Wokismo: tremendx cambix de rumbx

No pasará mucho antes de que los capitalistas se deshagan de sus molestos amigos woke y vuelvan a lo esencial: el dinero, que no tiene raza, color, sexo ni género.

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Prefirieron ignorar la desafortunada experiencia de la campaña publicitaria United Colors of Benetton, que costó muy cara a la empresa de moda. Los woke, tan orgullosos de sus ideas, quisieron ponerlas en práctica a toda costa, incluso en contra de los deseos de la gente que no pedía tanto; y el tiro les salió por la culata (en Estados Unidos, para empezar).

El despertar comenzó con una acción puramente política: purgar las bibliotecas públicas de libros que no fueran "políticamente correctos". Pero la gente con sentido común, caricaturizada por los woke como "conservadores", actuó igual allí donde ellos mismos tenían poder. Así que los woke, tras haber abierto la caja de Pandora, se han visto reducidos a clamar por la vuelta de la censura... sin convencer, ya que siguen haciendo lo mismo en su bando.

Pero, al fin y al cabo, se trata de una batalla directamente política entre facciones opuestas, como la que siempre existirá en una democracia. Más significativo es el hecho de que las empresas que han promovido abierta y deliberadamente los llamados valores Woke sean ahora objeto de "un boicot violento" (como se quejaba, desesperado, Le Monde el 8 de junio de 2023). En un año, por ejemplo, las ventas de la marca de cerveza Budweiser se han desplomado un 20% debido a su apoyo publicitario a los transexuales, mientras que su capitalización bursátil se ha desplomado en 21.000 millones. Mientras tanto, la marca de cerveza rival Coors, que se ciñó a la publicidad clásica, vio cómo sus ventas se disparaban. Target, que quería ofrecer un gran número de productos LGTBIQ+, se encontró en el centro de polémicas que le obligaron a retirar algunos de estos productos. Y así sucesivamente.

Dado estas empresas tienen un compromiso militante con el wokismo, por lo que no es de sorprender que sufran cuando la sociedad se moviliza en contra de éste. Más interesante y significativo es el caso de las empresas que se han contentado con subirse al carro, seguir el movimiento, dejarse llevar por la "corriente de la historia". Entre ellas, la multinacional del entretenimiento Disney es el caso más emblemático.

Sin hacer de ello el eje principal de sus comunicaciones, Disney quiso sacrificarse a los dioses del wokismo, captar el Zeitgeist,[1] presentando una heroína negra aquí, una lesbiana allá, o cualquier otra cosa. Pero a fuerza de promover héroes y heroínas "políticamente correctos", a base de obsesionarse con la "diversidad" (de raza, color, sexo, género, etc.) en sus producciones, los creadores se olvidaron de contar historias interesantes, atractivas, cautivadoras. El público, que acudía a soñar, se aburrió, y las recientes producciones de Disney fueron un fracaso.

Tanto es así que Bob Iger, el jefe llamado a toda prisa para volver a poner en pie a la empresa, se vio obligado a declarar: "Los creadores han perdido de vista cuál debe ser su objetivo número uno. Primero hay que entretener. No se trata de enviar mensajes". El "magnate" quiere ahora volver a las raíces del grupo: contar grandes historias, en lugar de promover "minorías"; hacer soñar, en lugar de moralizar; abandonar la política para volver a la poética.

Este es el verdadero peligro que amenaza a la operación wokista: el desinterés de las masas. Los activistas políticos siempre serán minoría. Pero para Disney y compañía, es el gran público el que decide, y lo hace en silencio, votando con los pies. Si, cuando quieren entretenerse, se les bombardea con moralina farisaica, simplemente huyen..., así que no pasará mucho tiempo antes de que los capitalistas se deshagan de sus molestos amigos woke y vuelvan a lo esencial: el dinero, que no tiene raza, color, sexo ni género.

[1] El Zeigeist: el espíritu del tiempo. (N. del T.)

 

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