¿Cuándo se acabó la educación? Pero acabada como está hoy. Del todo, sin salvación. Salvo si cambia todo. Salvo si se transforma todo nuestro estado de espíritu, toda nuestra sensibilidd, nuestra visión del mundo.
Lo ejemplifica maravillosamente, y con enorme gracejo, el siguiente hilo publicado en Twitter por “Alégrame el día” (@harryelsocio).
Les dejamos con él.
Un padre de antes no iba a una fiesta de fin de curso a ver como su hijo hacía el capullo disfrazado de margarita representando la llegada de la primavera. Los padres de antes tenían dignidad.
Para muchos padres, con conflictos personales sin resolver, ser Presidente de la APA (Asociación de Padres de Alumnos) es su máxima aspiración vital. Ahí tocan éxito. El Fary detestaba al hombre blandengue, yo al padre coñazo en los colegios. Esos padres sobreinvolucrados en la educación han hecho mucho daño.
Pulseras de cuero y mochila. Y una botellita de agua por si se le seca la boca explicando la mitosis. Y en bicicletita. ¡Vamos, no me jodas!...Un Profesor como Dios manda lleva en la muñeca un Festina, y debajo del brazo una carpeta gorda con exámenes. Y la chaqueta llena de tiza.
Y cuando quitaron las tarimas. Y cuando llegó el tuteo y los Institutos se llenaron de profesores con pulseras cuero y fular. "Llamadme Nacho". Ahí, justo ahí es cuando se fue al carajo la educación.
Alcántara, Notable
Gutiérrez, Insuficiente
Hinojosa, Notable
Jiménez, Muy Deficiente
...
Las notas en voz alta. A portagayola. Delante de toda la clase. Y no pasaba nada. Y a Jiménez le sudaba, literalmente, la polla. Menudo mojonazo gordo de generación de cristal.
La educación se fue a tomar pol saco cuando metieron a psicólogos en los colegios. Fin.
Hasta aquí el hilo de Twitter.
Después de lo cual (y después de pensar con emocionada solidaridad en los profesores y alumnos que aún se debaten y sobreviven ahí) se impone la pregunta de siempre. ¿Cuándo y por culpa de quién se jodió el asunto? ¿Dónde está el resorte básico del mal? En los pedagogos, dice nuestro amigo. Sí, por supuesto. Son el detonante mayor, manifiesto, indudable. Pero alguien los ha puesto ahí. Y alguien los mantiene, y nadie los expulsa a latigazos. Por una sencilla razón: porque su espíritu (llamémoslo así) se amolda como un guante al igualitario espíritu de los tiempos. Al de las masas, al del hombre-masa.
J. R. P.
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