En las elecciones cantonales de Brignoles, el Front National francés aplasta a los partidos de izquierda en la primera vuelta con un 40,4% de los votos, y con casi el 54% en la segunda y definitiva destroza a los de derechas y a todos juntos -pues todos se habían unido contra él y no han podido-: Laurent López, de origen español, por lo demás, hoy ha hecho historia en el país de los galos y dirigirá el Cantón de Brignoles por el Frente Nacional de Marine Le Pen.
No eran unas simples elecciones cantonales lo que estaba en juego. Los principales medios de comunicación franceses han seguido estos comicios dándoles cobertura nacional y arropando a los principales partidos políticos que llamaban a votar en contra del FN indistintamente de si se era de izquierdas o de derechas. Así se han dado situaciones paradójicas, como escuchar a socialistas y verdes pedir el voto para el UMP, que sería el equivalente al PP en España. ¿Se imaginan a Rubalcaba, Llamazares o a Cayo Lara pidiendo el voto para Rajoy? Hagan un esfuerzo más, imaginense a los líderes de UGT y CCOO llamando a sus afiliados a votar a los señoritos de la patronal, porque eso es lo que ha ocurrido en Francia. Y por si no fuera poco, una lista disidente del FN (Parti de la France) liderada por Carl Lang, antiguo alto cargo del FN, consiguió más del 9% de los votos en primera ronda, mie que en la segunda llamó a votar en contra del identitario FN y a favor del UMP: la derecha neoliberal francesa.
Todos al unísono contra el Front National, hilando el cordón sanitario convertido en alambradas de espino de diez metros que no han sido bastantes para contener el avance imparable de un Frente Nacional que arrasa y que lidera todas las encuestas. En palabras de Michel Onfray, el filósofo más conocido de Francia (y pensador de izquierdas, por lo demás): "la izquierda francesa ha dejado de representar a los obreros". A propósito de ello escribía recientemente Juan Pedro Quiñonero, corresponsal de ABC en París: "desde hace años el 30% de los obreros vota sistemáticamente al FN de Le Pen, convertido hoy en el primer partido obrero de Francia. Al mismo tiempo musulmanes y negros -9 millones- prefieren votar a partidos de izquierda o extrema izquierda”.
Cientos de periódicos de papel y digitales, tertulias e informativos, ya fuera en televisión o radio han intentado por todos los medios meter el miedo en el cuerpo a los franceses para que Laurent López -el lobo- no se alzara con la mayoría de votos -de los esclavos felices de la libertad-, pero ni toda la maquinaria de los grandes partidos ni todo el tsunami mediático a la contra, han podido esta vez cambiar la voluntad de un pueblo que ya está harto de décadas de multiculturalismo fracasado y de casta política amamantada en las instituciones. Cuanto más atacaban a los identitarios franceses, más adeptos cosechaban los de FN en Brignoles, y aún con el aumento de la participación electoral (+12%) –lo que tradicionalmente significaba que con el resultado de la primera vuelta se había conseguido amedrentar a la población y en la segunda vuelta los apoltronados en sus sofás se levantaban para que el FN no ganara– ahora el miedo se ha girado y ha actuado en beneficio de los identitarios, que han visto cómo en la segunda vuelta volvían a levantarse los que habitualmente permanecían en el sofá, pero esta vez los miedosos, a lo que le tenían pánico era a que perdiera el FN, lo que ha significado que el aumento del voto se trasladara en parte importante a Laurent López.
¿Un oasis en el desierto? No, Francia no es la excepción. No ha pasado ni un mes de las elecciones en otro histórico del continente, Austria, donde el 29 de septiembre el FPÖ de Heinz Christian Strache consiguió el 22.4% de los votos, 40 diputados con cifras muy similares a los conservadores y socialistas, que, asustados, han decidido gobernar en coalición con un 26.4% el SPÖ y un 23.8% ÖVP. Cabria mencionar tb el espectacular avance de los identitarios en Ucrania y un largo reguero de países como Hungría, Bulgaria, etc.
Europa está girando hacia su órbita natural, la que clama por su identidad, a la par que la Rusia de Putin gira y traza alianzas en la misma dirección. Las tornas están cambiando en nuestro continente, que agotado y azotado por el relativismo, la cosificación de las personas, el etnomasoquismo y la endofobia impuesta por la ingeniería social, clama por un liderazgo que le saque de la crisis no sólo económica en la que está metido. Pensando en ello es inevitable recordar el discurso de Marine Le Pen en la Duma, el Parlamento Ruso ,que extendió su alfombra roja para oír hablar a la que está llamada a representar el país en el que culturalmente siempre se ha querido mirar la Federación. Tengo constancia de que otros importantes líderes identitarios del resto de Europa también han sido recibidos por el alcalde de Moscú, último eslabón de enlace con Putin. El cantón de Brignoles es el símbolo de que algo está cambiando. ¡Hay esperanza!