La ruta del soneto

Continuamos nuestro viaje por la ruta del soneto, por la que, parafraseando a San Juan de la Cruz, vamos de vuelo, pues el soneto vuela, y vuela alto.

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Continuamos nuestro viaje por la ruta del soneto, por la que, parafraseando a San Juan de la Cruz, vamos de vuelo, pues el soneto vuela, y vuela alto, aunque esté, paradójicamente, quieto en sus catorce versos endecasílabos, a veces, también, alejandrinos. «Forma cerrada» lo llaman, como a otras estructuras métricas, y, sin embargo, cómo abre caminos de belleza a tantos poetas que con él viajan.

El soneto, generoso, permite variaciones de metro y rima, algunos poetas, como Rubén Darío, han sido innovadores de esta forma clásica que les ha permitido jugar con él (aquí a palabra «jugar» carece de sentido peyorativo, bien al contrario) y hacer composiciones novedosas sin que el soneto deje de serlo, pues no altean su esencia ni su gracia.

Sigue el soneto andando a través de los siglos y, si bien ha habido tiempos de cierto abandono por parte de los poetas, su salud y su esplendor siguen intactos en diferentes idiomas. Llegado al siglo diecinueve, en Francia, el soneto y Charles Baudelaire andan amigablemente de la mano, cosa que ocurre también con otros muy buenos poetas en dicho país. Por su parte, la palabra de los románticos ingleses latía al ritmo del soneto, al que nunca le ha faltado corazón. Y cómo reverberan aún, y con qué fuerza, los líricos latidos de William Wordsworth y John Keats. Algunas décadas después, la lengua inglesa sigue dando jugosos frutos poéticos gracias a los sonetos de Dante Gabriel Rossetti, Thomas Hardy y Elizabeth Barrett Browning, quien, animada por su esposo, Robert Browning, publicó sus Sonnets from the Portuguese (Sonetos del portugués, como si se tratara de una traducción, o bien Sonetos de la portuguesa, que así la llamaba su esposo, todo por ocultarse como autora de tan personales versos ante el gran público). En alemán, ya en las primeras décadas del siglo veinte, Rainer Maria Rilke dejó un legado de intensidad y belleza a posteriores generaciones con sus Sonetos a Orfeo.

Hemos llegado al siglo veinte y, aunque en este periplo nos ha sido imposible citar todos los grandes nombres que regalaron a sus contemporáneos y a quienes llegaron y llegarán después sus magníficas composiciones, ellos y sus sonetos permanecen vivos, viajeros incansables a través de todo tiempo. Y el viaje continúa.

© ABC


Y como colofón, ahí va el que tal vez sea el mayor soneto en lengua española recitado en una de las más altas
interpretaciones jamás realizada.

José Luis Gómez recita “Amor constante, más allá de la muerte”
de Francisco de Quevedo

 

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