No era fatal que se produjera la I Guerra Mundial, ni que desapareciera el imperio Austro-Húngaro. Tampoco es inevitable nada en esta España de poderes sonámbulos, salvo que sigamos temiendo y subvencionando a Barnagrado, antes Barnapest.
Una de las preocupaciones del Gobierno de Mariano Rajoy respecto a la ´cuestión´ catalana es el posible efecto de contagio en otras regiones con pálpitos separatistas, en especial el País Vasco. Para alegría de la calle Génova y de los españoles, esta situación no se producirá.
Gran éxito de la pitada de cláxones contra Pujol. Y ahora, ¡a por los partidos!
El Conde-Duque de Olivares, eligiendo la línea dura, se lo puso fácil a los caballeros Tamarit, a los canónigos Claris y a los extremistas de corazón o de billetera que ya entonces, con cuentas en Andorra o sin ellas, se envolvían en hechos diferenciales y demás parafernalia.