Apostar por el pueblo

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Muchos de los lectores que están siguiendo la serie sobre la ley de “sólo sí es sí” se muestran escandalizados, más incluso que por la norma, por el hecho de que la gente no se oponga.

El malestar de los descontentos con el sistema político tiene como corolario su incomprensión por la ausencia de respuesta del pueblo.

No obstante, ¿cómo hacer frente al Gobierno cuando la población la integran una masa de individuos descoordinados y dependientes del Estado del que deberían abjurar?

Un pueblo atomizado sólo es capaz de adoptar ineficaces medidas defensivas

Un pueblo atomizado y en situación económica precaria sólo es capaz de adoptar, en el mejor de los casos, ineficaces medidas defensivas porque conoce su incapacidad para controlar o destituir a sus gobernantes.

Los más combativos de una multitud dividida en civiles aislados intenta escapar siguiendo la máxima de “sálvese quien pueda” (bitcoin como forma privada de garantizar una reserva de valor quizás sea el producto más refinado) pero del Estado no se sale, huir es imposible.


Algunos aún creerán que el Estado puede regenerarse vía elecciones democráticas.

Mi opinión es que la posibilidad de que cambien las políticas destituyendo al Gobierno es nula porque el régimen tiene una enorme capacidad para “fijar votos” por el antiquísimo procedimiento de comprarlos (“clientelismo”).

Así, los sistemas políticos con competencia electoral tienden a reproducir el estado de cosas, pues los partidos saben que no hay voto más seguro y fiel que el asociado a un beneficio económico concreto para el elector. Y en esa tarea de captar lealtades se afana la oligarquía política durante sus mandatos.

 El pueblo subordinado al Estado Total (total en cuanto domina todo el espacio social) sabe que si protesta está tan cerca de perder su pequeño bienestar como lejos de poder ejercer su teórica soberanía.

Por tanto, demandar subversión al ciudadano pensionado, subvencionado, paniaguado es pedirle peras al olmo, pues el clientelismo rampante reduce a la mínima expresión las posibilidades de decirle no al amo.

Si la democracia pretendía ser el instrumento del poder popular, la corrupción lo ha transformado en un zoco donde toda ambición se reduce a la mezquina búsqueda de prebendas a cambio de fidelidad en las urnas.

Por tanto, declaro al pueblo, inocente de su servidumbre.  

Valga esta digresión en el análisis de la ley de “sólo sí es sí” y en la deconstrucción del concepto de “víctima woke” para hacer entender a los indignados que, sin partir de los hechos aquí expuestos, jamás entenderán que no es la cobardía, sino el estado social el que determina que el pueblo no rechiste. 

No obstante, sí hay alternativa, sí cabe una oposición eficaz sin tener que exigir a los paisanos que se inmolen o que muerdan la mano que les da de comer. 

Una resistencia no a la altura del Estado democrático que jamás tuvimos, pero sí al nivel del estado de naturaleza al que nos aproximamos

twitter: @elunicparaiso

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