Herradero

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A propósito de la falsa denuncia del caso Malasaña de hace unas semanas en Madrid y que sirvió a Podemos y Más Madrid para tildar a Díaz Ayuso de homófoba e incluso insinuar responsabilidades en la supuesta agresión, permítanme la licencia de hablarles de un rito en el cual, sin saberlo, incurrió el protagonista de nuestra historia: el herradero.

La identificación o marcado de ganado es una técnica milenaria destinada a asociar determinadas reses a su propietario. Empezamos mal; si hay propiedad, la comuna del socialismo utópico no es posible. El origen del herrado a fuego se remonta, nada más y nada menos, al antiguo Egipto, del cual pasaría a Roma y, por ende, a toda Europa, donde se generalizaría a lo largo de la Edad Media, sobre todo entre el ganado bovino. De ahí fue exportado a América, especialmente a los Estados Unidos y norte de México. Sí, como leen, el western yanqui bebe en tradiciones propias del odiado imperio español.

Curioso, cuanto menos, que la prima donna de nuestro relato prefiriese idear una historia falsa que enfrentarse a los hechos tal y como sucedieron. ¿El motivo? Ocultar a su pareje que le había sido infiel llevando a cabo aquellas prácticas en las que, parafraseando a François de Sade, “el único y el más alto placer se encuentra en la certeza de hacer sufrir al ser amado”. Con la diferencia de que el amade o cornúpeta, en nuestro caso, era desconocedor de los hechos.

No nos vayamos por peteneras. El acto, o rito de este ser, guarda bastantes paralelismos con el ritual campero por antonomasia, máxime si hablamos del campo bravo. Tras el destete y ahijado, en los meses fríos del invierno tiene lugar el bautismo de fuego para los becerros que, desde entonces, ya quedarán marcados de por vida. Se hierra a cada animal con la marca de la ganadería, el símbolo de la asociación ganadera a la que pertenece la ganadería en cuestión, el dígito del año de nacimiento de la res (guarismo) y el número correlativo del animal. Por supuesto, esta práctica se realiza a mano, preferiblemente con un acero candente, si bien no vamos a descalificar la opción de un vulgar cúter...

 
El toro, que pasó la bella dama

por quien ahora Europa nombre tiene,

no sólo tiene toros de más fama,

pero con plaza igual os entreteniene;

aquí corre, silba, grita y llama;

aquí el novillo al herradero viene.

 

Sin saberlo, su involución mental les coloca en posturas más cercanas al mundo animal y primitivo de lo que creen. Y si no, pregúntenle al chique de la falsa denuncia, en cuyas posaderas llevará grabado el hierro del colectivo al que pertenece y que, a diferencia de los bravos becerros que luego saldrán a morir a la plaza, intentó ocultar a través de una denuncia falsa para escurrir el bulto.

Poco tardaron sus congéneres en convocar manifestaciones y protestas por la supuesta escalada de delitos homófobos en España. ¿El chivo expiatorio? Como estamos acostumbrados, Ayuso y Vox. Mientras tanto, Sánchez, el de las prisas para convocar la comisión de delitos de odio por la falsa denuncia, no se apura por los  delitos de odio verdadero, los homenajes al etarra Henri Parot. Y es que donde no hay mata, no hay patata.

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