Transcribo aquí parte de las respuestas de Josep Pla a una entrevista que le hicieron después de viajar a Nueva York, allá por 1954. Está recogida en la edición de las obras completas. Desconozco el nombre del periodista.
Pla dice aquí un par de cosas sorprendentes, poco del tiempo. Hubiera sido divertido leerla durante la campaña americana del 2016, pero es preferible no llamar mucho la atención (salvo que sea inevitable).
No se lee demasiado a Pla, ni a nadie, pero los que lo leen (un poco oficialmente), presentan un Pla quizás desfigurado, cuinat, una miqueta cuit.
Pido perdón por mi apresurada y pobre traducción. El periodista le pregunta por el problema racial en Estados Unidos (“el problema dels negres”) y el autor responde como sigue:
“En Estados Unidos, y en Nueva York concretamente, los blancos están en su lugar y los negros en el suyo. Son pueblos que viven separados. No se puede negar que la convivencia, siendo puramente externa, es difícil. En todo caso, esta convivencia o su fracaso se resuelve en anécdotas personales, a veces dramáticas, es decir, en cosas que pasan en la vida. A veces un negro se proyecta sobre una mujer rubia. A veces unos blancos matan a un negro. Yo no estoy dispuesto a proyectar sobre estos hechos la menor consideración sentimental y menos a deducir consecuencias de carácter general. Son cosas de la naturaleza humana, males de la bestia. Las personas que se rasgan las vestiduras frente a estos hechos suelen ser las mismas que en la época de Hitler aceptaban como la cosa más natural del mundo el exterminio de los judíos en el campo de concentración y las que ahora justifican los ignominiosos campos soviéticos de trabajo. Por el hecho de que a veces se produzca una catástrofe ferroviaria espantosa los ferrocarriles no son un problema insoluble -en los países donde viajar en ferrocarril ofrece una seguridad mínima, se entiende. De manera, pues, que el problema de los negros se ha de plantear de otra manera, si se trata, entendámonos, de hacerlo objetivamente inteligible. Mientras los negros estén en su lugar y los blancos en el suyo, perfectamente separados y diferentes, usted puede esperar sentado a ver la producción de la catástrofe que el problema negro, según los profetas, ha de provocar. El problema se podría comenzar a producir el día que los blancos tuviesen la veleidad de mezclarse con los negros, de romper la separación, sobre todo el día que mezclasen su sangre, como en tantos países de América ha pasado. Mientras haya separación, se producirán pequeñas anécdotas insignificantes. El problema podría comenzar el día que comenzase el mestizaje. La gran tragedia de América Latina es el mestizaje. Por fortuna, esta posibilidad, de tan remota, es a los Estados Unidos absolutamente impensable. No olvide que Nueva York es una ciudad formada por emigrantes del Norte de Europa -holandeses, ingleses, irlandeses, escandinavos, judíos, centroeuropeos-, es decir, por personas que están dispuestas a darle a los negros toda la consideración que merezcan y que en cada caso crean pertinente, pero que jamás se mezclarán. Unos Estados Unidos y un Canadá poblados por mulatos son, por fortuna, inimaginables (…) En Estados Unidos tienen un campo muy provechoso de experiencia racial en el área vastísima de la América denominada latina. Los resultados de esta experiencia, el mestizaje, el mulataje, el criollismo, las mezclas de negros y chinos son perfectamente conocidas y tienen una fuerza normativa incuestionable (…)
Los Estados Unidos no han hecho nunca una política antinegra, han hecho una política de separación, que es muy diferente. Han usado una tendencia contraria al mestizaje que su población blanca ha exigido. Dada la composición humana de los Estados, dirigidos y manipulados por hombres del norte de Europa, muchos de ellos europeos cien por cien, no es fácil que cometan los errores que algunos pueblos de Europa han cometido en América”.
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