El economicismo, con su ceguera cultural, es una idea esencialmente plebeya, propia de naturalezas inferiores, que son incapaces de concebir categorías que superen el mero sentido común, esa panacea intelectual de las almas espesas: el realismo del buen burgués volteriano.
Dentro de meses, un historiador acusado de apología del franquismo será condenado a más años de cárcel que los líderes de la Generalidad en rebelión contra el Estado o que un pistolero de extrema izquierda.
En esto de las intromisiones las hay buenas y las hay malas. Por ejemplo, es buena cuando la ejecuta un gobierno ético por naturaleza y con una superioridad moral innata, verbigracia: los Estados Unidos.