestra visionaria izquierda española. Uno de mis empeños es el de luchar contra esa interpretación socialista de la Historia según la cual tuvieron que llegar los socialistas para que el mundo empezara a funcionar de modo correcto. Es por ello por lo que, a la hora de hablar sobre las civilizaciones antiguas, siempre destaco el pensamiento religioso no como una superstición (tal y como se entiende hoy el término), sino como una posición intelectual ante una realidad que se pretende conocer, que se busca dominar. Los dioses no son solo una respuesta rápida a muchos fenómenos incomprendidos, sino que representan el inicio del razonamiento acerca de dichos fenómenos, de ahí que la mitología acabe siendo no sólo un medio para conocer a los dioses sino, sobre todo, un medio para conocer la naturaleza, incluida la humana. Que los dioses antiguos se parezcan más a los humanos que los dioses actuales, que aquellos seres se rieran se divirtieran, se emborracharan, guardaran rencor, tendieran trampas o se preocupasen como nosotros, nos demuestra que las religiones también se organizaron como una prospección en las inquietudes del hombre y en los misterios del universo.

Los alumnos suelen menospreciar a sus ancestros. Suelen verlos como gente tosca, crédula, sin apenas capacidad analítica. La facilidad que hoy tienen para acceder al conocimiento, a prácticamente cualquier conocimiento, hace que se sientan mejores, más hechos al mundo y más preparados para sus desafíos. Nada les importa que esa aparente proximidad sea, en realidad, un abismo, ni que el impulso de supervivencia de aquellos que les precedieron y que a tanto saber les condujo, se haya quedado en ellos en un leve temblor que apenas les sirve para mover el culo del sofá. Me gusta despertar en mis alumnos el respeto o, al menos, la consideración hacia sus mayores y hacia sus muertos. Puede que creyeran en dioses con cabeza de ibis, pero, al menos, sus dioses tenían cabeza. Solo esa humildad de no sentirse gigantes encaramados a hombros de enanos les podrá mostrar el camino que aún les queda por recorrer.

 © @profsecundario

 

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