ZP: la peor política de inmigración de todos los tiempos

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Una razón más para no votar a Zapatero en las próximas elecciones: su irresponsable política de inmigración. Si ya la gestión del PP en este asunto fue extraordinariamente criticable, el periodo de Gobierno de Zapatero ha empeorado todavía más las cosas. Nuestra política de inmigración ha hecho que en España haya más gente de la que cabe, ha creado bolsas de marginalidad y delincuencia, ha disparado el tráfico humano desde el África negra y, para colmo, nos ha valido la hostilidad de nuestros socios en la Unión Europea, que trataban de cerrar la puerta en el mismo momento en que España, sin encomendarse a nadie, las abría de par en par.
 
El error tiene un nombre: “efecto Caldera”. La regularización masiva de inmigrantes promovida por el ministro Caldera, a las órdenes de Zapatero, ha sido una de las decisiones más desafortunadas de este Gobierno desde que llegó al poder. Y no por el hecho de la regularización en sí, sino por sus consecuencias: tal medida fue interpretada por los potenciales inmigrantes y por las mafias del tráfico humano como un “papeles para todos”, sin que el Gobierno fuera capaz de detener un fenómeno ocasionado por su propia imprevisión.
 
Hagamos un poco de memoria. En España comenzó a dispararse la inmigración durante los “años de oro” del PP, cuando la política económica de Aznar descubrió en el flujo masivo de mano de obra barata una excelente herramienta para sostener un ritmo de crecimiento elevado con costes laborales muy bajos. Había en ello una notable imprevisión desde el punto de vista social: no sólo por los costes sociales que conllevaba una entrada masiva de nuevos ciudadanos (educación, sanidad, subsidios), sino también por los potenciales conflictos que podían derivarse de la imposible asimilación de tantos extranjeros en tan poco tiempo. Pero pudo más el espejismo del índice de crecimiento económico, y así España se convirtió muy súbitamente en destino privilegiado para millones de personas. En honor a la verdad, señalemos que los intentos del PP por hacer más severa la ley de extranjería fueron boicoteados por el resto de los grupos parlamentarios; pero señalemos acto seguido que el PP tampoco puso mayor interés por afianzar estas medidas.
 
Imprevisión y demagogia
 
Cuando Zapatero llegó al poder, la situación era la de un país cuya población extranjera había crecido exponencialmente, lleno de inmigrantes ilegales que habían entrado por los agujeros de una legislación insuficiente y con un tráfico clandestino imparable. Hasta ese momento, el discurso socialista apenas había ido más allá de un demagógico “papeles para todos”. Por otra parte, el criterio de continuidad respecto a la política económica de Aznar instaba a seguir manteniendo ese flujo de mano de obra barata. En ese contexto, aparece la Ley Caldera que se plantea como una regularización de los inmigrantes “sin papeles” y que, en la práctica, suponía otorgar carta de naturaleza legal a una realidad de magnitudes desconocidas y, por tanto, de efectos imprevisibles. El primero de esos efectos fue, como muchas voces habían advertido, el “efecto llamada”. Decenas de miles de personas creyeron que se les abrían las puertas del paraíso. Y ello en el mismo momento en que la Unión Europea, desbordada por el fenómeno de la inmigración ilegal, empezaba a adoptar políticas que iban en sentido exactamente contrario.
 
A fecha de hoy, las consecuencias son muy graves. Hay más población inmigrante de la que el sistema económico y social puede asumir. Hay una proporción de inmigrantes ilegales desmedida. Con la economía en franca desaceleración, veremos cómo decenas de miles de inmigrantes quedan en situación de paro. Simultáneamente empiezan a multiplicarse las bolsas de delincuencia y marginalidad. La integración de la población extranjera se hace difícil por ausencia de mecanismos legales. En definitiva, la situación es hoy mucho peor que hace cuatro años. Frente a semejante paisaje, el PSOE no es capaz de proponer otra cosa que un elemental “buenismo” no exento de interés electoralista. Es una razón de peso para no volver a votar a Zapatero.
 
P.S.: ¿Hay alternativa? La cuestión de la inmigración sigue siendo tabú para buena parte de la clase política española. Para encontrar alternativas que vayan al fondo del problema hay que dirigirse, por la izquierda, al Informe Verstrynge, y por la derecha, a Alternativa Española. La propuesta de campaña de Rajoy –el “contrato de integración”- es una buena solución para parte de los problemas generados, pero no afronta el problema en su conjunto. Da la impresión de que nuestra clase política, en materia de inmigración, sigue eludiendo la obligación de hablar claro.

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