Nunca me cayó bien Queipo, y la forma de gobierno republicana me parece la más justa, pero ha de saberse que con la frase de arriba terminaba el bando del general en su sublevación contra el Gobierno del Frente Popular, que no contra la República. Eso de entrada. La panda de descerebrados que pretende y quizá consiga sacar el cuerpo del militar de la sevillana basílica de la Macarena ignora o quiere que ignoremos que la rebelión se hizo en nombre de la República y, en gran parte, por militares republicanos, aunque no partidarios del Frente Popular. Es sabido que ya en 1934, bajo el brioso nombre de Revolución de Asturias, la izquierda se unió para simplemente dar un golpe de Estado contra el Gobierno legalmente constituido, y no porque hubiera una ola de desórdenes y muertes, como en primavera y verano de 1936, sino porque la CEDA, mayoritaria en el Parlamento, iba a tener tres ministros en el Gobierno: tremendo ataque a la democracia, por lo que se ve, pecado de lesa patria. Hubo que llamar incluso al Ejército para aplastar a los golpistas. En nombre de la República, como es sano recordar. Stanley Payne, en su excelente trabajo El camino al 18 de julio, habla de mantener el poder a costa de cualquier trapacería y fraude por parte del Frente Popular en marzo del 36, lo que por otra parte acaban de demostrar irrebatiblemente los profesores Álvarez Tardío y Villa García en su reciente trabajo 1936, fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular. Cómo será el libro que entre todos los santones de la historiografía autodenominada progresista no han podido arañar un ápice de veracidad a sus páginas. Sólo ataques marginales y argumentos ad hominem, ya se sabe. Léanlo y me cuentan. No estoy defendiendo a Queipo, sino indignándome contra quienes manipulan la Historia a favor de una pretendida justicia injusta.
En la reciente exposición sobre el inicio de la Guerra Civil en Sevilla, que con mapas, fotos y detalles se pudo ver en la hemeroteca hispalense, había dos cositas que llamaban la atención: una, no mostrar documento iniciático tan fundamental como ese bando de guerra de Queipo donde se habla de defender a la República. Otra, a tenor de esa ausencia, llamar a los contendientes de las luchas en el centro de la ciudad "republicanos" y "rebeldes", cuando hubiera sido más veraz poner "gubernamentales" y "rebeldes", por ejemplo —tal eran en aquel momento—, pues es o debe ser sabido que hasta agosto no se repone la bandera bicolor, y que casi todos los bandos de guerra de los sublevados terminaban con vivas a la República.
Pero no es novedoso ni inocente ese solapamiento del término República con Frente Popular. Recordemos que tal formación electoral fue promovida por la Internacional Comunista en los años 30 para llegar al poder formando alianzas con otros grupos de izquierdas en toda Europa. La excusa era frenar al fascismo, pero la meta era en realidad la toma del poder por los comunistas, cosa que medio se logró en Francia y casi en España. Desde luego ocurrió en el bando republicano a lo largo de la guerra. Tras la conflagración europea, en 1945, los frentes populares en los países ocupados por Rusia demostraron a la perfección para qué fueron creados, eliminando o absorbiendo a los grupos que habían ayudado a auparse a los comunistas. ¿O no? Y no hay que irse tan lejos. A quienes al final del franquismo, o tras éste, militábamos aún en el PCE se nos llenaba la boca de "democracia y libertad", como si esas palabras nos importasen mucho en nuestro afán por la dictadura del proletariado, término que incluso los barandas comunistas europeos tuvieron que eliminar de su vocabulario. Pero en España quizá teníamos derecho al error. Moviéndonos bajo un gobierno autoritario —ya no era totalitario—, pensábamos que el enemigo de un malo tenía que ser por fuerza un mejor. El tiempo ha demostrado algo tan simple como que el enemigo de un bueno es siempre un malo, pero un enemigo de un malo puede ser un peor. En este caso, era un mucho peor.
Nunca me cayó bien Queipo, repito, pero me cae mucho peor esa cobarde y chillona harka que practica el "a moro muerto, gran lanzada", que no pisa la iglesia pero quiere sacar de la Macarena a alguien sin cuyo concurso es muy probable que muchas iglesias hubieran acabado chamuscadas, imágenes incluidas, y que ahora, al socaire de no sé qué República, se enfrentan al indefenso fantasma de quien a su cruel manera no sólo supo defenderla frente a los desmanes frentepopulistas, sino que a la larga contribuyó al sistema político que hoy permite a esa panda de crueles progres inmunes dárselas de héroes frente a un cadáver.
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