Se desconoce que en Chile, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela, el pueblo más humilde y las masas indígenas —pese a todo, pese a la incapacidad, torpeza y malevolencia de Fernando VII— se mantuvieron fieles a la Corona, razón por la cual, afirma Juan José Hernández Arregui: “la emancipación de España no fue, en su momento deseada por los pueblos americanos […]. Los pueblos no anhelaban la separación de España […]. No se dice que en 1810 las masas venezolanas siguieron al capitán de fragata español Monteverde, vencedor de Miranda, y no a Bolívar. Esas masas, ya desacreditado Monteverde, en 1813, no acompañaron a Bolívar sino a Boves, el jefe español que acaudillaba, efectivamente, a las clases bajas contra la aristocracia española y criolla. Boves condujo a las masas oprimidas que, en 1814, enfrentaron sangrientamente a Bolívar.” [1] En el norte de la América del Sur la independencia fue sólo deseada “por la minoría criolla acaudalada […]. Bolívar tuvo que apoyarse en fuerzas militares extranjeras (5.000 soldados británicos), desde el primer momento, para vencer los rechazos populares ante esa política que venía dirigida desde el exterior”.[2]
Hernández Arregui pone el dedo en la llaga de los defensores de la Leyenda Negra porque, si España sólo sembró en América desolación y muerte, si sus hombres fueron salvajes explotadores de los pueblos originarios y violadores seriales de las mujeres indias, ¿cómo se explica entonces que los pobres, los negros y los indios, estuvieran contra la independencia? ¿Cómo se explica que las masas indígenas fueran la columna vertebral del ejército realista en el Perú? ¿Cómo se explica que los indios se mantuviesen fieles a la Corona española?
Jorge Abelardo Ramos, analizando con agudeza el proceso ocurrido a partir de 1810, observó que “oficiales españoles eran indios, como Santa Cruz, que luchaba contra los americanos varios años antes de plegarse a la lucha por la independencia”. Y que, curiosamente, “en los llanos venezolanos, o en Colombia, los españoles contaban con el apoyo de los más humildes, llamados castas, hombres de color, y que eran jinetes y combatientes de primera categoría”.[3]
En el sur del virreinato de Nueva Granada, la resistencia de los “pueblos originarios”, contra el partido de Bolívar fue conducida por el general indio Agustín Agualongo, quien llevó a cabo una guerra de guerrillas que puso en jaque a lo más granado de los —mal llamados por la historia oficial— ejércitos independentistas, hasta junio de 1824. El nombre del caudillo indio Agustín Agualongo fue borrado de los textos de historia. Agustín Agualongo, líder popular indiscutido de los indios pastusos, había nacido en la ciudad de San Juan de Pasto (en el territorio de la actual Colombia) el 25 de agosto de 1780. “Si tuviera veinte vidas, estaría dispuesto a inmolarlas por la religión católica y por el rey de España”.[4] Éstas fueron las últimas palabras pronunciadas el 13 de julio de 1824 por el coronel indio del ejército realista Agustín Agualongo, antes de ser fusilado por las tropas de Simón Bolívar. Es indiscutible que, para Agustín Agualongo y los indios pastusos que lo acompañaron hasta el final, la patria era el imperio. El caso de los pastusos no fue, por supuesto, un caso aislado. En el sur del Perú, en la región de Ayacucho, los líderes indios Antonio Huachaca, Pedro Huachaca, Tadeo Choque, Pascual Arancibia, Francisco Lanchi y Bernardo Inga organizaron la resistencia de los llamados pueblos originarios contra la independencia y conformaron un ejército multitudinario que combatió durante años hasta quedar exhausto.
Subordinados culturalmente por el peso de la Leyenda Negra, nos suena raro que, en Colombia, un general indio pusiese en jaque a los ejércitos de Simón Bolívar, y más raro aún nos suena el hecho que, en el corazón de los Andes, las masas indígenas murieran luchando por el imperio español.
Sin embargo, no hay ninguna duda de que los indios que, si quisiera para pasar hoy por un intelectual políticamente correcto, debería llamar “pueblos originarios”, estuvieron mayoritariamente contra la independencia. Es ésa una realidad que ocultan maliciosamente los negrolegendarios porque ese hecho hace que la leyenda negra de la Conquista española de América se caiga como un castillo de naipes.
El hecho que las masas indígenas estuvieran contra la independencia es un tema que no pueden explicar tanto los historiadores e intelectuales como los libros de texto que en España e Hispanoamérica “dibujan” la historia hispanoamericana en blanco y negro a partir de la Leyenda Negra. El Imperio era nuestra patria. La patria de los criollos, los mestizos y los indios. Y esta verdad, aunque de forma errática, contradictoria y con vacilaciones, fue sentida también tanto por Simón Bolívar como por José de San Martín.
Marcelo Gullo es profesor de la Universidad Nacional de Lanús y de la Escuela Superior
de Guerra en Argentina. Entre sus numerosos libros publicados destacan
La Insubordinación Fundante. Breve historia de la construcción
del poder de las naciones y Relaciones Internacionales. Una teoría
crítica desde la periferia sudamericana.
[1] Juan José Hernández Arregui, Nacionalismo y liberación…, ob. cit., págs., 86-89.
[2] Ibíd., pág. 88.
[3] J. A. Ramos, Historia de la Nación…, ob. cit., pág. 127.
[4] Álvarez, Jaime, «Agustín Agualongo», en Manual de Historia de Pasto, Academia Nariñense de Historia, Graficolor, Pasto, 1996, pág. 223.
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