[RUSIA] ¡Y ganó!

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Hace una semana planteaba la posibilidad de que Vladimir Putin ganara las elecciones presidenciales en Rusia. Acerté obviamente. Las ha ganado con más de un 87% de votos y una participación de más del 77% de los electores. Dos de cada 3 rusos le han votado ¡Justito, justito! Los medios de comunicación occidentales, ante estos resultados, regurgitan bilis e intentan desacreditar las elecciones calificándolas de fraudulentas, manipuladas, amañadas, ilegitimas y un sinfín de epítetos a cuál más insultante.

Los políticos europeos tampoco se han quedado atrás y se han apresurado a vomitar descalificaciones escudándose en su condición de centinelas de las libertades y de la democracia. Por su parte, los estadounidenses, mucho más pragmáticos, se han limitado a decir que no felicitarán a Putin, pero que son conscientes de que seguirá siendo presidente de Rusia, algo que deberían aceptar el resto de dirigentes occidentales por mucho que les consuma la rusofobia. Alemanes y franceses, en su línea de ineptitud y estupidez supina, han manifestado que no reconocerán a Putin como presidente. España, por su parte, cuestiona que hayan sido unas elecciones democráticas con las garantías suficientes [sic]. Actitud prudente si cabe.

Mientras tanto se ha dado pábulo al presidente ucraniano, que ha tenido la desvergüenza de criticar las elecciones rusas cuando él ha cancelado las suyas, ha prohibido más de 16 partidos políticos, ha cerrado 4 cadenas de televisión, la prensa está censurada y se persigue a los disidentes hasta asesinarlos. Sin embargo, es un ejemplo de democracia como le gusta a Occidente.

Tales declaraciones no nos deben resultar extrañas ni imprevisibles, dado el deterioro de nuestra clase dirigente, cada día más inepta e inútil, y a la que le bailan el agua unos medios sobornados con ingentes cantidades de dinero que sale de nuestros bolsillos. Todo vale para deslegitimizar unos comicios en los que una sociedad madura, consciente de su destino y defensora de su supervivencia ha decidido participar mayoritariamente y ha tenido claro en quién confiaba. El empecinamiento por no aceptar la realidad de los hechos supone, una vez más, ofender los sentimientos de los ciudadanos de una de las naciones que ha contribuido a forjar una de las más grandes civilizaciones del planeta, aunque ahora sea irreconocible y presente signos de agonía.

Cualquier ciudadano con un mínimo de coherencia y sentido común, algo de lo que carecen nuestros políticos, capta que es una la narración que le venden, ya sea la versión de que ciudadanos rusos han sido obligados a votar a Putin bajo amenazas, o la de que se han manipulado los resultados electorales. Del mismo modo, a la vista del abrumador resultado, deducirán que ningún candidato de la oposición tenía posibilidad alguna de triunfar. Sin embargo, con su empecinamiento en mantener el discurso de enfrentamiento, nos toman a todos, ellos y nosotros, por necios e indocumentados. Una vez más, los rusos han demostrado en estas elecciones que son un pueblo civilizado que, ávido de su independencia, no tolera presiones externas.

Los gobiernos y los medios occidentales insisten en la ilegitimidad de las elecciones porque pretenden que no hay libertad de expresión en Rusia y los candidatos que sostenían un discurso distinto fueron apartados cuando no supuestamente asesinados como en el caso de Navalny. La realidad, una vez más, es que Occidente, en su persistente objetivo de vencer a Rusia a cualquier precio, no ha podido encontrar, pese a haberlo intentado incontables vecs, verdaderas figuras políticas entre la clase política rusa que puedan desestabilizar desde el interior el sistema establecido, el cual es respaldado por la mayoría de los ciudadanos. La hasta ahora verdadera oposición a Putin —el Partido Comunista— ha visto sus resultados desplomarse de forma abismal, pasando del 15% al 4,3%. Sus electores se han reunido en torno al presidente, al que consideran el mejor candidato para defender los intereses de Rusia frente al enemigo exterior y capaz de llevar a cabo las reformas sociales pendientes.

Los rusos han ido a votar masivamente; más de 87 millones han participado en las elecciones, una parte de los cuales podrían haber votado en blanco o a candidatos alternativos, cosa que no han hecho, se pongan como se pongan. Ha sido una exhibición de la voluntad popular que ha expresado su inquebrantable fe en seguir siendo un país soberano e independiente, decidido a mantener su estructura social identificándose con su presidente. En las nuevas regiones incorporadas a la Federación de Rusia, el porcentaje de votos favorables a Putin oscila entre el 88 y el 95 %, y ello bajo un intenso bombardeo ucraniano desde el inicio de las votaciones el pasado jueves, algo que se ha ocultado ignominiosamente en los medios occidentales.

Aunque se ha promocionado insistentemente el voto electrónico por parte de las autoridades, el pueblo ruso se ha mostrado una vez más sensato y conservador, habiendo preferido mayoritariamente el voto tradicional en las urnas. De los más de 112 millones de electores sólo 4,7 millones se registraron para hacerlo en línea, y de éstos no llegaron al 1% quienes lo hicieron. Un dato curioso es que en el procedimiento electoral ruso basta estar inscrito en las listas electorales para poder votar en cualquier colegio electoral del territorio con la simple presentación del documento de identidad y su comprobación por el sistema electrónico gubernamental. Una prueba más del atraso tecnológico que padece Rusia.

Pero no solo este fenómeno de voto masivo se ha producido en el interior del país, sino que se ha trasladado también a los residentes en el extranjero, con cerca de 380.000 personas titulares de la ciudadanía rusa, resultados que deberían avergonzar una vez más a los propagandistas occidentales. Los rusos en el extranjero han acudido a las delegaciones diplomáticas para ejercer su derecho al voto. En ciudades donde es permanente la propaganda y la desinformación sobre Rusia, esta participación debería de haberse reflejado en votos a favor de otros candidatos, cosa que no ha sucedido en absoluto.

A falta de los resultados definitivos que se publicarán el próximo 31 de marzo, Putin obtuvo en Washington cerca del 55 % de votos, en Nueva York un 35,94%, en Toronto un 52,04%, en México un 52.53%, en Santiago un 60,88%, en Bonn un 75%, en Atenas un 93%, en Phuket un 49%., en Tallin 75%,. Putin ganó en Alemania, Francia, Italia yt Bélgica. Sin embargo, su rival designado como opositor por la disidencia, el candidato Davankov (tercero en los resultados finales con el 3,82% de votos) obtuvo mejores resultados en Gran Bretaña, Irlanda, Polonia, Portugal, Suecia, Serbia, Argentina, y España. Las largas colas para ejercer el voto se han mostrado en muchos casos como manifestaciones en contra en las televisiones de numerosos países.

La realidad es tozuda, por más que se empeñen, y ahí están las pruebas, por más que se intenten ocultar o deformar. No se ha dicho nada de los esfuerzos por impedir el legítimo ejercicio al voto en países como Letonia (miembro de la UE), donde se ha confiscado la documentación y se ha ordenado la deportación de los ciudadanos con doble nacionalidad que acudían a votar. Tampoco se ha dicho nada de las trabas puestas por las autoridades de Washington para acceder al consulado ruso, a la vez que favorecían las manifestaciones de activistas que intentaban disuadir a los votantes. Tampoco se han comentado los ataques cibernéticos contra el sistema electoral ruso, con más de 4,6 millones de ciberataques, al igual que tampoco se ha informado sobre los continuos ataques ucranianos a civiles en las regiones fronterizas, con diversos muertos, algunos en colegios electorales. Por el contario ,sí se han puesto de relieve y se han mostrado repetidamente en las televisiones los incidentes ocasionados en los colegios electorales por oponentes al régimen, aspecto totalmente anecdótico al sobrepasar apenas los 60 casos en todo el país.

Todas las misiones internacionales de observadores que han supervisado las elecciones presidenciales rusas, ya sean institucionales (OCS, CEI, OTSC) u observadores independientes, han reconocido que las elecciones —secretas y con plena garantía del voto de los electores— fueron libres y se desarrollaron de acuerdo con la Constitución y la legislación electoral. Todos han concluido que las elecciones fueron transparentes, fiables y democráticas. Por obvias razones, los rusos no invitaron a las organizaciones europeas, pero ello no ha impedido que observadores de partidos políticos europeos hayan verificado el desarrollo electoral. Curioso que un consejero municipal francés que acudió como observador independiente se haya visto destituido de su cargo a su regreso. Una prueba más de la libertad que reina en Europa.

Las autoridades rusas están encantadas y agradecidas por los esfuerzos occidentales que, con gran celo y todo tipo de maniobras, provocaciones y agravios, han intentado desestabilizar a Rusia. Están contentas y se lo agradecen porque ello ha contribuido a unificar al pueblo ruso al tiempo que afianzaba su patriotismo. Putin sale reforzado en su liderazgo no sólo en el interior, sino también en el exterior, donde los dirigentes políticos han acogido con satisfacción los resultados de las elecciones rusas, con la excepción, por supuesto, de los occidentales. Éstos lo ven como una pesadilla y ya no saben qué inventarse en su permanente rusofobia. Pero tarde o temprano habrán de rendirse a la evidencia y negociar con Putin. No se olviden de que estamos en un gran circo y tenemos unos talentosos acróbatas, auténticos expertos en el arte de decir una cosa y su contraria. ¡Qué artistas, la verdad!

Sí, las ha ganado, y por goleada. Putin ya forma parte, junto a sus grandes figuras, de la historia de Rusia, donde será recordado por las generaciones futuras. Ya saben, llámenme como quieran que yo les contestaré siempre lo mismo.


Y, para celebrar el triunfo electoral..., ¡he aquí que Vladimir Putin se puso a cantar Blueberry Hill! En inglés, desde luego.

No. La actuación data de hace catorce años. Tuvo lugar en una gala benéfica celebrada en San Petersburgo, a la que también asistieron actores como Alain Delon, Gerard Depardieu o Sharon Stone.

En aquel entonces, Occidente aún no había emprendido agresiones como las del Maidán en Ucrania o las revoluciones de colores en diversos otros países. Tanto Putin como Rusia aún creían en la posibilidad de mantener amistosas y fructíferas relaciones con Occidente. Está claro que aquellas ilusiones ya se han desvanecido por completo.

 

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