Un nuevo muerto en Francia (Thomas, un chaval de 16 años) y varios jóvenes heridos a manos de una banda de magrebíes que, a los gritos de “¡Muerte a los blancos!”, asaltaron el baile que celebraban en la ciudad de Crépol.
La situación se está agravando tanto y es tal ya el número de barrios fuera de la ley donde ni la policía se atreve a entrar, que la amenaza de guerra civil entre la Francia blanca y la Francia musulmana se empieza a abordar pública y concretamente: con previsiones de cifras de las fuerzas que puedan estar frente a frente.
Es lo que efectuó el otro día, hablando en la Cadena de televisión (privada y de amplia audiencia) CNews, el ensayista y editorialista Guillaume Bigot.
Reproducimos su intervención y la traducimos seguidamente.
“La guerra civil, ¿es inevitable y está perdida de antemano?”, le pregunta la periodista. A lo cual Guillaume Bigot responde:
Algunos quisieran persuadirnos de ello y la verdad es que hay razones objetivas para tener miedo. Lo que ha sucedido en Crépol muestra que se puede temer realmente este separatismo armado de cuchillos; se puede estar espantado ante la propagación de crímenes y ataques: es algo totalmente legítimo, y no se puede más que estar encolerizado ante un Estado “munichés”, un Estado que se postra permanentemente de rodillas, todo lo cual crea entre la población un sentimiento de impotencia que parece encaminarnos directamente hacia la guerra civil.
Todo esto es perfectamente comprensible. Pero también hay que decirse que, en realidad, si hubiera un poder normal, en el sentido democrático del término, un poder que correspondiera a los deseos de un 60 o 70 por ciento de los franceses, las cosas podrían volver al orden con bastante rapidez. Se podría aplicar una represión justa y normal y se podría poner término al flujo migratorio.
Pero la gente dice “¡Oh, no, ya es demasiado tarde! ¡Todo está jodido! ¡No hay solución! ¡Va a estallar la guerra civil!”, etc. Yo abogo por salir de esta fantasmagoría, por ir a lo real. Es cierto que “lo real” interesa a poca gente; pero lo real es básico, porque en Francia, en el momento actual, en 2023, hay menos “chusma”[1] que la suma de militares y de fuerzas del orden, los cuales ascienden a un total de 450.000 a los que se deben agregar 35.000 reservistas. Así pues, lo real, incluso en una estimación absolutamente apocalíptica y delirante que consideraría que todos los “jóvenes” de los arrabales estarían unidos tras la bandera del separatismo, e incluso admitiendo —sigamos con esa locura de previsiones— que todos los hombres de la inmigración musulmana se unirían a una especie de ejército fantasmagórico, ¿con qué fuerzas contarían? Por un lado, con dos millones de individuos. En los arrabales de la inmigración hay actualmente, por otro lado, unas 30.000 armas. Venga, multipliquémoslas por dos, lo cual no es cierto, pero supongamos que tengan 60.000 armas. Frente a ellos hay 450.000 hombres en las fuerzas del orden que están armados y entrenados, pero además y sobre todo —y eso es importantísimo— hay 12 millones de franceses de entre 20 y 50 años que estarían dispuestos a empuñar las armas.
Estas cifras nos demuestran que hay que acabar con ese delirio de que Francia ya está jodida, está hundida o se va a hundir. Francia es el país que ha hecho saltar el palacio de los zares en Moscú, y no va a ser evidentemente el país que se hunda frente a una especie de turbas zarrapastrosas y armadas con cuchillos que gritan a troche y moche “¡Allahu akbar!”. Con otras palabras, pienso que si estalla la guerra civil —¡no lo quiera Dios!— acabaría con bastante rapidez en una derrota y una masacre de los separatistas, de modo que les aconsejo, de forma muy tranquila, que se queden absolutamente tranquilos, pues cada vez que se ha sublevado una minoría separatista, la misma ha sido aplastada.
[1] El término corresponde a la famosa ‘racaille’, la chusma hoy limitada a la agresiva de la inmigración. (N. del T.)