Los motines en Francia. ¡Es el enemigo el que te designa!

François Bousquet, una de las grandes figuras de la Nueva Derecha francesa, analiza los motines. En directo y sobre el terreno. "Nos han estallado en la cara —dice—. El enemigo, para ellos, somos nosotros, los franceses".

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"Es el enemigo quien te designa". La terrible lección de Julien Freund, uno de nuestros mayores pensadores políticos, es más pertinente que nunca. Podemos buscar todas las explicaciones que se quiera: desde hace una semana, el enemigo interior nos designa expresamente. La hu-mi-lla-ción, en directo, cada noche, en mundovisión, peor que cualquier desgracia que hayamos sufrido en nuestra historia. Porque ya no es en Sedán donde cede el frente, es en Sevran. Menudo "batacazo", como dicen en el PSG.[1]

Pero, como bien ha señalado Mathieu Bock-Côté, la guerra civil es un término equivocado. Es má tgys bien una guerra de guerrillas librada por una fuerza expedicionaria extranjera, posible gracias a la reunificación familiar. Los jóvenes suelen exportar la violencia; los viejos la importamos, como en Le Camp des saints de Jean Raspail.[2]

Una quinta columna preparó el terreno para los amotinados. Una quinta colluma que, desde el 27 de junio y la muerte de Nahel, ha acudido en su ayuda, y me refiero a la extrema izquierda, en una asombrosa inversión de papeles: las tropas de LFI [el partido de Mélenchon] y Los Verdes se parecen cada vez más a un ejército de auxiliares: son los auxiliares del decolonialismo, igual que antes hubo auxiliares coloniales. En suma, son los tiradores de nuestros antiguos tiradores.

Todo el mundo, aparte de Mélenchon y Los Verdes, es consciente de que no es la policía el objetivo, ni sólo el Estado o la administración, y menos aún la República.

A los amotinados les importa un bledo la República

A los amotinados les importa un bledo la República. Nunca han molestado a un nativo llamándole "puto republicano de mierda". Es Francia, son sus símbolos, su identidad, su soberanía, lo que está en el punto de mira.

Etno-sadomasoquismo

Por pereza intelectual, nos hemos acostumbrado a quitarle hierro a la desobediencia ante una orden dictada por una infracción de tráfico cometida además, como en este caso, con circunstancias agravantes. Pero tenemos que ampliar el enfoque para obtener una imagen más completa. La negativa a obedecer una orden es sólo el nombre de una negativa más general: la de someterse a nuestro sistema de valores. El ocupante dirige esta negativa no sólo al gendarme, sino a Francia. Detrás de la negativa a obedecer, se esconde la negativa a la lealtad.

Francia no es más que un objeto de desprecio porque se parece a un amo cobarde y asustado

Francia no es más que un objeto de desprecio porque se parece a un amo cobarde y asustado. La relación del ocupante con Francia es sadomasoquista. Cuanto más se la humilla, más desea Francia ser humillada. Incluso paga un alto precio por los golpes que recibe, como en una relación BDSM. A eso se le llama política urbana... Potemkin. Un trampantojo que nos está arruinando.

Los trabajos del gran politólogo estadounidense Robert Putnam han demostrado de forma irrefutable que la diversidad racial socava la confianza que los individuos depositan unos en otros. Cuanto mayor es la diversidad en una sociedad, menor es la confianza, hasta el punto de que se puede afirmar que el nivel de confianza es inversamente proporcional al nivel de diversidad racial. La diversidad no sólo socava la confianza entre comunidades, sino que la erosiona dentro de ellas. Es

La diversidad es una máquina de separar a las personas

una máquina de separar a las personas. No hay un solo ámbito de la vida que no se vea afectado. Podemos aplicarle la teoría del goteo, pero lo que circula aquí es amargura, desconfianza y resentimiento.

El resentimiento nace de la comparación. Siempre es así. Es como una amargura en el estómago —el gran Dostoievski lo dijo todo sobre el tema—, un sentimiento no reconocido de nulidad social arrojado sobre el otro, el doble ofensor, que hay que abolir y romper. No hay nada más contagioso que el resentimiento. Es un deseo desafortunado que obedece a procesos miméticos, que las redes sociales amplifican como un reguero de pólvora.

Los zombis atacan

Es el resultado combinado de la cultura de la excusa, del miserabilismo sociológico, las políticas urbanas, el sinsentido de la inclusividad, el sinsentido de la educación positiva, el sinsentido de la enseñanza no directiva, el sinsentido del aprendizaje lúdico, el sinsentido de la educación solidaria, el sinsentido del bienestar en la escuela, el método global, la paternidad constructiva, el padre ausente, la negativa a asumir la posición de autoridad, que es por naturaleza asimétrica, la generalización del discurso sobre la institución nula, la cogestión del monopolio de la violencia con los matones, sin olvidar la renuncia al castigo a la antigua usanza.

Nadie lo ha dicho con más elocuencia que el Prefecto de Hérault: "¡Dos bofetadas y a la cama!”. Todos los alumnos revoltosos e indisciplinados han pasado por esto. Hace cuarenta años, cuando estaba en cuarto curso de primaria, todavía recuerdo que un Hermano de las Escuelas Cristianas me dio una bofetada. Todavía tengo la cabeza torcida y la mejilla enrojecida. Y no me refiero a las que nos daban nuestros padres. Nos ayudaron a enderezarnos.

Pero ¿qué hacemos en su lugar? Invocamos a Los Miserables. Un clásico, salvo que ya no se trata de la obra maestra de Victor Hugo, sino de la banda sonora de la película de Ladj Ly, ganadora del Premio del Jurado en Cannes en 2019. Ah, la sociología de la miseria, ¡la miseria de la sociología!

En sentido estricto, ya no hay pobreza en los suburbios

En sentido estricto, ya no hay pobreza en los suburbios, aparte de la pobreza espiritual. La pobreza es una leyenda urbana. Al contrario, lo que está en juego es la salida de la pobreza, la era postmiseria, con el desarrollo sin fin de la economía de la droga, que ha dado cobijo en gran medida a las familias de Nahel y otros.

Estos suburbios sólo tienen la apariencia de los townships sudafricanos: están sobreequipados con productos de alta tecnología, teléfonos y coches de lujo. Sus poblaciones están fascinadas por el Occidente terminal, sus productos de marca, su abundancia, su comodidad: el saqueo es una caricatura de esto. Es este más allá de la miseria lo que dice la verdad sobre este mundo y la economía sumergida que prospera en él.

No hablan, pero emiten gruñidos onomatopéyicos. Se llama rap

Esta economía ha dado lugar a un mutante postsocial, algo así como un zombi, un ejército de zombis, criaturas del subsuelo dostoievskiano. Los amotinados tienen todas las características de los zombis. Como los zombis, salen de noche. Como los zombis, no tienen cerebro. Como los zombis, son hiperviolentos. No hablan, pero emiten gruñidos onomatopéyicos. Se llama rap. Y todas las noches recrean La noche de los muertos vivientes.

Las "oportunidades para Francia": ¿una oportunidad para Francia?

Pero hay buenas noticias. Por fin se quitan las máscaras, por fin se abren los ojos, por fin se resquebraja el muro de mentiras. La comedia de la integración se está convirtiendo en la tragedia de la desintegración. Gérard Colomb había advertido a Macron: "Hoy vivimos codo con codo [...]. Temo que mañana vivamos cara a cara". Estamos en ello. Si la realidad es lo que queda cuando hemos dejado de creer en ella, como decía Philip K. Dick, para nosotros la realidad es lo que queda de madrugada tras una noche de disturbios: un canto a la desolación y un campo de ruinas. Pero sin esa conmoción, sin esos disturbios, no podemos despertar. O bien la conmoción nos mantendrá aturdidos, o bien nos sacudirá para sacarnos de ella. O nos recuperaremos, o nos hundiremos un poco más. La Agrupación Nacional de Marine Le Pen ya tiene un bulevar delante por el que avanzar. Paradójicamente, son la escoria inmigrante y la extrema izquierda quienes lo han abierto. Gracias les sean dadas por recordarnos que la convivencia está descartada. ¡O ellos o nosotros!

© Éléments

[1] El equipo de fútbol de París. [N. del T.].

[2] Célebre y premonitoria novela escrita a finales de los años 70 del pasado siglo, en la que se narra la llegada a Francia de varios barcos, vetustos y repletos de harapientos emigrantes que han ido recogiendo a lo largo de las costas de África, y que, ante la desidia y la complicidad de los franceses, acabarán haciéndose con el poder.
La novela fue editada en español por Ediciones Áltera, aunque actualmente se halla descatalogada. Se le dio el título de El desembarco. Si alguien estuviera interesado en adquirirla puede enviar un mensaje a info@elmanifiesto.com [N. del T.]

 

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