La nación que dio tres emperadores a Roma, que alumbró a Séneca, Lucano, Marcial, Quintiliano e Isidoro de Sevilla desdeña el latín hasta amenazar su continuidad.
Abascal, cuyas cualidades de jefe se han afirmado en su paso honroso de la Carrera de San Jerónimo, ha levantado una bandera. Toda España lo ha visto. Y éste es un país impredecible al que, a veces, la gallardía enamora, para confusión de los pragmáticos y los calculadores.