Gran éxito de la pitada de cláxones contra Pujol. Y ahora, ¡a por los partidos!
Sí, que nuestros cláxones suenen a todas horas ante el domicilio de Pujol y la sede de los partidos secesionistas.
Sí. Ensordezcamos a todas horas, haciendo sonar los cláxones, las sedes de los partidos cómplices de Jordi Pujol, además de su domicilio particular
Una de las pocas armas que tiene la población desarmada de armas-armas es exteriorizar su descontento sin armas (valga el epímone): de manera imaginativa, no violenta, pero contundente, a fin de evidenciar su repulsa o su ira mediante distintos grados de acción popular. Sea desde una humilde charla en el bar, el trabajo, entre amigos o en familia, hasta escribir o hablar de un asunto en público (periódicos, blogs. Redes sociales, radio, TV, una tribuna, un mitin); o desde asistir a una manifestación en contra de algo a montar una huelga o llegar hasta la huelga general; o desde escarnecer a alguien (lo del escrache) a manifestarle en público desprecio por algo acontecido anteriormente (como abochornar al ladrón Félix Millet en un restaurante, hasta que éste y sus acompañantes huyen avergonzados). Todo es válido, útil y extremadamente eficiente.
Es que es tan escandaloso el caso de los (ni presuntos ni narices) delitos económicos perpetrados por Jordi Pujol y su familia, y es tan exasperante la laxitud con la que la Justicia actúa contra semejante clan de facinerosos, que nadie entiende que no esté detenido preventivamente. Al contrario, goza de la más insultante impunidad que le permite moverse por todo el mundo, suponemos que, meneando capitales, escondiendo o destruyendo pruebas y blindándose ante acusaciones mucho más graves que todavía están por aflorar.
Es tanta la ignominia y tan grande la afrenta llevada a cabo por esa tribu –que como decía el eurodiputado de Podemos y jurista Jiménez Villarejo, hoy, 2 de septiembre, es el caso más criminal sucedido en Europa por parte de un presidente de un país –aceptando que tal fuese el status de Pujol- que de por sí es motivo suficiente para que la ciudadanía honrada haya dicho que hasta aquí hemos llegado; que basta, que no se admite ni un segundo más de coacción ni de chantaje emocional patriotero desde las adocenadas y fanáticas hordas de mala gente con carnet.
Que no. Que de nada sirve si Pujol fue alguna vez alguien que hizo algo positivo para Cataluña (por lo que cobraba un buen sueldo), puesto que los hechos demuestran que desde el caso Banca Catalana hasta hoy, Jordi Pujol nos ha vilipendiado mediante la estafa política, la depredación económica de los recursos públicos y privados, la decadencia moral, y la usurpación patriota más inmunda que puede llevar a cabo alguien: un “padre” jodiendo a los “hijos”.
Por este motivo, no es de extrañar que los subvencionados medios alineados con la causa secesionista no se dignen hacer su trabajo periodístico y olviden su preceptiva deontología a la hora de indagar y publicar la verdad sobre este maldito caso de abuso de poder.
Es también por ello por lo que quienquiera que pase por la Avinguda del General Mitre con Mandri (no se asusten, el tal Mitre era un militar argentino, que no español, si no ¿de qué tendría una calle dedicada en Barcelona?), que es dónde Jordi Pujol i Soley tiene su domicilio particular, observa cómo muchos conductores pegan un bocinazo o varios al pasar del inmueble, algo que suele contagiarse y hace que los miles de cabreados armen un pitote acústico de no te menees.
Aunque como en otras ocasiones, paguen justos por pecadores, pues los vecinos de la zona no tienen culpa alguna, tampoco la tienen los millones de catalanes y, de rebote, de españoles del resto de la nación, que han sido expoliados por ese hombre y su clan de extractores corruptos.
Pero como sus fechorías se han llevado a cabo con un plan preconcebido en el que han participado la mayoría de la gente comprometida con consignas y manipulaciones a menudo xenófobas y hasta racistas en contra de España, debemos colegir que alguien más (“más” lo escribo con acento) ha de pagar el pato. Y éste más o estos más’ tienen nombre y apellidos: simpatizan, militan o viven del partido fundado por Pujol: Convergència Democràtica de Catalunya (CDC)… y aún van de gallitos (“milhomes”, les llamamos en catalán).
Como a esa gente se la ha de neutralizar y no se puede ir casa por casa de cada uno de sus gerifaltes, que sea, pues, la sede central de CDC la que también reciba su dosis de ruido ensordecedor desde los vehículos que pasen por delante de Còrsega con Pau Claris.
Y ya puestos a que nadie se vaya de rositas, los ciudadanos motorizados pueden hacer lo mismo ante el cuartel general de Unió Democràtica de Catalunya (la U de CiU), la de Duran Lleida, en Nàpols, 35-39, que en estos inacabables años de coalición también han hecho de las suyas –caso Pallarols, etc.–, pero que en este caso han de pagar su parte alícuota de penitencia, porque, saberlo lo sabían, y aún es hora de que digan ni mu.
Y en la misma línea, sugiero ensordecer las orejas de los que estén en la central de Esquerra Republicana de Catalunya, en Calabria, 166, quienes, sabiendo todo lo que pasaba (¡lo acaba de confesar Carod Rovira!), no han movido ficha y siguen dando soporte a CiU, como antes se aliaron con el PSC e ICV para editar el nefasto “tripartito” y vivir del cuento.
Puestas así las cosas, imaginemos que miles de coches aprietan su cláxon a todas horas en todas estas zonas de fácil identificación visual (suelen exhibir con fruición los símbolos de cada formación), es decir: Mitre, Còrsega, Nàpols y Calabria. Imaginemos que el ruido se hace infernal y altera la convivencia y testimonia el conflicto de intereses entre la ciudadanía y un podrido contingente de ladrones, avaros y traidores a los intereses del país. Imaginemos que de esta respuesta ciudadana ante los delitos de los Pujol y sus cómplices se hacen eco las Redes Sociales y Prensa libre internacional atómica o digital, y se genera una nueva forma de desafección y de desprecio explícito contra la podredumbre política del sistema; y que al fin se acaban tantas tergiversaciones acerca de que el “proceso” es aceptado por la mayoría de los catalanes sensatos. Imaginemos que de una vez por todas se les bajan los humos a los que todavía insultan a la gente de bien que no acepta ni ha aceptado nunca la asociación de ideas e identidades con lo de “Jordi Pujol es Catalunya”. Imaginemos que de manera definitiva se lamina una forma viciada de entender el amor a la propia tierra si ello supone despreciar al hermano.
¿Se lo imaginan?
Pues, ¿qué hacen que no pitan? ¡Ya están tardando!