Deberíamos decir más difíciles de estudiar, pues si se trata de aprender todas son igual de sencillas cuando se instalan en la infancia. Sin esfuerzo, sin gramática, sin exámenes, los niños aprenden turco o vascuence con la misma rapidez que islandés o ruso.
Las lenguas son parte de la identidad. Por eso tenemos garantizadas las que necesitamos. Quienes heredan el bretón, el galés o el catalán reciben otra que completa la comunicación. Quienes en Marruecos tienen como materna una lengua bereber como el tashelhet, reciben dos más, el árabe marroquí y el francés.
El estudio académico de las lenguas tiene mucho de antinatural. Las lenguas no están pensadas para aprenderlas en clase, sino en contextos de utilidad. Por eso se instalan de manera natural cuando hacen falta y se estancan cuando no. Obsérvese el tradicional monolingüismo de los anglófonos, frente al poliglotismo de noruegos, suecos, checos, húngaros, búlgaros, serbios…
El estudio académico de lenguas extranjeras estimula la inteligencia. La lengua primera que en el mundo se suele añadir a la propia es el inglés. Cada vez con más frecuencia el procedimiento suele ser la inmersión en un ambiente anglófono. Aparte de este paso, es bueno conocer las dificultades que rodean al aprendizaje de una lengua internacional, pues es bien sabido que otras de espacios más restringidos como el vasco o el bretón carecen de demanda internacional para su estudio.
Entre los idiomas que ofrecen mayor dificultad encontramos cuatro que son particularmente complejos. Y no solo por su escritura, que no es latina, sino también por peculiaridades que no comparten otras lenguas. Se trata del chino, el árabe, el ruso y el japonés.
El chino mandarín, la lengua de más hablantes nativos del mundo, es particularmente compleja. Que nadie crea que se estudia como cualquier otra. Los niños chinos la heredan sin dificultad, pero aprender a escribir es una tarea que cuesta doce años de escuela para los caracteres más comunes. Luego se necesita un aprendizaje continuo que no acaba nunca. El chino es una lengua monosilábica. Cada signo equivale a una palabra, y no contiene nada que recuerde la pronunciación, que es necesario memorizar y asignarle uno de los cuatro tonos del sistema que sirven para diferenciar unas palabras de otras. Las palabras homográficas tendrían que ser homófonas, y por tanto limitadas pues no existen tantas combinaciones de sílabas, por eso el tono las diferencia. Y si no es suficiente para la comprensión, habrá que entenderlas en el contexto. La morfología se puede aprender, pero la sintaxis se introduce de nuevo en la complejidad.
El árabe cuenta con sonidos desconocidos en otras lenguas y una enredada escritura de derecha a izquierda con caracteres que son distintos según ocupen en la palabra el lugar inicial, medio o final. El Servicio Exterior de Estados Unidos (FSI) calcula que los angloparlantes necesitan 88 semanas para aprenderlo. La complejidad reside en su extenso vocabulario, sus intrincadas reglas y, por si fuera poco, las variaciones dialectales dificultan la intercomunicación.
En tercer lugar, el japonés, también de escritura complejísima. Dispone de tres sistemas. Si las palabras están emparentadas con los 2136 caracteres tomados del chino (los niños aprenden 1006 en la escuela primaria y 939 en la secundaria), la palabra se escribe en chino. Si la palabra pertenece al patrimonio japonés, se escribe con el silabario hiragana; si se trata de una palabra extranjera, se usa el silabario katakana. Y todo ello aparece mezclado en la escritura como si se tratara de un sistema único. Y eso no es todo. Particularmente complejo es el uso de la formalidad y el tono respetuoso, que supone un reto para los hablantes no nativos. La fonética, sin embargo, se parece a la nuestra.
El ruso, visto lo anterior, tiene un alfabeto, el cirílico, relativamente sencillo que no es lo más desalentador. Lo embarazoso es la morfología: seis casos, tres géneros y varias conjugaciones verbales. La pronunciación y los patrones de acentuación incrementan la dificultad. El aprendizaje de la lengua rusa de manera adecuada requiere un dominio de la conjugación y de las estructuras gramaticales. Solo hay dos formas posibles para el verbo: el perfectivo, que describe una acción pasada, una acción futura o una acción única, que no se va a repetir. Y el imperfectivo, que describe tanto una acción presente, como una acción que se repite o una acción iniciada en el pasado pero que no ha terminado.
Otras cuatro lenguas de escasa o nula presencia internacional, presentan también serias dificultades para su aprendizaje, el coreano, húngaro, islandés y griego.
El coreano, cuyo léxico procede en gran medida del chino mandarín, plantea dificultades serias. Utiliza la escritura hangul, un sistema extremadamente lógico y fonético que consta de 21 vocales y 19 consonantes. A pesar de la relativa sencillez, los complejos usos honoríficos y las estructuras gramaticales son serias fronteras para su estudio.
El húngaro, lengua ajena a la familia indoeuropea, por tanto sus raíces lingüísticas son únicas, y también su fonología, famosa por la oscura pronunciación de sus 14 vocales. Su estructura morfológica es aglutinante, es decir, las palabras de un mismo sintagma, prefijos y sufijos se encadenan en una larga palabra. El islandés es la lengua germánica más conservadora. Ha permanecido relativamente inalterada desde la Edad Media. Sus arcaísmos, una morfología de cuatro casos y tres géneros, y una sintaxis difícil, además de que sus hablantes son anglófonos, imposibilita en la práctica que los extranjeros la aprendan. Su número de hablantes ronda los 370.000, la mitad, más o menos, de los hispanófonos de la ciudad de Sevilla, por ejemplo. El griego es una de lenguas más antiguas, de la época del hebreo, del sánscrito y del chino, y probablemente la más influyente en el desarrollo del ingles, francés y español. Su compleja gramática incluye tres géneros, masculino, femenino y neutro, múltiples casos y una amplia variedad de tiempos verbales.
Todavía podríamos citar como lenguas difíciles de aprender al persa, conocido en el mundo árabe como farsi, que no siendo lengua semítica utiliza la escritura árabe porque sus hablantes profesan el islamismo. Y también al turco, también difícil en su estructura aglutinante y la armonía vocálica, es decir el cambio de pronunciación según la vocal vecina. El orden gramatical es el de sujeto-objeto-verbo (SOV), que difiere del orden sujeto-verbo-objeto (SVO) de las lenguas indoeuropeas.
He aquí una rápida mirada a la dificultad para el aprendizaje de lenguas que nos autoriza a añadir que los primeros pasos en inglés son muy sencillos, y eso facilita la universalización de su uso.