El Gobierno contra la Iglesia: ¿hay gato encerrado?

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Están enfermos. Literalmente: enfermos. La reacción del Gobierno contra la Iglesia es tan desmesurada que no puede explicarse desde criterios políticos sanos. Aquí hemos visto, en muy pocos meses, manifestaciones a favor de ETA en el País Vasco, ruidosos ultrajes a España y al Rey en Cataluña, proclamaciones unilaterales de referendos por la independencia, incluso agresiones verbales manifiestas por parte de un jefe de Estado extranjero… Nada de todo eso ha hecho la menor mella en la proverbial pasividad gubernamental. Pero ha bastado una concentración de familias bajo manteo eclesial, con un par de frases críticas hacia la política socialista, para que el PSOE declare la guerra a los cristianos en general y a la jerarquía en particular. Pepiño Blanco ha llegado a exigir explicaciones al Papa. Esto no es normal. Aquí hay gato encerrado. Pero, ¿cuál?
 
Hipótesis A: están preparando las elecciones. Los estrategas del PSOE saben que, al paso que van, les va a ser imposible obtener una mayoría ya no absoluta, sino ni siquiera suficiente, y piensan que la única manera de recuperar votos es crispar a un sector del electorado que, normalmente, se abstiene. ¿Por qué no? ¿Acaso no les funcionó en 2004? En aquel momento el PSOE se subió encima de los muertos del 11-M y, culpando de la tragedia al Gobierno en plena jornada de reflexión, logró una mayoría por la que nadie daba un duro veinticuatro horas antes. Ahora estaríamos ante una operación semejante. ¿Cuánta gente en España puede movilizarse por un discurso anticlerical de tipo clásico? ¿Un millón de personas? Pueden ser suficientes en una situación de “empate técnico”. Claro que, al mismo tiempo, la operación puede costar una buena porción de voto moderado. Para eso el PSOE espera poder seguir articulando ese doble discurso del que viene abusando desde hace años. Veremos.
 
Hipótesis B: tienen miedo. A lo largo de estos cuatro años ha crecido en España algo que antes no existía: una derecha social movilizada, presente en la edición, en Internet, en la radio, en las asociaciones, en la calle… Y ellos no lo soportan más. Antes la calle era suya, de la izquierda; ahora es de todos y, mayormente, de esa gente que sale a las manifestaciones como de paseo, en familia y con banderitas de España, y que forma multitudes como nunca antes se había visto por estos pagos. Eso les da miedo; mucho miedo. Esas multitudes representan, ni más ni menos, que la izquierda ha perdido el monopolio de la legitimidad popular, la que se construye en la vía pública. Por eso reaccionan como fieras heridas, extremando respuestas desmedidas, elevando a casus belli la menor crítica, denunciando como agresión injustificable la más comedida de las disidencias. Tienen miedo y se comportan como ratas acorraladas: mordiendo.
 
Hipótesis C: lo llevan dentro, es su verdadero rostro. Los socialistas consideran que la Iglesia es su enemiga y esa convicción, habitualmente implícita, se ha hecho explícita a raíz de la concentración católica de Madrid. Ya venían escocidos por las beatificaciones de mártires de la guerra civil, hace pocos meses; lo de la plaza de Colón ha hecho que aflore la llaga. El PSOE, y más específicamente el PSOE de Zapatero, lleva dentro el anticlericalismo como parte de su ADN ideológico. Esta generación sociata de ahora, que no hizo la guerra ni vivió sus consecuencias, que en muy buena parte son hijos y nietos de los vencedores de la guerra civil, se han inventado un socialismo vindicativo que pasa por blasonar de todos y cada uno de los errores del socialismo español en su larga historia, incluido el furibundo anticlericalismo de la II República y el Frente Popular. En el fondo, es una consecuencia inevitable de la Ley de Memoria Histórica: si uno vuelve a dividir a los españoles en buenos y malos (Peces Barba dixit) y ennoblece la memoria de los chequistas, nada más natural que retomar la ofensiva contra sus víctimas.
 
Tres gatos, pues. ¿Cuál es que se agazapa, encerrado, en la furibunda reacción anticlerical del PSOE?
 
Seguramente las tres hipótesis son ciertas. Y las tres son desoladoras. La primera, la del cálculo electoral, porque indica la bajeza moral de unos políticos que son capaces de jugar con fuego –y aquí no es sólo una metáfora- con tal de mantenerse en el poder. La segunda, la del miedo, porque manifiesta la incapacidad de la izquierda española para aceptar una vida democrática normal. La tercera, la de la ofuscación ideológica, porque demuestra hasta dónde llega el inmenso agujero negro del PSOE en materia de ideas, tan hondo que, a poco que se hurga, reaparecen los peores fantasmas de la España más negra.
 
Nada de todo esto es imaginable en ninguna otra izquierda europea y democrática. Esto sólo pasa aquí, en España, y entre nuestra izquierda, que se ha convertido en la huella más siniestra de nuestros pecados remotos. Urge dejar atrás a este navío fantasma.

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