Lenguas, musicalidad y disonancia

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¿Por qué determinadas articulaciones y entonaciones nos suenan mejor que otras? Suele alojarse el atractivo de un modo de hablar en las asociaciones con las experiencias y vivencias de quien lo oye. Consideramos al francés suave y melodioso, al italiano musical y seductor; al inglés le concedemos cierta elegancia, aunque no sea especialmente atractivo, pero nos hemos acostumbrado a oírlo y resulta refinado. El alemán suena brusco y el ruso estático. He oído decir que el chino se parece al tatatá de una metralleta, y sin embargo es una lengua de un altísimo nivel en todas las dimensiones de la cultura. El chino que oímos en España no es precisamente la lengua refinada.

Los idiomas, en realidad, son un reflejo del gracejo de quien los habla, o de cómo percibimos esa desenvoltura. Suelen los estadounidenses elogiar a las lenguas europeas porque pertenecen a sociedades deseables y de prestigio, pero menosprecian al español de los latinos. Se admira a los idiomas al mismo tiempo que a las culturas. Así lo interpretó la Universidad de Georgia cuando evaluó en 2005 a los hablantes nativos de inglés de Estados Unidos y comprobó que habían establecido categorías sociales escalonadas para los extranjeros, y de qué manera esos esquemas inducían a la discriminación lingüística.

Otro estudio de 2007 de la Universidad de Cardiff investigó sobre los acentos británicos, y sondeó la atracción que sentían los participantes y el prestigio que le atribuían. El inglés estándar, el escocés y el francés ocupaban los primeros puestos, mientras que las lenguas asiáticas, el alemán y el acento de Birmingham fueron los peor calificados.

¿Existe una lengua intrínsecamente bella? ¿Y alguna desagradable?

Investigadores de la Universidad sueca de Lund y de la Academia Rusa de las Ciencias la han buscado. Reunieron a 820 participantes de distintas nacionalidades para escuchar 50 grabaciones seleccionadas al azar entre 228 idiomas. Utilizaron archivos de audio de la película japonesa Jesús, versionada a más de mil idiomas y con frecuencia utilizada en investigaciones lingüísticas. Los resultados fueron publicados en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).

Se les pidió a los participantes que dijeran si reconocían la lengua de las grabaciones y en qué medida les agradaba oírla en una escala de nada a mucho. No fue una sorpresa descubrir que valoraron un 12,2% más a las lenguas que reconocían, aunque las confundieran al identificarlas. Se confirma el fuerte efecto de la familiaridad.

¿Y qué pasó con las lenguas que no reconocían? Las diferencias resultaron poco marcadas, pero reveladoras. Por eso concluyeron los investigadores que "las lenguas habladas en distintas partes del mundo no son en sí mismas bellas o desagradables, independientemente del habla de los oyentes".

Descontado el efecto de familiaridad, la mayoría puntuaron como agradables, con diferencias del 2% al 3% entre ellas. Algunas, sin embargo, para bien o para mal, destacaron.

Resultó que la más agradable al oído fue el tok pisin, un criollo de base inglesa de Papúa Nueva Guinea que nació para facilitar la comunicación entre los hablantes de más de ochocientas lenguas. Tok proviene del inglés hablar (talk), y también significa palabra, discurso o lengua. Lengua inglesa se dice tok inglis. Pisin deriva de pidgin. Se sirve la lengua concebida por la necesidad de un sencillo sistema de cinco vocales y diecisiete consonantes que coinciden en gran medida con las del español, y se escribe, dicho sea de paso, aunque no afecta a este artículo, sin trabas ortográficas.

La creación de vocabulario, nacida espontáneamente entre los hablantes, es muy lógica. Si haus es casa (del inglés house), hausboi es sirviente y hausmeri, sirvienta, de donde deducimos que boi es hombre (de boy, chico) y meri mujer (de Mary, María). Con esa lógica haus boi, en voces separadas, significa casa de los sirvientes; haus kaikai, restaurante, con palabra prestada de las lenguas austronésicas; haus moni, banco (de money, dinero); haus sik, hospital (de sick, enfermo); haus dok sik, clínica veterinaria (de dog sick, perro enfermo); haus karai (de cry, llorar), tanatorio; sit haus (de shit, hacer pis), toilete en su forma popular, que en su forma educada puede ser smol haus (de small house, cuartito). ¿Puede ser esa base simple de sonidos y la lógica en la creación de léxico la que garantiza el atractivo sonoro?

Al final de la lista, pero solo a seis puntos porcentuales por debajo del tok pisin, aparece el poco envidiable título de lengua menos agradable del mundo, que fue para el checheno. El idioma caucásico contiene entre 40 y 60 consonantes según el dialecto en que se hable y el lingüista que lo analiza. Y 44 vocales, algo muy difícil de entender para quienes distinguimos solo cinco. La abundancia es resultado de las variantes articulatorias. Si las lenguas indoeuropeas cuentan con dos series de oclusivas, las sonoras b, d, g (vibran las cuerdas vocales) y las sordas p, t, k (no vibran), el checheno añade tres series más, las fuertes, las eyectivas (que impulsan el aire con un movimiento de la glotis) y las geminadas (especie de doble articulación de la misma consonante) y que además están sujetas a la opresión o no de la faringe o epiglotis, algo exclusivo de las lenguas caucásicas que seríamos incapaces de imitar.

Las diferencias fonéticas entre ambas lenguas son enormes. La mayoría de las lenguas del mundo ni disponen de fonemas tan esquemáticos como el tok pisin ni tan complejos como el checheno. La belleza probablemente no es intrínseca, se escenifica en el oído, afectado por los estereotipos culturales.

Lo que si descubro es un aprecio indiscutible del modo de hablar de unas personas con acentos específicos con respecto a otras. En el caso del euskera, me suena muy bien el dialecto de San Sebastián; para el catalán me encanta el mallorquín y en el caso del español, el acento malagueño me resulta especialmente atractivo, y por supuesto el canario. En cuanto a los dejes americanos, creo que me gustan todos, desde el mexicano hasta el chileno, incluso más que el castellano estándar de Madrid, mi ciudad. El habla culta del gallego me suena a artificio, y la popular me gusta mucho más, siempre que no sea cerrada y lugareña.

Y es que no podemos huir de esos gusanillos de la conciencia que nos aconsejan esto o aquello sin obedecer a las propuestas de la razón.

 

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