Es de agradecer que Sol Gallego-Díaz, la directora con la que más han caído las ventas de El País, y su alegre muchachada hayan perdido la prudencia, el disimulo y hasta el estilo literario de los años en que el periódico lo hacían Juan Luis Cebrián y, sobre todo, Javier Pradera.
La magnitud de la revolución política que estamos viviendo en Europa y América se comprende cuando observamos el cataclismo del sistema de partidos en el Reino Unido.
Lo esencial del electorado de C’s no lo formaban ciudadanos del mundo, de esos que creen en la multiculturalidad y los restaurantes étnicos, sino patriotas españoles.
Cuando la derecha se rebela ante El País… no ocurre nada. No caen piedras del cielo ni se producen terremotos ni la ONU nos condena.
Mientras toma la copa de Navidad en vaso de plástico en su empresa, la precaria levanta la voz y dice: “Ya tengo los billetes para irme con unas amigas a Budapest en Semana Santa”. Por primera vez en meses, ha captado la atención de los demás y no tiene la impresión de que su grado en Sociología y con máster en Relaciones Internacionales no ha sido un desperdicio de tiempo y dinero.
Hay una creencia general: la manipulación más habitual realizada por los medios de comunicación sobre las noticias que molestan a sus editores o al Poder, consiste en la censura
